ROMA, 12 octubre 2001 (ZENIT.org).- La tragedia del 11 de septiembre debe llevar a reforzar el papel original y esencial de las Naciones Unidas, que deben estar al servicio de la vida, ha afirmado el «embajador» de Juan Pablo II ante esa organización.
Los atentados contra Nueva York, Washington y Pennsylvania, según el arzobispo Renato Martino, observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, «nos obligan una vez más a comprometernos en realizar uno de los elementos fundamentales del trabajo de Naciones Unidas: el reconocimiento de la dignidad humana, el derecho a la vida y la promoción de las libertades fundamentales».
El prelado italiano pronunció estas palabras ante la tercera comisión de la Asamblea General de Naciones Unidas sobre el desarrollo social, el 9 de octubre.
«Es horrible –afirmó– que justamente cuando el mundo empieza a dar pasos positivos para la prolongación de la vida de los individuos, se pierdan la veneración y es el respeto por la misma. Parece imposible creer que la eutanasia se haya convertido en alguna parte en una alternativa aceptable».
El arzobispo destacó que el compromiso de la comunidad internacional en defensa de la vida, desde su concepción hasta su ocaso natural requiere la defensa de la familia. «Hoy –afirmó–, ante los conflictos, la pobreza, los cambios demográficos y la pandemia del sida, la familia ayuda a la cohesión de las sociedades».
Tuvo una palabra para las personas con minusvalía, recordando que Juan Pablo II ha pedido a todos los gobiernos que trabajen para garantizar las condiciones de vida y las oportunidades de estas personas «para que su dignidad sea efectivamente reconocida y protegida».
Por último, monseñor Martino explicó que «los seres humanos constituyen el centro de las preocupaciones por un desarrollo sostenible».