El terrorismo fundamentalista: Enemigo de dos civilizaciones

Ante todo es una amenaza para el Islam

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ROMA, 13 octubre 2001 (ZENIT.org).- ¿Debería Occidente emprender una cruzada en respuesta a un Islam militante, que pretende hacer una guerra religiosa? Desde los atentados del 11 de septiembre, se han propuesto muchas teorías sobre las causas de los atentados terroristas: resentimiento contra Estados Unidos por su apoyo a Israel; divisiones económicas entre naciones ricas y pobres; nacionalismo; influencia del Islam radical.

Los comentaristas están divididos sobre la dimensión religiosa del conflicto. Muchos insisten en que el Corán no aprueba las masacres de inocentes realizadas por los terroristas. Otros, sin embargo, señalan algunos aspectos perturbadores dentro del Islam.

Martin Kramer, editor del «Middle East Quarterly», escribiendo en «National Review Online», el 19 de septiembre, afirmaba que con los atentados el «Islam, religión de más de mil millones de creyentes, ha sido secuestrada».

Kramer insiste en que el Islam no está más predispuesto a patrocinar el terrorismo que otros credos monoteístas: «En el pasado, el Islam fue la cuna de regímenes de florecimiento, tolerancia y paz».

Sin embargo, indica que durante los últimos veinte años, grupos de extremistas musulmanes han justificado su acciones violentas apelando a algunos textos sagrados, sacados de contexto. El problema más grave, según Kramer, es que los elementos moderados, que son la gran mayoría en el mundo islámico, no han denunciado las acciones radicales.

Por su parte, Stephen Schwartz, escribiendo en la edición de septiembre del «British Telegraph», indica la necesidad de distinguir entre extremistas políticos, que pueden ser creyentes en una religión, y los musulmanes. Y hace notar que los tamiles en Sri Lanka también se autoinmolan pero no son musulmanes. Así mismo, los pilotos «kamicaze» japoneses de la Segunda Guerra Mundial no eran musulmanes.

Schwartz afirma que la ideología de los seguidores de Osama BIn Laden «esta tan poco relacionada con el Islam o con la civilización islámica como lo estuvo el ataque a Pearl Harbour con el budismo, o los terroristas de Irlanda del Norte con el cristianismo».

Sin embargo, observa que, dentro del Islam, la escuela del wahhabismo ofrece motivos de preocupación. Esta tendencia, originada hace menos de dos siglos, es a la vez violenta e intolerante.

«No todos los musulmanes son suicidas terroristas, pero todos los musulmanes que lo son, son wahhabitas, excepto, quizás, algunos discípulos de los izquierdistas ateos», indica Schwartz.

Ben Laden no es el único wahhabita, lo son también los terroristas suicidas en Israel, los egipcios que asesinaron a turistas en Luxor no hace muchos años, y los terroristas islámicos argelinos.

La perniciosa influencia del wahhabismo fue también identificada como un importante factor en un artículo publicado por «US News & World Report», el 1 de octubre.

Según Akbar Ahmed, ex embajador paquistaní del Reino Unido y profesor de estudios islámicos de la Universidad Americana de Washington, D.C., «No se trata tanto de Islam contra Occidente cuanto de Islam contra Islam». Es necesario, según Ahmed una respuesta islámica a la franja radical.

Escuelas religiosas
Uno de los grandes apoyos los extremistas son las escuelas religiosas de Paquistán, donde a los estudiantes de este país y de Afganistán se les inculca una forma radical del Islam. Según un análisis de estas escuelas, publicado por el «Wall Street Journal» del 2 de octubre, hay miles de «madrasahs», escuelas religiosas en las mezquitas, en las que los estudiantes no sólo aprenden el Corán sino que se les enseña a usar armas.

La influencia de estas instituciones ha aumentado, debido a la deficiente situación de la educación pública en Paquistán y Afganistán. Paquistán, el sexto país más poblado del mundo, con 150 millones de habitantes, empleará en este año sólo en torno al 2% de su enorme gasto público en educación, indica el «Wall Street Journal». Y las escuelas coránicas se han apresurado a llenar el hueco.

El pasado fin de semana, el dictador militar y presidente, general Pervez Musharraf, afirmó, en una entrevista a la CNN que las 7 u 8.000 escuelas coránicas de este país proporcionan educación gratuita y alojamiento a más de 700.000 niños.

Funcionarios de los servicios secretos y del sector educativo indican que las escuelas coránicas reciben gran parte de su financiación de los grupos radicales islámicos y de las organizaciones humanitarias de países musulmanes como Arabia Saudita, Irán e Irak. Algunos de estos funcionarios afirmaron que varias de estas escuelas reciben fondos del presunto cerebro terrorista Osaman Bin Laden.

Un enemigo de la civilización
Para David F. Forte, que ha escrito un comentario sobre terrorismo para la Fundación Heritage, en la base de los atentados no existe un conflicto entre civilizaciones, porque los grupos radicales no atacan sólo a Occidente sino al Islam mayoritario. «Estamos luchando contra el enemigo de dos civilizaciones», afirma Forte.

La tendencia radical representada por Bin Laden y otros es sólo una de las muchas tradiciones del Islam. Forte añade que «es una tradición rechazada en primer lugar por el Islam, por considerarla como opuesta al mensaje universal de su profeta».

En años recientes, los radicales han aumentado su influencia y algunos regímenes los protegen e incluso los patrocinan. Es un error considerar que esta violencia extremista es una parte integrante del Islam, según Forte, pero, al mismo tiempo, es una tendencia a la que hay que ofrecer resistencia.

Roy Mottahedeh, profesor de historia y presidente de la comisión de estudios islámicos de Harvard, en el «New York Times» del pasado 30 de septiembre, indicaba que el ayatolá Alí Jamenei de Irán, uno de los más conservadores y antiamericanos líderes del clero musulmán, calificó a la lucha contra el terrorismo de «guerra santa».

Y sólo en mayo pasado, el gran muftí de Arabia Saudita y primera autoridad en ley islámica de este país, Abdul Aziz ben Abdallah Al al-Shaykh, afirmó públicamente que quienes se quitan la vida en atentados no mueren, como se podría imaginar, como mártires sino como suicidas y el suicidio está irrevocablemente prohibido en la ley islámica.

Mottahedeh afirmaba que, mientras que algunos políticos y líderes religiosos musulmanes han usado la palabra «jihad» descuidadamente, atribuyéndole el sentido de lucha armada, este significado es rechazado por la mayoría de los actuales estudiosos musulmanes. Para Mottahedeh, la gente que está detrás de los atentados terroristas del 11 de septiembre cometió un crimen contra la humanidad y «bajo los preceptos de cualquier gran tradición religiosa, ellos y sus patrocinadores deben ser llevados ante la justicia».

Cómo responder
Claramente es erróneo el afirma que el Islam es fuente del terrorismo, y el presidente Bush ha tenido cuidado en evitar esta impresión. En un comunicado del Departamento de Estado de EE.UU, de 26 de septiembre, se cita al presidente cuando afirma que «no hay conexión entre el Islam y los atentados terroristas de la organización Al-Qaida, de Osam Ben Laden».

«He dicho al país más de una vez que la nuestra es una guerra contra el mal, contra los extremistas», dijo Bush.

En un discurso a los líderes culturales, durante su reciente viaje a Kazajstán, Juan Pablo II declaró: «Deseo reafirmar el respeto de la Iglesia Católica por el Islam, por el auténtico Islam: el Islam que reza, que se preocupa por los necesitados. Recordando los errores del pasado, incluyendo el pasado más reciente, todos los creyentes deben unir sus esfuerzos para asegurar que Dios no sea nunca más rehén de las ambiciones humanas. El odio, el fanatismo y el terrorismo profanan el nombre de Dios y desfiguran la ver
dadera imagen del hombre».

En consecuencia, el conflicto no es entre el Islam y Occidente, sino que se trata de acciones de agresión de grupos extremistas, apoyados por algunos elementos en un limitado número de países islámicos.

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ZENIT Staff

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