CIUDAD DEL VATICANO, 23 marzo 2003 (ZENIT.org).- La santidad es un camino comprometedor pero posible para todos los cristianos, afirmó Juan Pablo II este domingo al proclamar a cinco nuevos beatos.
Los nuevos beatos son dos religiosas españolas que lucharon por la promoción de la mujer, María Dolores Rodríguez Sopeña y Juana María Condesa Lluch; la religiosa suiza María Caridad Brader, apóstol de los indígenas latinoamericanos; el sacerdote francés Pierre Bonhomme, fundador de una congregación religiosa femenina, y el «médico de los pobres» húngaro Laszlo Batthyany Strattman.
«La santidad de los nuevos beatos nos estimula a que nosotros busquemos también la perfección evangélica, poniendo en práctica todas las palabras de Jesús», dijo el Santo Padre en la celebración eucarística.
«Se trata ciertamente de un itinerario ascético comprometedor, pero posible para todos», afirmó suscitando con sus palabras aplausos entre las decenas de miles de peregrinos presentes, entre los que eran particularmente numerosos los españoles, los latinoamericanos (en especial colombianos) y los húngaros.
Escuchaban al Papa, entre otros, el presidente de Hungría, Ferenc Madl, y Otto de Hasburgo, de 90 años, hijo del último emperador austro-húngaro.
Juan Pablo II dedicó la homilía a recordar el ejemplo de vida dejado por estos hombres y mujeres a los que proponía como modelos, mientras en muchos peregrinos hondeaban banderas de la paz con los colores del arco iris.
Comenzó evocando la vida del padre Pierre Bonhomme (1803-1861), sacerdote francés, fundador de la Congregación de las Hermanas de Nuestra Señor del Calvario.
«La meditación de la Escritura fue la fuente incomparable de su actividad pastoral, en particular de su atención a los pobres, a los enfermos, a los sordomudos y a las personas con discapacidades» por quienes fundó la Congregación religiosa, recordó.
A continuación, mencionó la obra de María Dolores Rodríguez Sopeña (1848-1918), española, quien fundó el Movimiento de Laicos Sopeña, y creó el Instituto Religioso Dolores Rodríguez Sopeña, así como la Obra Social y Cultural Sopeña (OSCUS), para « responder al reto de hacer presente la redención de Cristo al mundo del trabajo».
A través de sus obras, añadió, «en España y Latinoamérica, se continúa una espiritualidad que fomenta la construcción de un mundo más justo, anunciando el mensaje salvador de Jesucristo».
Juana María Condesa Lluch (1862-1916), fundadora de la Congregación de las Esclavas de María Inmaculada, «comprometida en la promoción de la mujer trabajadora» es la otra nueva beata española.
Su figura, aclaró el Papa, ejemplo de defensa de la dignidad de la mujer y de su vida de fe ante los riesgos que supuso en el siglo XIX la incorporación de la mujer al trabajo asalariado fuera del hogar, recuerda que «el cristiano debe anunciar siempre a su Señor, sin detenerse ante las dificultades, por grandes que éstas sean».
Trazó luego la figura espiritual de la religiosa suiza María Caridad Brader (1860-1943), fundadora de las Franciscanas de María Inmaculada, quien ejerció su labor misionera en América Latina (murió en Colombia), especialmente en ayuda a los indígenas y más necesitados.
Por último, el pontífice propuso a la Iglesia el ejemplo de un médico y padre de trece hijos húngaro Laszlo Batthyany Strattman (1862-1916), quien nunca cobró a los pobres por sus operaciones quirúrgicas.
Este beato, dijo el Papa, «no antepuso nunca las riquezas de la tierra al auténtico bien que está en los cielos. Que su ejemplo de vida familiar y de generosa solidaridad cristiana se un aliento para todos a seguir fielmente el Evangelio».
Con esta ceremonia de beatificación, Juan Pablo II ha proclamado a 1.308 beatos. En sus casi 25 años de pontificado ha proclamado a 464 santos.