Juan Pablo II llama a la reconciliación entre croatas y serbios

Al celebrar la misa en Osijek-Cepin, junto a la ciudad martirizada de Vukovar

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OSIJEK, 8 junio 2003 (ZENIT.org).- Juan Pablo II hizo este sábado un sentido llamamiento a la reconciliación entre croatas y serbios, tras el sangriento conflicto de los años noventa, en la misa que presidió este sábado en el aeropuerto deportivo de Osijek-Cepin.

Un gran crucifijo, con un brazo mutilado durante la guerra, fue colocado junto al altar del Papa, recordando a los más de cien mil peregrinos presentes –entre los que se encontraban habitantes de Serbia, Bosnia, y Hungría– el mensaje del perdón evangélico.

«Tras los duros tiempos de la guerra, que ha dejado en los habitantes de esta región heridas profundas, no cicatrizadas del todo, el compromiso por la reconciliación, la solidaridad y la justicia social exige el valor de individuos animados por la fe, abiertos al amor fraterno, sensibles a las defensa de la dignidad de la persona, hecha a imagen de Dios», afirmó el Papa en la homilía.

Entre los presentes se encontraban el metropolitano Jovan, que guiaba una delegación ortodoxa enviada por el patriarca de Belgrado, Su Beatitud Pavle, así como representantes de comunidades surgidas de la Reforma protestante, de la comunidad judía e islámica.

Desde la explanada se divisaba Vukovar, ciudad destruida en 1991, y ocupada durante seis años por el Ejército serbio. Antes del conflicto, la ciudad tenía 40.000 habitantes; hoy no tiene más que 27.000, en buena parte ortodoxos.

La guerra provocó en esta zona la muerte de más de 5.500 personas y el éxodo forzado de unas 100.000.

La Iglesia católica pagó un durísimo tributo. En la diócesis de Djakovo-Srijem, se destruyeron totalmente 30 iglesias y capillas y 50 quedaron gravemente dañadas.

El obispo, Marin Srakić, en las palabras de saludo que dirigió al inicio de la eucaristía, asumió en nombre de los fieles un compromiso: «No queremos ser esclavos del pasado, sino un pueblo con la mirada puesta en el futuro».

Un futuro, añadió, «que hay que edificar junto a los fieles de las demás Iglesias cristianas y de las diferentes comunidades religiosas, y con todas las personas de buena voluntad».

Por su parte, el Papa invitó en particular a los laicos «a asumir generosamente vuestra parte de responsabilidad para la vida de las comunidades eclesiales a las que pertenecéis».

«¡Ningún bautizado puede quedar ocioso!», exclamó.

«¡No os desaniméis ante la complejidad de las situaciones! –subrayó– Buscad en la oración el manantial de toda fuerza apostólica; sacad del Evangelio la luz que debe dirigir vuestros pasos».

El calor húmedo era difícil de soportar. La Policía informó de la muerte por infarto, provocado por temperaturas superiores a los 35 grados, de dos personas: una mujer de 56 años y un hombre de 43 años. Quince personas tuvieron que ser internadas en el hospital y 500 atendidas en primeros auxilios.

El toldo blanco protegía con dificultad al Papa del sol. Joaquín Navarro-Valls, portavoz de la Santa Sede, reconoció después con los periodistas que el calor «ha puesto a prueba» al Santo Padre, pero que éste se encuentra bien, aunque en algunos momentos haya padecido las altas temperaturas.

Al final de la misa, tuvo lugar al coronación de la estatua de la Virgen de Aljmas y de la imagen de la Virgen de Vocin, dos santuarios marianos destruidos por la guerra y ahora reconstruidos.

En la tarde, el Papa visitó la catedral de Djakovo, donde se recogió en un momento de oración. Luego se dirigió al aeropuerto de Osijek/Klisa para regresar a Rijeka, donde está pernoctando en estos días en Croacia.

En el mismo aeropuerto abrazó a una pareja de jóvenes esposos cuyas piernas han sido mutiladas por la explosión de la minas que todavía infestan la región.

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ZENIT Staff

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