La irresponsabilidad ecológica hunde sus raíces en un problema moral, afirma el Papa

En un mensaje enviado al patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I

Share this Entry

CIUDAD DEL VATICANO, 11 junio 2003 (ZENIT.org).- En un mensaje enviado al patriarca ecuménico de Constantinopla –Bartolomé I–, Juan Pablo II ha puesto de manifiesto las repercusiones inevitables que sufre la creación cuando el ser humano «da la espalda al plan del Creador».

El texto del Santo Padre –publicado este miércoles por la Sala de Prensa de la Santa Sede–, fue entregado al patriarca por el cardenal Walter Kasper –presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos– en el marco del V Simposio sobre Medio Ambiente organizado por el patriarcado.

En torno al tema «El mar Báltico: patrimonio común, responsabilidad compartida», entre científicos, teólogos, políticos y periodistas, 250 han sido los participantes de este encuentro itinerante celebrado en un barco que recorrió el mar Báltico desde el 2 de junio, fecha en que partió de Gdansk (Polonia) para llegar el pasado día 8 a Estocolmo (Suecia), donde se celebró la liturgia de Pentecostés en la catedral luterana de la ciudad.

En su mensaje al patriarca, el Papa incide en la importancia de que sea comprendida la naturaleza de la crisis ecológica. «La relación entre los individuos o comunidades y el medio ambiente no puede separarse nunca de la relación con Dios», afirma Juan Pablo II.

«La irresponsabilidad ecológica es, en el fondo, un problema moral –basado en un error antropológico– que se produce cuando el ser humano se olvida de que su capacidad para transformar el mundo debe siempre respetar el plan divino», advierte Juan Pablo II.

El hecho de que el simposio haya transcurrido en un buque que ha pasado por distintos puertos «supone de por sí una fuerte evocación de que los efectos de la irresponsabilidad ecológica a menudo atraviesan las fronteras de las naciones».

«Del mismo modo –añade el Papa–, las soluciones a este problema deben ir acompañadas necesariamente de actos de solidaridad que transciendan las divisiones políticas o los intereses industriales de miras estrechas».

En el ámbito del proyecto «Religión, Ciencia y Ambiente», simposios como éste han sido organizados en años precedentes por el patriarcado de Constantinopla –«primus inter pares» entre las Iglesias ortodoxas–, en el Mar Egeo, Mar Negro, Danubio y Mar Adriático.

El simposio en el Mar Adriático, celebrado en junio del año pasado, concluyó con la «Declaración de Venecia» (Cf. Zenit, 11 junio 2002), firmada contemporáneamente por conexión vía satélite por Juan Pablo II, desde el Vaticano, y por Bartolomé I, en el Palacio Ducal de la ciudad de las góndolas.

Aludiendo a la declaración conjunta, Juan Pablo II recordó además que «los cristianos deben estar dispuestos siempre a asumir al unísono sus responsabilidades dentro del plan divino de la creación, una responsabilidad que conduce al gran campo de la cooperación ecuménica e interreligiosa».

En este sentido, según el Santo Padre, la solución a los desafíos ecológicos requiere algo más que propuestas económicas y tecnológicas: «Requiere un cambio interior del corazón que lleve a rechazar pautas insostenibles de consumo y producción» así como un «comportamiento ético que respete los principios de solidaridad universal, justicia social y responsabilidad».

Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación

@media only screen and (max-width: 600px) { .printfriendly { display: none !important; } }