CASTEL GANDOLFO, 13 julio 2003 (ZENIT.org).- El redescubrimiento de Jesucristo y su mensaje es la clave para que Europa recupere la esperanza y el fundamento de los derechos humanos que en este continente tienen su cuna, reconoce Juan Pablo II.
«Paradójicamente, la cuna de los derechos humanos corre el riesgo de perder su fundamento, erosionado por el relativismo y el utilitarismo», constató este domingo a mediodía, antes de rezar la oración mariana del «Angelus».
El pontífice dedicó el encuentro con los peregrinos, reunidos en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, donde el Papa pasa las vacaciones a unos 30 kilómetros de Roma, a comentar el mensaje central de la exhortación que publicó el 28 de junio pasado, «Iglesia en Europa» («Ecclesia in Europa»), en la que recoge las conclusiones del segundo sínodo de los obispos del continente (1999).
«En este momento histórico, en el que tiene lugar un importante proceso de reunificación de Europa a través de la ampliación de la Unión Europea a otros países, la Iglesia observa con una mirada llena de amor a este continente», aseguró.
«Junto a muchas luces no faltan algunas sombras». En particular, mencionó «una cierta pérdida de la memoria cristiana»; «una especie de miedo a afrontar el futuro»; «una difundida fragmentación de la existencia»; «la difusión del individualismo»; y «una creciente debilitación de la solidaridad interpersonal».
«Se asiste a una especie de pérdida de la esperanza, en cuya raíz se encuentra el intento de hacer prevalecer una antropología sin Dios y sin Cristo», dijo como resumen de su análisis.
En esta situación, según el obispo de Roma, los creyentes hacen un anuncio: «Jesucristo vivo en su Iglesia y fuente de esperanza para Europa» (lema del sínodo europeo).
«La cultura europea da la impresión de ser una apostasía silenciosa por parte del hombre autosuficiente que vive como si Dios no existiera», subrayó.
«Por eso –propuso–, la urgencia más grande que atraviesa Europa, tanto en el Este como en el Oeste, es su creciente necesidad de una esperanza que pueda dar sentido a la vida y a la historia, y caminar juntos».
«Pero, ¿cómo es posible satisfacer un anhelo tan profundo de esperanza?», se preguntó el Papa.
«Es necesario regresar a Cristo y volver a comenzar a partir de Él», respondió. La Iglesia «debe ofrecer a Europa el bien más precioso que nadie más puede dar: es decir, la fe en Jesucristo, fuente de la esperanza que no defrauda».