SAN MIGUEL DE TUCUMÁN, 16 julio 2003 (ZENIT.org–Aica).- La crisis argentina, que es «fundamentalmente moral» y que se traduce en una sociedad que «privilegia la individualidad egoísta sobre el bien común», reclama un esfuerzo educativo, puesto que «no es posible hacer madurar al pueblo sin educación», constató el arzobispo de Tucumán, monseñor Luis Héctor Villalba.
Al presidir en la catedral local el «Te Deum» por el Día de la Independencia, el prelado explicó que «la grandeza de un país no pasa solamente por lo económico, sino por lo cultural y educacional, que lo sustentan». Por ello insistió en la importancia de prestar una atención primordial a la educación.
«Para que nuestro país tenga “salida”, es imprescindible que las escuelas funcionen, que los docentes asistan y que todos los educadores realicen su tarea con tranquilidad económica y espiritual», subrayó ante los presentes, entre quienes había autoridades nacionales y provinciales.
El prelado recordó que Tucumán no es sólo cuna de la independencia, sino también de la educación, dado que la primera escuela del país la abrieron los padres franciscanos en 1566 en el antiguo emplazamiento de Ibatín.
Sin embargo, lamentó que «la educación todavía sea una cuestión pendiente» porque parece que «el Estado no apuesta por ella», cuando de hecho debería ser una «política de Estado». La educación «es el medio normal para la maduración del hombre y para insertarlo en la sociedad», afirmó el prelado.
De todas maneras, aclaró que aunque el Estado debe «favorecer y estimular la iniciativa social», es la familia la base de la sociedad civil, por lo que debe tener garantizado «su derecho a la educación que ella juzgue conveniente para sus hijos».
«No hay posibilidad de progreso político o de crecimiento económico sin un paralelo desarrollo social, que supone una educación con igualdad de oportunidades para todos sus miembros», añadió.
En este contexto, el arzobispo de Tucumán invitó a «cuidar y proteger la educación de los miembros más débiles o marginados» y consideró que «la democracia, que exige una participación personal, consciente y comprometida, debe preocuparse por la creciente educación de sus ciudadanos para que no sean muchedumbres gregarias, sino pueblo responsable».
Tras insistir en que «la mayor de las pobrezas es la falta de educación», monseñor Villalba exhortó finalmente a «lograr una educación de calidad para todos, pues es el recurso más necesario para combatir la pobreza».