Reproducción humana: Jugando a ser como Dios

La era de las «madres no nacidas» podría marcar nuevas lagunas bioéticas

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MADRID, 19 de julio de 2003 (ZENIT.org).- El divorcio entre la ética y la tecnología en el campo de la reproducción humana parece completo. El encuentro anual de la Sociedad Europea de Reproducción Humana y Embriología, reunida en Madrid del 29 de junio al 2 de julio, fue testigo de nuevos anuncios que han dejado alarmados a los observadores.

Cuando los científicos sugirieron la posibilidad de extraer tejido ovárico de fetos abortados, los titulares de los periódicos de todo el mundo proclamaron la era de las «madres no nacidas». Los investigadores anunciaron que habían sido capaces de sacar ovarios inmaduros de fetos de cuatro meses, informó el 1 de julio el diario británico Independent. Los investigadores esperan probar que el tejido se puede estimular en tubos de ensayo para desarrollarlo hasta el estadio en que se puedan extraer los óvulos.

El equipo de científicos de Israel y Holanda ha ido más allá que cualquier intento anterior de experimentación con tejido ovárico de fetos humanos. Tal Biron-Shental, una ginecóloga del Meir Hospital-Sapir Medical Center en Kfar Saba, afirmaba que los investigadores habían obtenido tejido ovárico de siete fetos abortados de entre 22 y 33 semanas y los habían tratado para mantener los ovarios vivos durante cuatro semanas. Cuando se le preguntó si sería capaz de producir óvulos plenamente maduros de ovarios fetales, la doctora Biron-Shental afirmó: «Nos llevará todavía bastante tiempo. No lo sé exactamente».

Roger Gosden, uno de los principales especialistas en fertilidad que trabaja en el Jones Institute en Norfolk, Virginia, observaba que uno de los problemas éticos que implicaba este método es que el feto no puede dar su consentimiento.

Ulteriores críticas vinieron del arzobispo de Cardiff, Gales, monseñor Peter Smith, informaba el Guardian el 2 de julio. «Hay algo profundamente malo en nuestra sociedad cuando se puede incluso llegar a contemplar cómo se cosechan óvulos de ovarios de fetos abortados», afirmaba el arzobispo. «¿Cómo es que podemos reconocer que el feto abortado es bastante humano como para convertirse en un padre biológico y, sin embargo, no es lo suficientemente humano para tener derecho a vivir?».

La siguiente provocación vino de Suecia. Los investigadores de ese país afirmaron que, en el plazo de tres años, sería posible trasplantar las matrices, informó el 2 de julio el London Times. Los científicos explicaron que los trasplantes funcionarían mejor si el útero donado provenía de la madre o de la hermana de la receptora, para minimizar las posibilidades de rechazo. La receptora concebiría entonces por inseminación in vitro.

Las pacientes tendrían que tomar fármacos inmunosupresores para evitar que sus cuerpos rechazaran el órgano. Pero una vez que la mujer hubiera dado a luz los niños que quisiera, se podría quitar la nueva matriz. El Times informaba que cerca del 4% de los motivos de infertilidad femenina es causado por problemas de útero.

El equipo sueco, liderado por el doctor Mats Brännström, de la Universidad de Sahlgrenska en Goteborg, declaraba que el último año había logrado con éxito transplantar una matriz en ratones, que más tarde dieron a luz. Brännström especulaba con que la técnica podría usarse para transplantar matrices en varones transexuales, permitiéndoles quedarse embarazados usando óvulos donados. Sin embargo, reconocía, la forma de la pelvis del varón crearía ciertos problemas.

Mitad hombre, mitad mujer
Las preocupaciones sobre la carencia de restricciones éticas aumentaron más con el anuncio de un experimento que ha creado un embrión humano hermafrodita. La quimera se formó al colocar células de un embrión varón recién concebido en un embrión femenino de tres días, informó el 3 de julio el London Telegraph. El embrión resultante era en parte hombre y en parte mujer, y podría desarrollarse potencialmente en un feto aparentemente sano.

El experimento fue llevado a cabo por el doctor Norbert Gleicher, director de una clínica privada de fertilidad de Estados Unidos. Después de tres días, las células masculinas parecían haberse distribuido uniformemente en 12 de las quimeras, afirmaba ante la conferencia de Madrid. Los embriones fueron destruidos poco después.

Gleicher afirmaba que este tipo de quimeras podrían ayudar a tratar enfermedades genéticas tales como inmunodeficiencia severa combinada. «Si tienes un embrión defectuoso y eres capaz de introducir sólo un 15% de células sanas, puedes ser capaz de tratar desórdenes genéticos singulares», afirmaba. «Normalmente podrías hacer esto con embriones del mismo sexo, pero lo hicimos con sexos diferentes a manera de modelo. Nuestro propósito primario era ver si resultaba factible y pienso que tenemos evidencia convincente de que la respuesta es afirmativa».

Pero Lynn Fraser, especialista en fertilidad en el King’s College de Londres, cuestionaba el objetivo de los experimentos y el hecho de que las quimeras puedan usarse para tratar desórdenes genéticos singulares. «Esto no es viable», afirmaba. «Biológicamente es una postura falsa».

Jugando a ser como Dios
La erupción de experimentos extremos anunciados en Madrid levantó fuertes reacciones, especialmente en la prensa británica. En un artículo titulado «Jugando a ser Dios», publicado el 3 de julio en el Guardian, Hilary y Steven Rose, socióloga y biólogo respectivamente, observaban: «Todo en este mundo occidental tecnológicamente sofisticado funciona como si los consumidores fuesen reyes y reinas».

Las desventajas de tales técnicas, comentaban, incluyen la crisis a que hará frente «el niño que aprende que es el producto de un óvulo fertilizado cosechado de un feto muerto desde hace tiempo y de esperma congelado de una fuente no identificable». También corremos el riesgo de convertir a los niños en mercancía, «con especificación de producto, control de calidad y rechazo de los productos defectuosos: sexo incorrecto, genes incorrectos».

Es verdad, observaban, que hay cada vez más problemas a la hora de tener hijos. Pero la expansión de la fecundación in vitro «comienza con el objetivo incorrecto». Recomendaban más prevención, como que las mujeres tengan niños a una edad más temprana.

El 6 de julio, la comentarista del Sunday Times, India Knight, observaba que la raíz del problema con los experimentos de fecundación in vitro se está escapando de las manos con «la fijación de algunas personas con su ‘derecho’ a tener hijos». Al mismo tiempo presentaba la cuestión de los derechos de los embriones. «Están vivos, tanto como para ser capaces de crear vida por ellos mismos».

En un artículo publicado el mismo día por el Telegraph, el primado católico de Inglaterra y Gales, el cardenal Cormac Murphy-O’Connor, criticaba al Parlamento por gastar tanto tiempo en su reciente debate sobre la ética de la caza del zorro, mientras ignora problemas como la investigación con la fecundación in vitro. «¿Cuándo comenzaremos a debatir la ética del futuro de nuestra especie con la misma pasión y minuciosidad que debatimos el futuro de nuestros zorros?», preguntaba.

El cardenal expresaba su preocupación de que «el desarrollo científico está sobrepasando con mucho nuestra capacidad de entender y salir al paso a los profundos dilemas éticos que cada nueva forma de investigación presenta».

El cardenal Murphy-O’Connor pidió una reflexión seria sobre la santidad de la vida y su transmisión. «Es el momento de un debate constructivo e informado a nivel del público en general, que no se vea conducido por intereses torcidos o comerciales. Existe el riesgo, en caso contrario, de un colapso intelectual y moral en temas de enorme importancia para todos nosotros, como seres humanos».

El número 2378 del Catecismo de la Iglesia católica declara: «El hijo no es un derecho sino un don»
. El «don más excelente del matrimonio» del matrimonio, observa el Catecismo, es una persona humana.

Y continúa: «El hijo no puede ser considerado como un objeto de propiedad, a lo que conduciría el reconocimiento de un pretendido ‘derecho al hijo’. A este respecto, sólo el hijo posee verdaderos derechos: el de ‘ser el fruto del acto específico del amor conyugal de sus padres, y tiene también el derecho a ser respetado como persona desde el momento de su concepción’».

Las últimas noticias muestran el peligro de olvidar los derechos de los hijos ante las fuertes acometidas de la reproducción a cualquier coste.

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ZENIT Staff

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