CASTEL GANDOLFO, 20 julio 2003 (ZENIT.org).- En el contexto de la aprobación de la Constitución Europea el próximo octubre, Juan Pablo II ha destacado la importancia de ayudar a «la nueva Europa» a construirse a sí misma, «revitalizando las raíces cristianas que le dieron origen».
Ante los fieles reunidos para el rezo del «Ángelus» en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, donde pasa sus vacaciones a unos 30 kilómetros de Roma, el Santo Padre volvió sobre la reciente Exhortación apostólica post-sinodal «Ecclesia in Europa» constatando que «Europa ha sido amplia y profundamente impregnada por el cristianismo».
De hecho –explicó–, en la «compleja historia del Continente», el cristianismo constituye «un elemento central y calificador que ha ido consolidándose sobre el fundamento de la herencia clásica y de las diferentes contribuciones ofrecidas por los flujos étnico-culturales que se han sucedido a lo largo de los siglos».
«Se puede decir –prosiguió el Papa– que la fe cristiana ha plasmado la cultura de Europa haciendo un todo con su historia y, a pesar de la dolorosa división entre Oriente y Occidente, el cristianismo se ha convertido en “la religión de los europeos”».
Constatando además la influencia del cristianismo tanto en la época moderna como en la actualidad, «pese al fuerte y difundido fenómeno de la secularización», el Santo Padre invitó a no disipar este patrimonio; antes bien «hay que ayudar a Europa a construirse a sí misma revitalizando las raíces cristianas que le dieron origen».
En este contexto, el Papa aclaró que el interés de la Iglesia por Europa brota de su propia misión, pues «como depositaria del Evangelio, ha promovido aquellos valores que han hecho universalmente apreciada la cultura europea».
De ahí que en los intensos trabajos de redacción de la Constitución Europea, «que interesa a todos los componentes de la sociedad europea, también la Iglesia siente que debe ofrecer su propia contribución», subrayó.