ROMA, 24 julio 2003 (ZENIT.org).- San Pío de Pietrelcina y la Madre Teresa de Calcuta despertaron la necesidad de un modelo radicalmente renovado de la relación médico-paciente en el que «la medicina no es un servicio que se presta sólo al individuo, sino directamente a Cristo presente en cada enfermo».
«Es difícil practicar esta “medicina del corazón” que va más allá de las apariencias y llega a una sustancia misteriosa de la que tenemos constancia en el Evangelio de San Mateo», explica Francesco Di Raimondo, un médico que colaboró personalmente con el santo de Pietrelcina y la futura beata.
Los dos representan el ejemplo de cómo el amor hacia el prójimo puede convertirse en una realidad tangible: el Padre Pío puso en marcha la Casa del Alivio del Sufrimiento y la Madre Teresa fundó las Hermanas de la Caridad para aliviar el dolor de los enfermos de lepra en la India.
Impulsado por el «deber» de ofrecer su testimonio por haber tenido la «gracia» de conocer con profundidad a estas dos figuras de la Iglesia, el doctor Di Raimondo ha escrito el libro «Padre Pío, Madre Teresa: la experiencia de un colaborador médico» (Editorial Borla).
«Con el Padre Pío se desarrolló una profunda devoción espiritual que generó posteriormente una petición por parte del religioso de colaborar con la estructura de la Casa del Alivio y, especialmente, en la organización de esta gran obra de medicina avanzada», explicó a Radio Vaticana.
Con la Madre Teresa se produjo un encuentro «que generó una disponibilidad por mi parte ante su petición de ayudar a los más pobres», recordó.
El médico del hospital Spallanzani de Roma ha querido reflejar en su libro «una doble herencia que debemos recoger, como bautizados y como médicos», del Padre Pío y de la Madre Teresa.
Como bautizados «debemos darnos cuenta de que estos dos santos nos dejaron una orientación muy fuerte de ejercer toda actividad no como algo sólo de carácter técnico-profesional, sino como una realidad de conversión», constató el doctor Di Raimondo.
«En cuanto a la herencia que se refiere a la medicina –añadió–, debemos dar consistencia a un modelo radicalmente renovado de la relación médico-paciente».
Se trata de lo que el doctor Di Raimondo define como una «medicina innovada» que «hace lugar a algo que hasta ahora ha sido muy descuidado, la “medicina subjetiva”: si es importante curar la enfermedad, es igualmente importante que el médico se transforme en escucha amorosa, paciente y solidaria del enfermo y le ayude a expresar con su voz de sufrimiento su vivencia de la enfermedad».
«La enfermedad grave representa un desconcierto existencial», explica el médico. Por ello, el hecho de que el paciente tenga con el especialista una relación no sólo cliente-profesional, sino de amistad verdadera, «es un salto de cualidad formidable para la medicina, también si la ejercen médicos no creyentes».
Como reconoce el doctor Di Raimondo, el encuentro con el Padre Pío y la Madre Teresa «me ayudó a tomar conciencia de los riesgos de una medicina que con demasiada frecuencia se hace mercado o lucha por la carrera, que con demasiada frecuencia se niega a esa intimidad entre la persona del médico y la persona del enfermo».
De hecho, este último es un aspecto «que por sí mismo ya es un modo de ir más allá de la angustia de una enfermedad que aparentemente no tiene escapatoria», concluye.