CASTEL GANDOLFO, 27 julio 2003 (ZENIT.org).- La difusión del ateísmo práctico, por el que se vive como si Dios no existiera, exige un serio examen de conciencia por parte de cada católico, considera Juan Pablo II.
Así lo expuso al encontrarse este domingo con los peregrinos que se reunieron en el patio de la residencia pontificia de Castel Gandolfo, donde el Papa transcurre sus vacaciones de verano, para rezar con él la oración mariana del «Angelus».
El Santo Padre, tras recordar que el primer mandato que ha recibido la Iglesia de Cristo es «proclamar el Evangelio hasta los últimos confines de la tierra», reconoció que este compromiso hoy debe ser «renovado».
«Con frecuencia, de hecho, el conocimiento del cristianismo se da por descontado mientras, en realidad, la Biblia es poco leída y estudiada, no siempre se profundiza en la catequesis, se participa poco en los Sacramentos», aclaró.
«De este modo, en lugar de la auténtica fe se difunde un sentimiento religioso genérico y poco comprometedor, que puede convertirse en agnosticismo y ateísmo práctico», añadió.
Esta situación, indicó, «exige la presencia de católicos adultos en la fe y de comunidades cristianas misioneras que testimonien el amor de Dios a todos los hombres».
«Este renovado anuncio de Cristo tiene que ser acompañado por una profunda unidad y comunión dentro de la Iglesia, así como por un sincero compromiso en el campo ecuménico y en el diálogo con los seguidores de otras religiones», insistió.
«El Evangelio es luz que ilumina todo el amplio campo de la vida social –subrayó–: desde la familia, hasta la cultura, la escuela y la universidad, los jóvenes y los medios de comunicación, la economía, la política… Cristo sale al encuentro del hombre allí donde vive y obra y ofrece pleno sentido a su existencia».
El obispo de Roma considera que éste es en particular el gran desafío que tienen que afrontar en estos momentos los católicos de Europa y el objetivo de la exhortación apostólica «Ecclesia in Europa», que promulgó el 28 de junio pasado.
En ese documento el Papa recoge las conclusiones del segundo sínodo de la historia de obispos de Europa, celebrado en Roma en octubre de 1999, y que, según él mismo afirmó, hace un llamamiento fundamental: «Iglesia en Europa, ¡entra en el nuevo milenio con el libro de los Evangelios!».
«Que la comunidad eclesial lo acoja con alegría, convirtiéndose en cada uno de sus componentes y en su conjunto, en signo creíble del mensaje de la salvación», deseó el pontífice.