Ante el drama del Congo, los católicos deben responder con el Evangelio

Entrevista con el arzobispo de Kisangani, monseñor Laurent Monsengwo Pasinya

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KINSHASA, 29 julio 2003 (ZENIT.org).- Según el arzobispo de Kisangani y presidente del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SECAM), monseñor Laurent Monsengwo Pasinya, el desafío para los cristianos de la región africana de los grandes lagos, sometidos a un prolongado conflicto, es llevar una vida conforme al Evangelio.

Así se expresó en una entrevista concedida a Fides sobre la situación de guerra que atraviesa su país, la República Democrática del Congo (RDC), y los otros Estados de los Grandes Lagos (Burundi, Ruanda y Uganda).

De hecho, la RDC está atravesando una fase delicada después de que el 17 de julio asumiera el poder el nuevo gobierno de unidad nacional. La primera reunión del nuevo ejecutivo fue aplazada porque los ministros procedentes de las filas de dos nuevos movimientos rebeldes se negaron a jurar fidelidad al presidente Joseph Kabila.

–Su país se ve envuelto desde 1998 en una guerra que ha provocado hasta el momento al menos 3 millones de victimas ¿Existen señales de esperanza?

–Monseñor Laurent Monsengwo Pasinya: Los últimos progresos, en particular el acuerdo para la adopción de una Constitución de transición y la formación de nuevas instituciones políticas (gobierno, parlamento y magistratura) son señales importantes de esperanza, si bien son lentos y pierden validez ante posibles conflictos.

–¿Cómo se puede continuar el trabajo de evangelización en un país dividido por la guerra? ¿Cómo hacer progresar la paz y la reconciliación?

–Monseñor Laurent Monsengwo Pasinya: La guerra supone siempre para la Iglesia y para la evangelización varios desafíos. En primer lugar, cualquier guerra divide a los hombres y mujeres en dos o más campos. La Iglesia debe combatir contra esta división emprendiendo iniciativas que demuestren que es el sacramento de unidad del genero humano, como enseña el Concilio Vaticano II.

En segundo lugar la guerra pone en peligro la vida. La Iglesia debe proclamar el Evangelio de la vida, atrayendo la atención de todos sobre el crimen de trivializar la vida humana.

En tercer lugar, como dice la carta pastoral del Simposio de las Conferencias Episcopales de África y Madagascar (SCEAM) titulada «Cristo es nuestra paz» (Ef 2,14), «la guerra y los conflictos comienzan siempre –incluso en estado latente– cuando es violado un derecho». La Iglesia debe anunciar las violaciones de los derechos humanos y proclamar que no hay paz duradera sin justicia. En el caso de nuestro país, la Iglesia debe insistir en soluciones fundadas en el diálogo –y no en las armas– y en el pleno respeto de los derechos de los Estados (integridad territorial y soberanía nacional), de los derechos de la persona y de los de la comunidad.

En cuarto lugar, la guerra provoca la difusión a gran escala de sentimientos de odio, venganza y xenofobia. La Iglesia, sacramento del perdón y de la reconciliación, debe proclamar el Evangelio del perdón, de la reconciliación y la fraternidad: «No existe justicia sin perdón» (Juan Pablo II). En la República Democrática del Congo, como en el resto de África, la Iglesia católica ha adoptado el concepto de «Iglesia – familia de Dios» como «caballo de batalla» en la lucha contra la guerra: no puedes matar a tu hermano o hermana. La familia no es de por sí un lugar de litigio y de conflicto, sino de armonía y paz.

–¿Qué otros desafíos tiene la Iglesia en la República Democrática del Congo?

–Monseñor Laurent Monsengwo Pasinya: Además de los cuatro desafíos recordados (ser testimonio de la unidad del genero humano, del Evangelio de la vida, de la paz, de la justicia, del perdón, de la reconciliación y la fraternidad), existe otro desafío para los cristianos: ser patriotas sin dejar de ser hermanos de los habitantes de los países en guerra contra nosotros.

A decir verdad, el Señor lanza a sus discípulos del África de los Grandes Lagos el desafío de una vida conforme al Evangelio integro. Por otra parte, no es fácil ser fieles en una situación de guerra prolongada, sobre todo para los Pastores que deben sostener la esperanza del pueblo.

Por último, el gran desafío es el de la opción preferencial por los pobres, los desheredados, los refugiados y los evacuados, un pueblo cuya miseria no deja de crecer; esto puede poner los pelos de punta a los responsables de la Iglesia.

–¿Cuáles son las conclusiones de la Asamblea Plenaria de los obispos congoleños celebrada en Kinshasa del 7 al 12 de julio?

–Monseñor Laurent Monsengwo Pasinya: Esta reunión de la Asamblea Plenaria era un poco especial. De hecho, tuvo lugar durante la visita pastoral a nuestro país del cardenal Crescenzio Sepe. Esto ha supuesto dos tipos de reuniones de trabajo: por una parte, los encuentros del cardenal –prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos– con todos los obispos reunidos en la sede de la Conferencia Episcopal Nacional del Congo (CENCO) y en la Nunciatura Apostólica con las asambleas provinciales; por otra, las reuniones de la CENCO. Estas han comportado el examen de las relaciones de las Comisiones Episcopales de la CENCO, la aprobación de los nuevos estatutos de la Facultades Católicas de Kinshasa (FCK) –que se convertirán en la Universidad Católica del Congo (UCC)–, la aprobación de los nuevos estatutos del clero diocesano del Congo y el examen de los estatutos del laicado católico.

Además, la Asamblea Plenaria ha constatado la persistencia de una falta de voluntad política en la búsqueda de soluciones adecuadas para el pueblo congoleño. Invitó por lo tanto a las personas llamadas a dirigir la cuestión pública a ejecutar con conciencia este objetivo y a toda la población a comprometerse en la vía del perdón, de la reconciliación y de la paz.

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ZENIT Staff

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