En la homilía que pronunció en la celebración eucarística en la Catedral Metropolitana, el purpurado recordó el apremiante llamamiento de la semana pasada –«La sangre de tu hermano me grita desde la tierra»– lanzado por los obispos mexicanos «para sensibilizar y buscar caminos de solución ante el fenómeno y la tragedia de los migrantes».
«El mismo Señor Jesús vivió esta situación cuando la familia de Nazaret, ante la soberbia del hombre y el abuso del poder, huyó a Egipto», constató el purpurado.
«Estas actitudes imperan todavía en diversos lugares de nuestra patria y del mundo –añadió– y ya sea por las guerras o por necesidades económicas muchos hermanos, hombres y mujeres, se ven obligados a abandonar su lugar de nacimiento en búsqueda de mejores condiciones de vida».
Hay quienes logran alcanzar su ideal, pero «no podemos cerrar los ojos –exhortó el prelado– ante las situaciones difíciles que deben afrontar y que en ocasiones les cuestan la vida», como cuando se encuentran con quienes aprovechándose de sus necesidades, ofrecen medios de trasporte que se convierten en trampas mortales.
Además, al llegar a su destino, otros inician «un nuevo calvario por el desprecio de los habitantes de la ciudad o del país, el desconocimiento de la lengua o de las costumbres, el desarraigo familiar y la soledad en que se encuentran», unido a la falta de recursos básicos.
«Los obispos de los Estados Unidos y los obispos de México hemos pedido a los fieles católicos que apoyen a sus respectivos gobiernos para que establezcan un enfoque de derechos humanos en materia de migración y para que en sus políticas eviten asimilar la migración a la criminalización y no vinculen sistemáticamente la migración con el terrorismo», concluyó el cardenal Rivera.