CIUDAD DE MÉXICO, miércoles, 31 marzo 2004 (ZENIT.org).- Con un llamamiento a las autoridades nacionales y a la ONU para que muestren su desacuerdo con la iniciativa de promover la homosexualidad como un derecho humano ha concluido este miércoles el III Congreso Mundial de Familias en México.
Así se desprende de las conclusiones presentadas al término del encuentro que ha reunido en la capital mexicana a unos 3.500 asistentes de organizaciones civiles y sociales de 50 países y representantes de distintas religiones.
Bajo el lema «La Familia Natural y el Futuro de las Naciones, Crecimiento, Desarrollo y Libertad», desde el lunes pasado el congreso ha buscado proporcionar un espacio intercultural e interreligioso de encuentro, reflexión, diálogo y propuesta para hacer posible y construir juntos un mundo idóneo para la familia.
Para ello, ha hecho balance de las amenazas y los retos que enfrenta la familia diez años después del que fuera declarado por la ONU «Año Internacional de la Familia».
Las conclusiones del Congreso Mundial recogen la petición de trescientas instituciones de más de cincuenta países participantes «a las autoridades de nuestros respectivos países y al secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan» para que se «pronuncien en contra de la iniciativa presentada en días pasados por diversos países para promover la orientación sexual de los homosexuales y lesbianas como un derecho humano».
Esta iniciativa contradice «la naturaleza y dignidad humana y las instituciones básicas de la sociedad: la familia y el matrimonio», advierte el documento.
En cinco puntos, el texto recuerda que la familia «es una institución de derecho natural, origen de la sociedad» y su «célula básica y fundamental».
La familia –prosigue– está formada por «el conjunto de personas que se encuentran vinculadas por una relación de parentesco, el cual puede ser por consanguinidad, afinidad o legal, según deriven de la filiación, el matrimonio o la adopción».
El único medio ético para formar una familia es el matrimonio, que está basado en la «naturaleza humana» y se constituye «por la unión de un varón y una mujer», observa el Congreso Mundial.
De ahí que, «por ser contrario a la naturaleza humana, no podrá reconocerse como matrimonio la unión de personas del mismo sexo».
Los participantes de medio centenar de países alertan finalmente de que «la vida y el respeto de la dignidad humana son los primeros y fundamentales derechos del hombre», por lo que «deben ser respetados desde el momento mismo de la concepción».