PRAGA, miércoles, 2 junio 2004 (ZENIT.org).- La Santa Sede ha pedido encontrar mecanismos para garantizar la redistribución de los recursos globales ante las desigualdades creadas por el proceso de liberalización económica.
Así lo expuso monseñor Ettore Balestrero, oficial de la Secretaría de Estado del Vaticano, al intervenir en Praga en el Foro Económico de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE), que se celebra del 31 de mayo al 4 de junio.
La «liberalización y el cambio tecnológico no han beneficiado a todos los Estados miembros de igual manera, contribuyendo de este modo, en algunos casos, ha profundizar las desigualdades económicas entre nuestros países», comenzó constatando el representante papal.
«El futuro del de los países en vías de desarrollo está en sus manos: en la eficacia de su lucha contra la corrupción, del respeto de la ley y de la trasparencia, en su capacidad para aplicar legislaciones claras y adecuadas con incentivos fiscales, en el trato de los inversores extranjeros, y en la modernización de las infraestructuras. Ninguna condición por sí sola puede garantizar el éxito, pero la falta de una sola condición puede garantizar el fracaso», añadió.
«Por este motivo, un requisito fundamental para el establecimiento de una capacidad de desarrollo económico es la creación de adecuados instrumentos para la redistribución de los recursos globales», consideró el mensajero papal.
«Debe garantizarse un mayor suministro de bienes públicos globales, bienes indispensables relacionados con condiciones básicas de salud, con la protección del ambiente, con la investigación agrícola, con las tecnologías de la información», constató.
«Ahora bien, con frecuencia esto supera las posibilidades de un simple gobierno. Exige un esfuerzo concertado e inversiones económicas y financieras –reconoció–. Estos bienes deben ser transferidos sin barreras a los diferentes países, pues no van simplemente para beneficio de un solo Estado, sino que deben ser considerados como interés de la comunidad internacional en cuanto tal».
«Sabemos que todavía no hay instituciones y mecanismos internacionales que puedan hacer posible esa transferencia. Asimismo, somos conscientes del hecho de que los países desarrollados adoptan en el ámbito nacional políticas encaminadas a corregir los fallos del mercado y a paliar las reducidas oportunidades con que cuentan las regiones deprimidas», siguió afirmando.
«En algunos países –añadió–, puede ocurrir que la toma de decisiones públicas e incluso el mismo sector público sean excesivos. Pero el punto central es que a nivel mundial la situación es diversa: el desarrollo institucional se ha detenido ante las estructuras relacionadas con el mercado».
De ahí el llamamiento del Vaticano a la OSCE a ser consciente de esta limitación y a promover «programas adecuados de ayuda y redistribución».
La OSCE es la organización regional de seguridad más grande del mundo con 55 Estados miembros de Europa, Asia central y América del Norte. Opera alertando y previniendo conflictos, crisis de gestión, y en la rehabilitación tras los conflictos.