Funeral de sacerdote asesinado en Chile por ser «un hombre de Dios»

Según afirma el cardenal Errázuriz en la homilía

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SANTIAGO DE CHILE, martes, 27 julio 2004 (ZENIT.org).- El cardenal Francisco Javier Errázuriz, arzobispo de Santiago de Chile, afirmó este martes en la misa de exequias que el padre Faustino Gazziero fue asesinado por ser un hombre de Dios.

En su homilía, el purpurado, quien es también presidente de la Conferencia Episcopal de Chile, aseguró que el testimonio de fe del sacerdote, asesinado el 24 de julio en la misma catedral de la capital al concluir de celebrar misa por un joven que profería gritos satánicos, constituye un motivo de esperanza para los creyentes.

A la eucaristía, que concelebró junto a más de 30 obispos y decenas de sacerdotes, asistieron autoridades encabezadas por el presidente de Chile, Ricardo Lagos, y numerosos fieles.

El cardenal Errázuriz recordó que el padre Gazziero, al entrar a los 18 años en la orden de los Siervos de María (servitas), descubrió el rostro de Jesús y el amor a los hombres, especialmente a los más pobres y marginados. En 1960, año de su ordenación sacerdotal, dejó su familia y su país, Italia, y tomó su cruz de misionero.

Enviado a Chile, renunció a su ciudadanía para hacerse chileno. «Amaba servir en el silencio. Con inteligencia, cariño y responsabilidad se dedicó a la formación de la juventud», afirmó el purpurado según recoge una nota de la Conferencia Episcopal de Chile.

Antes de morir, recordó Errázuriz, sobre el mismo altar, el padre Faustino «había ofrecido el sacrificio de Cristo, había presentado el pan y el vino, había dicho con Jesús: «este es mi cuerpo que será entregado por vosotros» y «Éste es el cáliz de mi sangre…»».

Y agregó: «Ningún sacerdote puede decir sinceramente estar palabras sin ofrecer su propio cuerpo y sin ofrecer su propia vida y su propia sangre».

El cardenal se refirió también al autor del asesinato, quien según recordó, «invocaba a gritos» a Satán «en su desvarío». «En quienes obran así –manifestó– también gime la naturaleza dañada por el pecado. Sufren cadenas, ritos, violencias y grupos que corroen su humanidad. Son múltiples esclavitudes que les impiden lograr la paz».

«Un joven fanatizado ha dado muerte a un hombre sabio que pasaba por el mundo haciendo el bien», constató el presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM)

A los que no comparten la fe cristiana, el cardenal les invitó a «buscar juntos los caminos que conducen al bienestar material y espiritual, con amor a la verdad y solidaridad», pues «sabemos que los hermanos más extraviados y más agresivos sufren soledad».

«¿No ha sido la casa de Dios el descanso en el desconcierto, el refugio de los perseguidos, de la comunión en la solidaridad, del perdón, la bendición y la paz? ¿No necesita nuestro país estos espacios de verdad y amistad? ¿No necesita estos hombres de bien?», se preguntó el Arzobispo.

«Constatamos –agregó– males que cunden en nuestra sociedad y el mundo entero: el falso paraíso de un mero bienestar económico, de derechos sin deberes, genera frustraciones, depresiones, agresividades, adicciones y muertes».

«Acojamos la herencia espiritual que nos deja el padre Fustino. ¡Vivamos en paz!», fueron las palabras conclusivas la homilía.

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ZENIT Staff

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