Comunión Renovada de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo – Declaración común

Buenos Aires, 2 de julio de 2005

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BUENOS AIRES, lunes, 11 julio 2005 (ZENIT.org).- Publicamos íntegramente la Declaración Común presentada en el II Encuentro Fraterno convocado por CRECES (Comunión Renovada de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo) en Buenos Aires del 2 al 4 de julio

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Comunión Renovada de Evangélicos y Católicos en el Espíritu Santo

DECLARACIÓN COMÚN

Quiénes somos y en Quién creemos

Somos católicos y evangélicos que hemos experimentado a Cristo Resucitado, quien mediante su Espíritu Santo, que es Gracia, ha renovado espiritualmente nuestras vidas, tal como Jesús prometió a sus discípulos, antes de ascender al cielo.

Con gratitud y alegría damos testimonio de que esta experiencia ha revitalizado nuestra fe y nos ha dado una relación mucho más cercana con Dios, al que sentimos como nuestro Padre, y al que amamos profundamente en respuesta a su gran amor hacia nosotros. El Espíritu Santo ha llenado nuestro ser de admiración y de un nuevo entusiasmo por Dios. Por eso brotan desde nuestro corazón canciones de alabanza y adoración al Señor, tanto en nuestras reuniones como en nuestro diario vivir. Nuestras oraciones se han vuelto más espontáneas y sencillas. Sentimos que orar es hablar con un «papá» que nos ama y que se goza que estemos con él.

Evangélicos y católicos unánimemente creemos que Jesús es el Hijo de Dios. Creemos que Él, siendo Dios, se hizo hombre al nacer de la Virgen María por obra y gracia del Espíritu Santo. Creemos que Él es el único Salvador de todos los hombres; que murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra salvación; venció a la muerte, por lo tanto al pecado, la enfermedad, los demonios y a toda clase de injusticias. Creemos que Jesús hoy está resucitado y vivo; que está a la diestra del Padre; que tiene todo poder y autoridad en el cielo y en la tierra, que el Padre lo exaltó y le dio un nombre que está sobre todo nombre o realidad creada: ¡JESUCRISTO ES EL SEÑOR! Esta es nuestra fe.

Esta renovación espiritual nos ha llevado a un nuevo compromiso personal con Jesucristo. Nuestra fe no es un mero asentimiento intelectual a ciertas doctrinas cristianas sino una experiencia continua con Cristo Vivo. Él es nuestro Señor, nuestra vida, nuestra meta. La presencia de Jesús resucitado en nuestras vidas es un don, una gracia, que vibra dentro de nosotros y le da un sentido trascendente a nuestra existencia. Hoy tenemos ganas de vivir. Queremos manifestarles a todos que Dios es real, que es maravilloso vivir, y que no hay nada más hermoso que hacer la voluntad de Dios en todas las áreas de nuestra vida.

Creemos que Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos. Él tiene hoy el mismo poder para sanar a los enfermos, liberar a los oprimidos, hacer milagros y maravillas, levantar al caído y restaurar familias destruidas. Tenemos entre nosotros muchísimos testimonios que lo confirman. Creemos que el mayor de todos los milagros ha sido cambiar el corazón del hombre-seres humanos soberbio, rebelde, egoísta, avaro, injusto, mentiroso, pronto al juicio y a la condena del otro, en un corazón nuevo, que ama a Dios sobre toda las cosas y al prójimo como a sí mismo.

Disfrutamos mucho la lectura de la Biblia, la Palabra de Dios, y al hacerlo sentimos que Dios nos habla. El Espíritu Santo nos ayuda cada día a entenderla mejor. Sabemos que lo más hermoso del Evangelio no es leerlo, o predicarlo, sino practicarlo, pero hemos descubierto también que resulta imposible vivir el Evangelio con nuestras propias fuerzas; sólo es posible con la gracia del Espíritu Santo.

El Espíritu Santo abrió nuestros ojos espirituales, y comprendimos cosas muy simples y al mismo tiempo grandes. Cosas muy conocidas y a la vez ignoradas. Comprendimos que la Iglesia es más que un edificio material donde se rinde culto a Dios; la Iglesia es la gente, es el pueblo de Dios, la familia de Dios. Todos los que somos hijos de Dios, seamos evangélicos o católicos, somos hijos del mismo Padre, y por lo tanto, hermanos. Cristo quiere una sola Iglesia, y Él quiere que su Iglesia manifieste en el mundo la unidad y la santidad que caracterizan a Dios. Jesús oró al Padre: «Que sean uno, así como nosotros somos uno» (Juan 17,22).

Confesamos y pedimos perdón

Reconocemos con dolor los desencuentros y las divisiones que se han producido en la Iglesia, especialmente en los últimos siglos. No nos sentimos calificados para juzgar la historia y las razones por las que se produjeron esas divisiones, Dios es el único Juez. Hoy, evangélicos y católicos, renovados por el Espíritu Santo, nos arrepentimos de nuestras divisiones y de nuestras mutuas ofensas, y nos pedimos perdón. Confesamos nuestras actitudes sectarias, ya sean propias o heredadas. Reconocemos que al ver errores, fallas, y aún pecados en los que están del otro lado, en vez de amar e interceder a Dios los unos por los otros, nos hemos despreciado, juzgado, criticado, calumniado, ofendido, acusado, injuriado y hasta perseguido. Reconocemos que el mayor de nuestros pecados ha sido no habernos amado los unos a los otros como Cristo nos enseñó.

Por todo ello y por mucho más, pedimos perdón a Dios y a nuestros hermanos, en el nombre de Jesús. «Señor, ¡cuánto dolor causamos a tu corazón por nuestras divisiones! Perdónanos, Señor, porque por nuestras divisiones y pecados hemos sido un obstáculo para que millones de personas en el mundo conozcan a tu Hijo y sean salvos por él. También pedimos perdón a los habitantes de nuestra ciudad, de nuestro país y del mundo. Perdónanos Señor, y lávanos por la sangre de tu Hijo Jesús. Amén».

Nuestra Esperanza

Junto con nuestra confesión y arrepentimiento, damos testimonio de que en nuestra generación Dios, por su gran misericordia, está produciendo una bisagra histórica para revertir la división entre los cristianos. Este encuentro es una de las tantas pruebas de ello. Hubiera sido impensable un encuentro de estas características en nuestro país hace treinta años.

Este encuentro no es un hecho aislado. En muchos países se están produciendo experiencias similares y seguirán sucediendo cada vez en mayor medida en todas las naciones del mundo. Está escrito, es palabra de Dios, e inexorablemente se cumplirá: «Sucederá en los últimos días dice Dios: DERRAMARÉ MI ESPÍRITU SOBRE TODA CARNE…» (Hechos 2.17).

Por medio de esa efusión mundial del Espíritu Santo, la Iglesia – pueblo de Dios – alcanzará su pleno vigor espiritual y su santidad, y recuperará la unidad a la que fue llamada.

El Padre responderá plenamente la oración de su Hijo: «Que todos sean uno para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17,21). Seremos uno. Por la acción del Espíritu Santo progresaremos gradualmente desde la unidad del Espíritu, en la que estamos actualmente, hasta la unidad de la fe, y hasta llegar a ser un solo Cuerpo. ¡Seremos uno, y el mundo creerá!

¿Quién lo hará? Tenemos la respuesta: ¡EL ESPÍRITU SANTO!
¿Cuándo alcanzaremos la plenitud de esa unidad? No lo sabemos. Una cosa sí sabemos: Que el Señor ya ha comenzado a hacerlo, y lo completará.

Nuestro Compromiso y Propuesta

Al conocer el amor de Dios Padre y saber que todos somos tan amados por él, descubrimos nuestra mezquindad, nuestro egoísmo, nuestro individualismo. Dios está produciendo en nosotros un nuevo compromiso con nuestro prójimo. Estamos aprendiendo a amar, a servir, a ser generosos y solidarios con nuestros semejantes, más unidos entre nosotros. Nuestra lucha no es contra ninguna persona sino a favor de todos. Queremos ser una nación en la que el fundamento de la convivencia social sea el amor al prójimo. E
stamos comprometidos con el verdadero cambio; cambio que será posible únicamente si permitimos que Dios, por el Espíritu Santo, llene nuestros corazones del amor con el que él ama a todas las personas.

Nos comprometemos a luchar junto con todos los hombres de buena voluntad de nuestro país y del mundo para ser una sociedad en la que no haya excluidos por ningún motivo, porque «Dios no hace acepción de personas»; en la que cuidemos la casa común que Dios nos ha dado, que es este planeta tan lleno de recursos naturales, para el beneficio de todos y no de unos pocos; una sociedad en la cual a cada hombre y mujer le sea reconocida su dignidad como persona, hecha a la imagen y semejanza de Dios; en la que cada ser concebido tenga derecho a nacer, crecer y desarrollarse integralmente con igualdad de posibilidades; en la que las riquezas sean distribuidas con equidad entre los que las producen; en la que tengamos gobernantes honestos y capaces que usan sus cargos como puestos de servicio; en la que haya leyes justas que protejan a los más débiles.

Nos comprometemos a trabajar a favor de la identidad sexual que el Creador ha dado a cada ser humano; a favor de la unidad del matrimonio y de la familia; a favor del derecho de los padres de educar a sus hijos, incluyendo el aspecto de la sexualidad; a favor de una televisión que eduque, informe y entretenga sanamente y no una televisión que está minando los valores y las sanas costumbres de nuestra sociedad.

Católicos y evangélicos estamos absolutamente convencidos de que la encarnación de Jesucristo en la historia y la Buena Noticia que predicó con su vida, muerte y resurrección son el camino para una vida más humana y fraterna, el camino para construir una sociedad más justa, santa y solidaria.

La propuesta de Jesús es simple, profunda y sumamente práctica, «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». Y éste es nuestro mensaje y nuestra propuesta para todos los habitantes de nuestra patria y del mundo.

Buenos Aires, 2 de julio de 2005

C.R.E.C.E.S. CONSEJO EJECUTIVO

Jorge Himitian
Pastor de la Comunidad Cristiana

Carlos Mraida
Pastor de la Iglesia del Centro

Hector Petrecca
Pastor de la Iglesia Cristiana Bíblica

Norberto Saracco
Pastor de la Iglesia buena Nueva

Julia Torres
Coordinadora de la Comunidad de Jesús en Argentina

Abel Bulotta
Miembro del Equipo de Servicio de la Comunidad de Jesús

Pino Scafuro
Coordinador de la Renovación Carismática Católica
Región Buenos Aires

Raúl Trombetta
Miembro del Equipo Coordinador de la Región Buenos Aires de la Renovación Carismática Católica

ADHIEREN

Pbro. Fernando Giannetti
Responsable de la Comisión de Ecumenismo y Diálogo Interreligioso de la Arquidiócesis de Buenos Aires

Matteo Calisi
Presidente de la Comunidad de Jesús y de la Fraternidad Católica de Comunidades carismáticas de Alianza

R.P. Carlo Colonna s.j.
Consejero Espiritual de la Comunidad de Jesús (Italia)

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ZENIT Staff

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