CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 14 julio 2005 (ZENIT.org).- La prostitución es un fenómeno en aumento que no sólo esclaviza a las mujeres, de la que son víctimas, sino también a sus clientes, afirman las conclusiones de un congreso celebrado en el Vaticano.
Para detener el avance de esta «esclavitud moderna» es necesario ayudar a los clientes a resolver sus problemas afectivos, que les llevan a recurrir al mercado del sexo, y aplicarles el rigor de la ley, explica la declaración final.
El Consejo Pontificio para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes acaba de publicar el «Documento final» del primer Encuentro internacional de pastoral para la liberación de las mujeres de la calle, celebrado en Roma del 20 al 21 de junio de 2005 por su iniciativa.
En el encuentro participaron los representantes de ese Consejo Pontificio, presidido por el cardenal japonés Stephen Fumio Hamao, obispos, religiosas y religiosos, sacerdotes, laicos expertos, y representantes de conferencias episcopales de los diferentes continentes y de movimientos eclesiales comprometidos en la asistencia a mujeres que han caído en las redes de la prostitución.
El documento comienza constatando que «es importante reconocer que el abuso sexual, la prostitución y el tráfico de seres humanos son actos de violencia contra la mujer y, como tales, constituyen una ofensa a su dignidad y una grave violación de los derechos humanos fundamentales».
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) considera que hay 12,3 millones de personas esclavizadas en el trabajo forzado y que unos 2,4 millones son víctimas del tráfico de seres humanos, fenómeno que permite a sus organizadores entradas anuales por un valor de unos diez mil millones de dólares estadounidenses.
Ante este fenómeno, tras haber hecho un mapa de las situaciones que llevan u obligan a las mujeres a formar parte de esta esclavitud, el texto considera que el hombre que se convierte en «cliente» de la prostitución también «tiene problemas bien arraigados pues, en cierto sentido, también él se convierte en «esclavo»».
«Buena parte de ellos tienen más de 40 años de edad, pero también están involucrados un número cada vez mayor de jóvenes entre 16 y 24 años», constata la «Declaración final».
«De los análisis parece claro que un número cada vez mayor de hombres busca prostitutas no tanto para su satisfacción sexual como para dominar», indica el texto.
«En las relaciones sociales y personales experimentan una pérdida de poder y de masculinidad y no logran desarrollar relaciones de reciprocidad y de respeto. Estos hombres buscan, por tanto, prostitutas porque les dan una experiencia de dominio y control total sobre la mujer durante un cierto período de tiempo», revela el documento.
«El «cliente» debe recibir algo más que una condena social y afrontar el pleno rigor de la ley», sugiere.
«Se le debe ayudar también a resolver sus problemas», propone el texto. «Comprar sexo a una prostituta no resuelve los problemas que surgen de la soledad, de la frustración, o de la falta de relaciones auténticas».
Por este motivo, subraya el documento, «en una sociedad en la que el dinero y el bienestar son valores dominantes, se necesitan relaciones adecuadas y una educación sexual para la formación integral de los grupos de personas».
«Este tipo de educación puede explorar la auténtica naturaleza de relaciones interpersonales que no se basan en el interés egoísta o en el abuso, sino en la dignidad de la persona que debería ser respetada y apreciada como don de Dios».
En este contexto, el documento recuerda a los creyentes que «el pecado es una ofensa al Señor, que debe evitarse con las propias fuerzas, con la gracia de Dios», indica.
El documento pide inspirar las legislaciones de los países en materia de prostitución siguiendo «buenos ejemplos», en particular, el que ofrece el sistema en vigor en Suecia.
[Puede leerse el «Documento final» en la página web de de Zenit en italiano o inglés]