Etimológicamente hablando la palabra «sínodo», derivada de los términos griegos syn (que significa «juntos») y hodos (que significa «camino»), expresa la idea de «caminar juntos».
Un sínodo es un encuentro religioso o asamblea en la que unos obispos, reunidos con el Santo Padre, tienen la oportunidad de intercambiarse mutuamente información y compartir experiencias, con el objetivo común de buscar soluciones pastorales que tengan validez y aplicación universal.
El Sínodo puede ser definido, en términos generales, como una asamblea de obispos que representa al episcopado católico y tiene como tarea ayudar al Papa en el gobierno de la Iglesia universal dándole su consejo.
En la fase preparatoria del Concilio Vaticano II maduró la idea de una estructura que pudiera proporcionar a los obispos los medios para asistir al Papa en el gobierno de la Iglesia universal.
El cardenal Silvio Oddi, entonces pro-nuncio apostólico en la República Árabe Unida (Egipto), hizo una propuesta, el 15 de noviembre de 1959, para establecer un órgano de gobierno central de la Iglesia o, usando sus palabras, «un órgano consultivo».
«Este órgano abarcaría toda la Iglesia, al igual que las Conferencias episcopales reúnen toda o parte de la jerarquía de uno o varios países, y al igual que otros órganos, como el CELAM (el Consejo Episcopal Latinoamericano), extienden su actividad en beneficio de todo un continente», añadía.
Papa Pablo VI, siendo todavía arzobispo de Milán, dio fuerza a estas ideas. En el discurso conmemorativo con ocasión de la muerte del Papa Juan XXIII, hacía referencia a una «continua colaboración del episcopado, todavía no efectiva, que permanecería personal y unitiva, pero que tendría la responsabilidad del gobierno de la Iglesia universal».
Elegido Papa, volvió al concepto de colaboración en el colegio episcopal –los obispos en unión con el sucesor de Pedro en la responsabilidad del gobierno de la Iglesia universal– en el discurso a la Curia Romana (21 de septiembre de 1963), en la apertura de la segunda sesión del Concilio Vaticano II (29 de septiembre de 1963) y en la clausura de la misma (4 de diciembre de 1963).
Finalmente, al concluir el discurso inaugural de la última sesión del Concilio (14 de septiembre de 1965), el mismo Papa Pablo VI hizo pública su intención de instituir el Sínodo de los obispos.
Al día siguiente (15 de septiembre de 1965), al inicio de la 128ª Congregación general, el entonces Obispo Pericle Felici, secretario general del Concilio, promulgó el Motu Proprio «Apostolica sollicitudo» con el cual venía oficialmente instituido el Sínodo de los obispos.