La Santa Sede apremia a atacar las causas de los trastornos mentales

Mensaje del cardenal Lozano Barragán por la Jornada Mundial de la Salud Mental (10 octubre)

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 7 octubre 2005 (ZENIT.org).- Urge promover estilos de vida sanos coherentes a una cultura de valores, pues la crisis actual de éstos está relacionada –admite la medicina– con algunas patologías y perturbaciones mentales, alerta el presidente del dicasterio para la Salud.

No sólo intervención, sino también prevención reclama por lo tanto el cardenal Javier Lozano Barragán en su mensaje –enviado a Zenit– con ocasión de la Jornada Mundial de la Salud Mental, que se celebrará como cada año el 10 de octubre, esta vez con el lema «Salud mental y física durante toda la vida».

Las líneas del purpurado son expresión de «la viva atención con la que la Iglesia sigue los problemas de la sanidad y de la salud», pues ésta «para todos es fundamental para garantizar la paz y la justicia entre los pueblos».

Pero es una realidad que la condición sanitaria de individuos, familias, comunidades y naciones «está determinada por variables ambientales, biológicas, socioculturales, espirituales, económicas y políticas», reconoce.

Y ello, «en el ámbito de la salud mental», asume «una relevancia particular», dados los 450 millones de personas en el mundo que tienen problemas mentales, neurológicos o conductuales, y las 873 mil que se suicidan cada año, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) citados por el cardenal Lozano Barragán.

A este panorama se suma que, aunque «el malestar mental constituye una verdadera emergencia socio-sanitaria», el 25% de los países carece de una legislación en la materia, el 41% no tiene una política definida para la salud mental, en más del 25% de los centros sanitarios los enfermos no tienen acceso a fármacos psiquiátricos esenciales y el 70% de la población cuenta con menos de un psiquiatra por cada 100 mil personas.

Todo ello sin olvidar que «los trastornos mentales golpean con mayor frecuencia a las poblaciones desfavorecidas desde el punto de vista intelectual, cultural y económico», pues «millones de criaturas –denuncia el purpurado— se ven obligadas a llevar en sus cuerpos y en sus mentes las consecuencias de una escasa alimentación», «conflictos armados» y «la sucesión de catástrofes naturales gigantescas con su pesada carga de morbilidad y mortalidad».

Por eso «existe urgencia de una fuerte acción preventiva de las enfermedades mentales», exhorta.

Ciertamente «el diagnóstico precoz, la intervención a los primeros signos de malestar y de sufrimiento» y «la realización de medidas específicas de intervención representan un instrumento primario de tutela de la salud mental», subraya.

Pero, de acuerdo con el purpurado, también «es necesario garantizar la difusión de una real educación a la salud y promover estilos de vida sanos coherentes a una cultura de los valores»

Y es que «la propia ciencia médica –recuerda– reconoce una estrechísima relación entre la manifestación o el agravamiento de algunas patologías y trastornos mentales y la actual crisis de valores», de lo que es prueba «la interdependencia entre el Sida, la toxicomanía y el uso desordenado de la sexualidad».

«No es posible callar ante la continua agresión a la serenidad y al equilibrio mental, constituida por modelos sociales que llevan a la instrumentalización del hombre y a peligrosos condicionamientos de su libertad», alerta.

«La crisis de valores y la afirmación de desvalores que aumentan la soledad, hacen caer las tradicionales formas de cohesión social, rompen los grupos de agregación, en particular en el plano cultural, y desacreditan la benemérita institución de la familia», recalca en su mensaje.

Y «también la mentalidad dominante de nuestras sociedades –subraya–, cada vez más cerradas y egoístas, lleva a suprimir el sufrimiento y a marginarlo, con graves consecuencias sobre la salud mental de los ciudadanos».

Son hechos y cifras que el purpurado propone «a todos los responsables de la sociedad encargados de velar por la salud pública», a fin de que procuren hallar «ayuda urgente a estos enfermos» –«muchos de los cuales se encuentran por las calles o en sus familias» sin posibilidad de «recibir la ayuda técnica científica que necesitan»– y dispongan «instrumentos eficaces de intervención para defender el elemental derecho de acceso a los cuidados e igualdad en la salud en el pleno respeto de la integridad y de la dignidad del enfermo».

La Jornada Mundial de la Salud Mental se celebró por primer vez el 10 de octubre de 1992. Desde entonces se celebra en la misma fecha cada año. Tuvo inicio como una actividad anual de la Federación Mundial de la Salud Mental (WFMH, por sus siglas en inglés).

La WFMH (www.wfmh.org) fue fundada en 1948 para potenciar, entre todos los pueblos y naciones, la prevención de los desórdenes mentales y emocionales, el adecuado tratamiento y atención a quienes los padecen y la promoción de la salud mental. En esta línea, tiene como misión promover el nivel más elevado posible de salud mental en sus más amplios aspectos: biológico, médico, educativo y social.

La Federación está acreditada como asesora en las Naciones Unidas y sus agencias especializadas, y trabaja estrechamente con la OMS, la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), el Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados, la Comisión de la ONU para los Derechos Humanos y la Organización Internacional del Trabajo, entre otras.

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ZENIT Staff

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