ROMA, lunes, 31octubre 2005 (ZENIT.org).- Ángel Kreiman, gran rabino de Chile de 1970 a 1990, tiene la sensación de que «hemos llegado a una nueva etapa en la relación entre judíos y cristianos».
Así lo ha constatado este antiguo vicepresidente internacional del Consejo Mundial de las Sinagogas, quien participó el 27 de octubre en Roma en el acto conmemorativo de los cuarenta años de la publicación de la declaración del Concilio Vaticano II Nostra Aetate.
El encuentro, en el que el se hizo presente el Papa Benedicto XVI con un mensaje especial, fue organizado por la Comisión para las Relaciones Religiosas con el Judaísmo, presidida por el cardenal Walter Kasper.
«Cuarenta años son muy importantes, durante cuarenta años el pueblo judío, que fue esclavo en Egipto, estuvo en el desierto antes de entrar en la tierra prometida», recuerda el rabino, antiguo miembro del ejecutivo de la Confraternidad Judeocristiana Internacional en una entrevista concedida a Zenit.
«Cuarenta años después de la «Nostra Aetate» estamos entrando en una tierra prometida, en la que para los obispos y los sacerdotes católicos la predicación, la enseñanza del judaísmo de Jesús, y del judaísmo de Pedro y Pablo, de los apóstoles, y la vida judía de los primeros cristianos, es un fundamento teológico», aclara.
Desde 1994, el rabino Kreiman preside una fundación para el diálogo interreligioso y el estudio conjunto judeocristiano dedicada a su mujer, Susy, asesinada en el atentado de julio de ese año en Buenos Aires contra la oficina central de la Comunidad Judía para la bolsa de trabajo y la desocupación, que ella misma dirigía.
Según este rabino de la Congregación Israelita de la Republica Argentina, «el apoyo de la Iglesia católica al judaísmo no es como el de un país con otro país, basado en el poder material. El apoyo de los cristianos al judaísmo es una fuerza espiritual religiosa».
Haciendo un balance de estas cuatro décadas, el rabino reconoce que «han sido cuarenta años muy fructuosos y positivos. Han aumentado tanto las relaciones entre judíos y católicos, como las relaciones entre la Santa Sede e Israel».
«Por parte cristiana, creo que el único límite ha sido el de indicar el diálogo con los judíos como importante, pero no urgente –considera–. Mientras que ahora queda claro que el diálogo con los judíos no es una opción, sino una obligación. Al pueblo católico le corresponde aceptar al pueblo judío como la alianza original».
En este contexto, considera que «los desarrollos en el diálogo teológico son muy alentadores. Es hora de conocer mejor las diferencias para respetarse recíprocamente, aceptándonos como somos, amándonos precisamente por lo que somos».
«El límite de estos cuarenta años ha sido que no se ha hablado de teología en el diálogo, en la predicación, y en la catequesis», opina.
«Es una cuestión que afecta también a los judíos, que deben comprender que es importante el diálogo con los hermanos menores, los cristianos, con los que compartimos la fe en un Dios único, conocido en el mundo universal. Para los rabinos observantes es hora de comenzar a pensar que la Iglesia no es enemiga de Israel, sino su mejor aliada».
En este diálogo, indica, «no se trata sólo de decir que cristianos y judíos son amigos, que los judíos no son acusados de deicidio, hay que decir que judaísmo y cristianismo son el fundamento de la lucha contra el paganismo».
Y «el paganismo de nuestro tiempo –concluye Kreiman– se expresa en las formas del terrorismo, del secularismo, del materialismo, del racismo».