CIUDAD DEL VATICANO, 2 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- La Santa Sede alertó ante la difícil situación que están viviendo los cristianos en Tierra Santa al intervenir este martes ante las Naciones Unidas sobre la ayuda internacional a los refugiados palestinos.
Tras reconocer la labor realizada por la Agencia de Ayuda de Trabajo de las Naciones Unidas a los Refugiados Palestinos en Oriente Medio (UNRWA, por sus siglas en inglés), el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente ante las ONU, denunció el empeoramiento de las condiciones de vida de las comunidades cristianas.
«Este año estamos obligados a llamar la atención por las crecientes dificultades que afrontan los cristianos palestinos que, a pesar de pertenecer a un credo que surgió precisamente en esa tierra, a veces son vistos con suspicacia por sus vecinos», afirmó.
«Doblemente discriminados –añadió–, es sorprendente recibir noticias de que este pequeño grupo de la población –menos del 2% de la población palestina local– es particularmente marginado».
«No se puede tolerar el extremismo religioso sea cual sea, que recientemente implica ataques, abusos y acosos contra los cristianos del área que rodea Belén», afirmó.
«Independientemente de quien sea el objetivo de la violencia y el fanatismo, esos actos quedarán como una mancha en la conciencia de los pueblos», señaló.
En particular, monseñor Migliore manifestó su actual preocupación por «el muro de seguridad» levantado por Israel que «impide el acceso a tierras palestinas y a manantiales de agua, así como al trabajo, al comercio, a la atención médica y a la libertad de culto».
«Mi delegación reconoce plenamente el derecho de todos los pueblos a vivir en paz y seguridad, pero por otro lado, creemos que la Tierra Santa tiene más necesidad de puentes que de muros».
Indicando que los numerosos problemas de la región deben resolverse con negociación y diálogo, el representante vaticano recordó que una solución final del proceso de paz debe incluir la cuestión de la Ciudad Santa de Jerusalén.
A la luz de los numerosos hechos de violencia y ante los impedimentos a la libre circulación planteados por el muro de seguridad, la Santa Sede pidió «medidas internacionalmente garantizadas para asegurar la libertad de religión y conciencia de los habitantes, así como un acceso permanente, libre y sin trabas a los Santos Lugares de los fieles de todas las religiones y nacionalidades».
Recordando las recientes palabras del Papa Benedicto XVI, su representante deseó que Jerusalén sea un día «un hogar de armonía y paz para todos los creyentes».