ROMA, 3 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Con motivo de la clausura del Año de la Eucaristía, la Academia Pontificia del Culto de los Mártires organizó el pasado 27 de octubre, en el Colegio Teutónico de Santa María en Camposanto, dentro de la Ciudad del Vaticano, una jornada de estudio sobre el tema: «La Eucaristía, fuerza de los mártires, fuente del testimonio cristiano».
En este contexto, Zenit ha entrevistado a uno de los ponentes en el congreso, monseñor Pasquale Iacobone, «sacerdos» de la Academia y funcionario de la Secretaría del Consejo Pontificio para la Cultura, quien ha trazado la relación que siempre se ha dado entre los mártires y el sacramento de la presencia real de Jesús.
«En la Antigüedad –recuerda–, muchos mártires eran capturados o asesinados durante la celebración de la Eucaristía, como por ejemplo los mártires de Abitinia (303-304), que fueron asesinados porque celebraron la Eucaristía a pesar de la prohibición del emperador Diocleciano».
«El papa Sixto II (257-258) fue capturado en la vía Apia de Roma, junto a los cuatro diáconos, entre ellos Lorenzo, justo cuando celebraban la Eucaristía», sigue explicando.
En declaraciones a Zenit, otro de los participantes en el congreso, monseñor Lorenzo Dattrino, profesor de Patrología de la Universidad Pontificia Lateranense, indicó como ejemplo de martirio eucarístico el de Ignacio, obispo de Antioquía de Siria (primer siglo).
«Ignacio era un obispo muy conocido –evoca–. El emperador Cómodo deseaba hacer un espectáculo notorio dándolo en alimento a las fieras. Durante el viaje hacia Roma, Ignacio escribió siete cartas, y habiendo sabido que los cristianos de Roma se estaban moviendo para tratar de evitar su muerte, escribió: «Si verdaderamente me queréis, no hagáis nada, dejad que el sol, que nace en oriente, se oculte por occidente»».
Dotado de una marcada espiritualidad eucarística, el obispo Ignacio escribió una vez: «Dado que, para hacer el pan, hay que moler el trigo, y para hacer el vino hay que prensar la uva, así deseo que mis miembros sean partidos y molidos por los dientes de las fieras para convertirme en sacrificio agradable a Dios».
«Nutriéndonos de la Eucaristía, somos «cristificados» porque el primer mártir es Cristo, y por tanto somos mártires en la escuela de Cristo», concluye monseñor Dattrino.
Fundada bajo el título de «Collegium Cultorum Martyrum», el 2 de febrero de 1879, la Academia Pontificia del Culto de los Martires se propone promover su culto, incrementar y profundizar la historia exacta de los testigos de la fe, y de los monumentos relacionados con ellos, desde los primeros siglos del cristianismo.
La Academia, además de convocar celebraciones en los antiguos cementerios cristianos y en otros lugares sagrados, con funciones religiosas y conferencias arqueológicas, tiene al menos dos asambleas cada año, en el Instituto Pontificio de Arqueología Cristiana y en su sede histórica, en el Colegio Teutónico, dentro de los muros vaticanos.