TORONTO, sábado, 19 de noviembre de 2005 (ZENIT.org).- Una creciente demanda de «niños perfectos» está llevando a la eliminación de bebés no nacidos con problemas de salud. El periódico Globe and Mail informaba el 28 de octubre que el número de niños nacidos con fibrosis cística se ha reducido notablemente en los últimos años.
Según una investigación publicada en la Journal of Pediatrics, actualmente 1 de cada 3.608 bebés nacidos en Canadá sufre de fibrosis cística, comparado con el 1 de cada 2.714 antes de que existiera el diagnóstico genético para esta enfermedad. «Nuestra hipótesis», indicaba al Globe and Mail Mary Corey, científica jefe en el Hospital para Niños Enfermos de Toronto, «es que se ha puesto fin a los embarazos».
El artículo también observaba que esta prueba se extenderá notablemente. Funcionarios de Ontario están planean hacer pruebas de 21 parámetros metabólicos, en comparación con las dos pruebas que se realizan actualmente.
Las pruebas genéticas también están aumentando en Gran Bretaña. El periódico de Londres Telegraph informaba el 11 de julio de que se había desarrollado un método para hacer pruebas de hemofilia a embriones.
Los médicos británicos del Clinical Sciences Center del Hospital Hammersmith y Queen Charlotte han desarrollado una forma de diagnóstico de preimplantación para comprobar la hemofilia de los embriones concebidos a través de fertilización in vitro. Hasta ahora no se podía probar la hemofilia de los embriones hasta que no estaban en el vientre materno, por medio de la amniocentesis.
Y el 19 de agosto el Times informaba de que el gobierno había dado permiso a una clínica de Londres para analizar embriones buscando un gen que puede dar lugar al retinoblastoma, una forma de tumor en el ojo. El artículo observaba que este permiso rompía una nueva frontera, dado que el retinoblastoma raramente es fatal. De hecho, el 95% de los casos normalmente son tratados con éxito.
El Times informó que las organizaciones que defienden los derechos de los embriones criticaron esta aprobación. Las organizaciones sostienen que esto llevará a la destrucción de embriones que podrían estar perfectamente sanos, junto con otros que podría desarrollarse con una alta probabilidad de tener una vida normal una vez que se tratara el tumor.
Se dio el permiso para llevar a cabo la prueba a Paul Serhal, del University College Hospital. El año pasado se convirtió en el primer doctor de Gran Bretaña al que se permitía hacer pruebas con embriones sobre un gen que causa cáncer de intestino.
El deber de hacer las pruebas
En Australia, entretanto, surgió la controversia sobre la utilización de las pruebas genéticas para eliminar a bebés, cuando un bioético defendió que los padres tienen la obligación moral de utilizar esta tecnología para lograr «el mejor niños posible».
El periódico Age informaba el 5 de junio de los comentarios hechos por Julian Savulescu, de Melbourne. Actualmente es el director del Centro Uehiro de Ética Práctica de la Universidad de Oxford y es también moralista en el Instituto Murdoch de Investigación Infantil de Melbourne.
Savulescu estaba en Melbourne con motivo de la cena anual de la Sociedad Australiana para la Investigación Médica, donde le concedieron la medalla del 2005.
También argumentó a favor de utilizar las pruebas para comprobar los rasgos de carácter deseables. «Creo que tenemos una razón para utilizarlas (las pruebas) no sólo para detectar enfermedades, sino para considerar la clase de características que es probable que tengan nuestros hijos», declaró al Age. Afirmó que rasgos como la empatía, la simpatía y la imparcialidad podrían crear personas más morales.
Robert Sparrow, del Centro de Bioética Humana de la Universidad Monash, criticó a Savulescu. En un comentario publicado en el Adelaide Advertirser el 15 de junio, Sparrow apuntaba que el uso intensivo de las pruebas llevaría al camino de la «eugenesia de las fuerzas del mercado».
«Habrá una gran presión sobre los padres para que tengan bebés perfectos habida cuenta de que un bebé perfecto se determina por la opinión de la mayoría», afirmaba Sparrow. «Los padres pronto se convencerán a sí mismo que a no ser que tengan un niño agradable, inteligente, alto, rubio y de ojos azules, su hijo tendrá menos éxito en la sociedad que otros niños».
Asimismo, si se percibe que el nacimiento de niños con discapacidades refleja una elección de los padres, las actitudes sociales podrían cambiar y ser menos tolerantes hacia el discapacitado.
El legado de Sanger
El apoyo a la eugenesia tiene una larga historia. Una de las defensoras más influyentes de los tiempos modernos fue la fundadora de Planned Parenthood, Margaret Sanger. Un libro del 2005, «Margaret Sanger’s Eugenic Legacy: The Control of Female Fertility» (El Legado Eugenésico de Margaret Sanger: El Control de la Fertilidad Femenina), examinaba su papel y la influencia que todavía tiene.
El libro de cuidadosa investigación, con 75 páginas de notas y bibliografía, sostiene que Sanger (1883-1966) tuvo «un compromiso genuino con la ideología eugenésica».
Los logros de Sanger, observa la autora Angela Franks, han llevado a muchas feministas a considerarla «como el modelo de logro femenino contra un orden opresivo». Muchas feministas también la consideran como la que ha traído libertad, la libertad de controlar la fertilidad femenina, indica Franks.
No obstante, Franks se pregunta cómo puede cuadrar esta imagen con alguien que participó de forma activa en el movimiento eugenésico y, entre otras políticas, abogó por la esterilización forzada. La visión de Sanger de la liberación de las mujeres «estuvo demasiado gravemente afectada con una mentalidad de control opresivo como para ser capaz de promover la verdadera liberación femenina», sostiene Franks.
La liberación de las mujeres, para Sanger, no significaba la libertad para cada mujer de decidir, libremente, el número de hijos que deseaba tener. Más bien, significaba libertad sexual para los «adecuados».
El corolario de esta visión es que ciertas clases de personas no deberían ser padres y, si no abrazan voluntariamente este estado sin hijos, se les debería forzar a hacerlo. Esta visión se mantuvo durante la vida de Sanger y, a este fin, Franks cita una carta escrita por Sanger en 1955.
Controlar a las mujeres
En la carta, Sanger insiste en debería utilizarse el control de nacimientos como una restricción «para la mejora de la familia y de la raza». Esto continúa ocurriendo incluso hoy en día, observa Franks, puesto que la anticoncepción se sigue usando para controlar a las mujeres.
Se han institucionalizado y perpetuado las posturas eugenésicas de Sanger. Esto no quiere decir, clarifica Franks, que los partidarios individuales de Planned Parenthood sean eugenetistas. Pero no ha habido suficiente reflexión y rechazo de esta herencia de eugenesia en las organizaciones dedicadas al control de la natalidad, llevando a un «persistente fanatismo elitista», sostiene la autora.
«Sabiéndolo o no», Planned Parenthood «sigue perpetuando en sus palabras y acciones las creencias eugenésicas sobre los pobres y los discapacitados, aunque moduladas para que suenen de modo más dulce a los oídos contemporáneos», indica Franks.
La autora también afirma que escribe su libro «como una feminista que teme el feminismo ideológicamente comprometido que Sanger legó a los Estados Unidos y, debido al gran poder que los controladores de población tienen por todo el mundo, a todas las mujeres».
El Catecismo de la Iglesia Católica, en el número 2270, estipula que la vida humana se debe respetar y proteger de manera absoluta desde el momento de la concepción. «Desde el primer momento de su existencia
, el ser humano debe ver reconocidos sus derechos de persona, entre los cuales está el derecho inviolable de todo ser inocente a la vida».
En el número 2274, el catecismo pide que el embrión sea tratado como una persona, y que se defienda su integridad. El diagnóstico prenatal es moralmente lícito, añade el catecismo, pero sólo «si respeta la vida e integridad del embrión y del feto humano, y si se orienta hacia su protección o hacia su curación». Y añade «Un diagnóstico… no debe equivaler a una sentencia de muerte». No hace excepción alguna con motivo de producir niños perfectos.