JERUSALÉN, jueves 1 de abril de 2010 (ZENIT.org).- En la mañana de este Jueves Santo, en el Santo Sepulcro, Su Beatitud Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén, presidió la misa en la Cena del Señor, rodeado de unos doscientos sacerdotes, y de los peregrinos que llenaban el lugar santo.

La celebración eucarística tuvo lugar en un horario totalmente desacostumbrado en el resto del mundo, uniéndose también a la misa crismal, pues así lo prevé el status quo, el reglamento que determina en los santos lugares los horarios de las celebraciones para las diferentes iglesias cristianas.

En este Año Sacerdotal, el patriarca se dirigió en particular a los presbíteros de Tierra Santa para alentarles a responder "sí" a Cristo y deploró los pecados que han cometido los sacerdotes, convirtiéndose en motivo de escándalo.

El patriarca consagró el santo crisma y bendijo los óleos. A continuación, los presbíteros renovaron ante el patriarca sus promesas sacerdotales. Su Beatitud Fouad lavó los pies a doce varones, seis seminaristas de Beit Jala y seis hermanos franciscanos.

En la homilía, el patriarca se dirigió de manera particular a los sacerdotes, que estaban particularmente de fiesta, pues en este día del Año Sacerdotal la Iglesia revive la institución de la Eucaristía y del sacerdocio.

"Sin el sacerdocio no tendríamos al Señor entre nosotros", afirmó citando al Cura de Ars, y añadió citando a Benedicto XVI: "Sin el sacerdocio, la pasión y la muerte e Cristo serían inaccesibles, casi un sencillo recuerdo de un pasado lejano, sin actualidad ni eficacia para nuestras existencias".

"En este año -añadió--, además, la Iglesia deplora las debilidades, las desviaciones y los abusos de los sacerdotes, por quienes también nosotros pedimos perdón".

"La admisión de nuestras debilidades, imperfecciones y límites", aclaró, "constituye el primer paso y el más importante. Nuestra confesión y humildad ofrecen un buen ejemplo. El perdón del Señor y la comprensión de su grey nos ayudan y nos alientan", reconoció.

Por eso, Su Beatitud concluyó con esta exhortación a los sacerdotes:  "Digamos nuevamente 'sí', repitiendo las promesas de nuestra ordenación sacerdotal y de nuestra consagración".

La misa concluyó con la procesión con el Santísimo Sacramento llevado por el patriarca, que rodeó tres veces la tumba de Jesús, escoltado por obispos, sacerdotes, franciscanos y seminaristas, mientras los fieles cantaban el "Pange lingua" con velas en la mano.