Concebir hijos después de la muerte

Se extiende la práctica de congelar el esperma para concebir tras la muerte

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Por el padre John Flynn, L. C.

ROMA, domingo 26 de junio de 2011 (ZENIT.org). – Una serie de casos recientes, en los que se ha utilizado esperma congelado para concebir hijos después de la muerte del padre, ha atraído la atención sobre esta práctica cada vez más extendida.

Uno de los casos ha sido el de Jocelyn y Mark Edwards, de Nueva Gales del Sur, Australia. Tenían que firmar los documentos de consentimiento para comenzar el tratamiento de fecundación in Vitro, pero el marido falleció en un accidente el día antes de la firma, informaba el 24 de mayo el Sydney Morning Herald.

Su mujer obtuvo una orden judicial para conservar el esperma de su marido y ahora ha ganado el juicio que le permitirá disponer del mismo. Las leyes estatales prohíben esto a no ser que haya dado un consentimiento expreso para utilizar el esperma tras la muerte, pero el Tribunal Supremo de Nueva Gales del Sur ha aceptado el testimonio presentado por la mujer de que su marido declaró, hace un par de años, de que, si algo le ocurriera, siguiera adelante y tuviera al niño.

Un artículo, publicado el 3 de junio en la página web de la revista Time, comentaba que no es raro que los soldados desplegados en misiones de combate congelen su esperma para que si mueren sus mujeres puedan aún tener hijos.

Puesto que las circunstancias pueden variar, surgen varias cuestiones sobre si esta práctica se debería permitir. El artículo hacía referencia a un caso de Israel en el que los padres de un hijo que murió el año pasado querían tener un nieto utilizando el esperma de este hijo.

El hijo, Ohad Ben-Yaakov, no estaba casado ni tenía ninguna relación, pero los padres querían utilizar una madre de alquiler.

Gemelos

De Rusia venían noticias de un caso similar. El hijo de Lamara Kelesheva murió de cáncer, pero con el esperma conservado antes de comenzar la quimioterapia su madre ha utilizado una madre de alquiler para concebir dos pares de gemelos, informaba el 7 de junio Russia Today.

Según un reportaje del 10 de junio en el periódico Pravda, en los dos años posteriores a la muerte del hijo, cinco intentos de concebir fallaron. Kelesheva siguió adelante con un último esfuerzo y se utilizaron dos madres de alquiler de forma simultánea. Ambas se quedaron embarazadas y dieron a luz a sus nietos los días 6 y 8 de enero.

La polémica creada como consecuencia de esto condujo a la ruptura de su matrimonio, y Kelesheva está ahora empeñada en una batalla legal para lograr que se reconozca que ella es la madres de estos niños y su hijo fallecido, el padre.

La oficina del registro civil de Moscú ha rechazado registrar a los recién nacidos, y ahora ella ha apelado al Tribunal Municipal de Moscú. La ley rusa limita el recurso a madres de alquiler a parejas de marido y mujer.

“Todos estos ejercicios de biomecánica llevan, en última instancia, a esta situación tan ambigua en la que se puede hablar de la diferencia entre un hijo y un nieto”, afirmaba a Russia Today el activista pro vida Andrey Khyesyuk.

La situación adquirió un giro diferente en el caso de un hombre de 57 años, que por razones legales no puede ser identificado, que había guardado su esperma en 1999, debido al miedo de que los tratamientos médicos le volvieran infértil.

Tras la ruptura de su matrimonio, su ex mujer utilizó el dinero del acuerdo de divorcio para concebir dos hijos utilizando el esperma del hombre, informaba el 29 de mayo el periódico Telegraph. La mujer falsificó su firma en los formularios de autorización y el hombre se enteró tres años después. Nacieron una niña y un niño en el 2001 y en el 2003 respectivamente.

Desde el descubrimiento ha gastado una gran suma de dinero en demandas judiciales contra su ex mujer y tiene un acceso limitado a sus hijos.

Anonimato

Aunque los hijos de padres fallecidos crecerán sabiendo quién fue su padre, hay muchos niños concebidos por fecundación in Vitro que no tendrán esta información.

Newsweek analizaba la situación en un artículo el 25 de febrero. En Estados Unidos, en general, los niños concebidos gracias a esperma de donantes no tienen información sobre quién es su padre y, en muchos casos, se destruyen los registros de donantes.

Un creciente número de estos niños, tras alcanza la madurez, están presionando para que cambie la situación. El artículo narraba los esfuerzos de uno de ellos, con el nombre de Alana S., que ha creado la organización AnonymousUs.org para niños, familias y donantes.

Algunos países han creado leyes para exigir que sea accesible la información sobre los donantes de esperma y óvulos, pero la industria de la fecundación in Vitro de Estados Unidos sigue estando muy poco regulada.

Alana S., que hoy tiene 24 años, decía que muchos niños concebidos por donantes se consideran como una especie de “monstruos de la naturaleza”.

Incluso en aquellos países en los que sí existe legislación la situación está lejos de ser perfecta. Esto resultaba evidente por un informe publicado el 10 de febrero por un comité del Senado australiano titulado: “Prácticas en la Concepción a través de Donantes en Australia”.

El informe señalaba la inconsistencia de las posturas de los estados y territorios en cuanto a la información a la que pueden tener acceso las personas concebidas gracias a un donante.

Otra preocupación tiene que ver con el riesgo de que las personas concebidas gracias a un donante formen relaciones consanguíneas sin saberlo debido a la falta de acceso a la información de los donantes. No es sólo que esto aumente el riesgo de graves enfermedades genéticas sino que dado el estigma social que va unido a estas relaciones podría tener notables consecuencias sociales, advertía el informe.

El comité recibió varias comunicaciones sobre el tema de limitar el número de familias a las que pueda ayudar un único donante. Según la información del Victorian Infertility Counsellors Group no es raro que personas concebidas gracias a un donante descubran que tienen hasta veinte hermanos genéticos.

Incoherencia

En otras comunicaciones se comentaba las posturas incoherentes entre los estados y territorios respecto al registro de donantes. Esto significa que no hay manera de saber o controlar con exactitud el número de familias a las que ayuda un donante en particular.

Otra cuestión hacía referencia a la falta de control de los datos lo que hace que sea difícil asegurar que las clínicas están cumpliendo con los límites en las donaciones. Un ejemplo presentado en el informe tenía que ver con una clínica que importaba esperma desde Estados Unidos que se aseguraba que sería únicamente para el uso de esa clínica. Más tarde se descubrió que esperma del mismo donante había sido importado por otra clínica en Nueva Gales del Sur y utilizado por algunas familias de dicho estado.

A pesar los últimos cambios para hacer más fáciles a los hijos obtener información sobre sus padres donantes, muchos de los que alcanzan la edad adulta no tienen acceso a los registros debido a las estipulaciones previas con los donantes para mantener su anonimato.

El informe citaba el testimonio de Miss Narelle Grech, que explicó cómo le afectó esto personalmente.

“No puedo empezar a describir hasta que punto se me hace deshumanizante e impotente que el nombre y los detalles de mi padre biológico y de toda mi familia paterna estén almacenados en un armario… sin posibilidad de acceder a él”, afirmaba. “Se me dice que no tengo derecho a saber la información sobre mi propia familia, mis raíces, mi identidad”, añadía.

En Canadá, estas situaciones eran descritas como discriminatorias e inconstitucionales por la juez del Tribunal Supremo de
la Columbia Británica, Elaine Adair.

La juez falló a favor de una demanda presentada por Olivia Pratten, que pedía tener los mismos derechos que los hijos adoptados, informaba el 19 de mayo el Vancouver Sun.

El hijo no es un derecho sino un don, señala el Catecismo de la Iglesia Católica en el no. 2378. No puede ser considerado como un objeto de propiedad, algo “a lo que conduciría el reconocimiento de un pretendido ‘derecho al hijo’”, apuntaba.

Entre las muchas y graves objeciones morales a la fecundación in Vitro está la de haber llevado a que los niños sean tratados como mercancías, sin importar lo bien intencionado que pueda ser el deseo original de tener un hijo. Las consecuencias de todo esto se pueden ver en tribunales y familias.

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ZENIT Staff

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