CIUDAD DEL VATICANO, domingo 6 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Con ocasión de la celebración del VIII centenario del nacimiento de santa Inés de Bohemia, en Praga, República Checa, este 12 de noviembre, Benedicto XVI ha dirigido un mensaje al cardenal Joachim Meisner, arzobispo de Colonia, como su enviado especial al acontecimiento.
El cardenal enviado especial estará acompañado por una misión integrada por Stanislav Přibyl, CSsR, ex provincial de los redentoristas en la República Checa, vicario general de Litoměřice y Jan Houkal, párroco di Brandýs nad Labem-Stará Boleslav.
En la carta, en latín, recuerda que fue su antecesor Juan Pablo II quien inscribió en el libro de los santos a Inés de Bohemia y hace un elogio de las virtudes de la santa, que vivió la espiritualidad de santa Clara y san Francisco, y saluda a las autoridades del pueblo checo.
Inés, hija de Premysl Otakar I, rey de Bohemia, y de la reina Constancia, hermana de Andrés I, rey de Hungría, nació en Praga en el año 1211.
A los tres años, fue encomendada a la duquesa de Silesia, santa Eduvigis, que la acogió en el monasterio de las monjas cistercienses de Trzebnica. A los seis años la llevaron de nuevo a Praga y la encomendaron a las monjas premonstratenses de Doksany para su instrucción.
En 1220, prometida en matrimonio a Enrique VII, hijo del emperador Federico II, fue llevada a la corte del duque de Austria, donde vivió hasta 1225, manteniéndose siempre fiel a su compromiso cristiano. Rescindido el pacto de matrimonio, volvió a Praga, donde se dedicó a una vida de oración más intensa y a obras de caridad.
Decidió consagrar a Dios su virginidad, aunque llegaron a la Corte otras propuestas de matrimonio. El papa Gregorio IX, a quien Inés había pedido protección, intervino reconociendo su propósito de virginidad.
A través de los Hermanos Menores, que iban a Praga como predicadores itinerantes, conoció la vida espiritual que llevaba Clara en Asís, según el espíritu de la obra iniciada por san Francisco. Decidió seguir su ejemplo. Con sus bienes, fundó en Praga entre 1232 y 1233, el hospital de San Francisco y el instituto de los Crucíferos para que lo dirigieran. Así como el monasterio de San Francisco para las “Hermanas Pobres” o “Damianitas”, donde ingresó el día de Pentecostés de 1234.
Profesó los votos de castidad, pobreza y obediencia y se dedicó a practicarlos con fervorosa fidelidad. Trabajó junto a santa Clara para obtener la aprobación de una Regla nueva y propia que, después de confiada espera, recibió y profesó con absoluta fidelidad.
Constituida, poco después de la profesión, abadesa del monasterio, realizó este servicio durante toda la vida y lo ejerció con humildad, sabiduría y celo. La admiración que suscitó Inés cuando se difundió por Europa la noticia de su ingreso en el monasterio creció con los años.
Amó a su patria, a la que benefició con obras de caridad individuales y sociales y con la sabiduría de sus consejos, encaminados siempre a evitar conflictos y a promover la fidelidad a la religión cristiana de los padres. En los últimos años soportó inalterable los dolores que la afligieron a ella, a la familia real, al monasterio y a la patria.Murió santamente en su monasterio el 2 de marzo de 1282. La proclamó santa Juan Pablo II el 12 de noviembre de 1989.
En una de las cuatro cartas que la santa italiana envió a santa Inés de Praga, que quiso seguir sus huellas, recordaba Benedicto XVI –en una catequesis sobre santa Clara el 15 de septiembre de 2010–, que habla de Cristo, “con expresiones nupciales, que pueden sorprender, pero que conmueven”: “Amándolo, sois casta, tocándolo, seréis más pura, dejándoos poseer por él sois virgen. Su poder es más fuerte, su generosidad más elevada, su aspecto más bello, el amor más suave y toda gracia más fina. Ahora estáis estrechada entre sus brazos por él, que ha adornado vuestro pecho de piedras preciosas… y os ha coronado con una corona de oro marcada con el signo de la santidad” (Carta primera: FF, 2862).