En el cuarto día del Meeting de Rimini para la Amistad entre los Pueblos el sacerdote argentino José María ‘Pepe’ di Paola, párroco de la Villa 21 de Buenos Aires, habló en un encuentro sobre la encíclica ‘Lumen Fidei’ firmada por el papa Francisco, delante de un auditorio de al menos diez mil personas.
Narró la labor de llevar la ‘luz de la fe’ en esos barrios marginales con una trabajo que el obispo Jorge “ha compartido con nosotros” y precisó que era una misión que aprovechaba “la religiosidad popular traída de los países limítrofes, con una riqueza cultural notable que se oponía al relativismo que se respiraba en la ciudad de Buenos Aires”. Y que la entrada de la droga en estos barrios se debía no a los pobladores sino a la ausencia del Estado.
El padre ‘Pepe’ Di Paola inició su exposición recordando que el papa Bergoglio cuando era obispo de Buenos Aires, visitaba físicamente las villas y que para él las periferias se transformaron en el centro de la ciudad: “Pudimos comprobar que este fenómeno era un empeño de vida”.
Y como el actual pontífice “a los villeros no solamente les daba una mirada privilegiada, sino que además hacía que los habitantes de Buenos Aires pudieran ver la existencia de estas periferias”.
“Y aquellos que se quedaban afuera -prosiguió- por así decir de esta ciudad amurallada, ellos fueron los privilegiados en su labor pastoral.
Mientras el sacerdote hablaba se pasaron videos en el que se registraba el trabajo pastoral de Bergoglio, las villas, los barrios extremamente pobres, las confirmaciones y bautismos, en donde era clara la religiosidad popular, con procesiones que evocaban aquellas realizadas en las zonas andinas de Latinoamérica.
El padre ‘Pepe’ recordó que se trata de “una historia de más de cuarenta años que inició con la decisión de algunos sacerdotes de ir a vivir a estas villas” como “un vecino más”, iniciativa que “se oponía a la de un Estado que les ignoraba” e «iniciaban así una presencia transformadora en la ciudad de Buenos Aires”.
Recordó los diversos desafíos existentes, desde la obtención de servicios hídricos, o de los centros de sanitarios para permitirle a esas personas vivir con dignidad, hasta la lucha durante la dictadura militar, que permitió que estos barrios fueran habitados nuevamente.
“Muchos hermanos que no habían tenido los sacramentos los obtuvieron, a veces debido a la burocracia o requisitos pedidos por la misma Iglesia. Y para ellos fue un motivo de gran felicidad”. El párroco de Villa 21 consideró que aprendimos “con nuestro obispo Jorge a creer más en la gracia de Dios que en los cursos que podían ser impartidos”.
“En esta encíclica se habla de fe como encuentro -dijo- y lo hemos podido practicar, en estos aspectos concretos, los más concretos del encuentro entre Dios y los hombres”.
La otra idea fundamental que guiaba nuestro trabajo, precisó el padre ‘Pepe’, y compartida por Bergoglio, es una mirada diversa del pobre, “no solamente como el sujeto que necesita una ayuda material, al que podemos darle mucho, pero también de quien podemos aprender mucho”.
“En todo este tiempo el apoyo del obispo Jorge a las periferias se concretizó con su presencia, a veces inesperada”.
Recordó que eran diez sacerdotes quienes trabajaban en las villas de Buenos Aires, en comunidad y con un apoyo apoyo económico efectivo por parte de la diócesis de Buenos Aires para realizar los proyectos. “No eramos un grupo aislado, porque nuestro obispo estaba con nosotros” dijo. “Y en esta integración hemos visto el camino del Evangelio”.
“Hemos señalado -aseveró el párroco- que los jóvenes de las villas eran las primeras víctimas de un narcotráfico que no había nacido en las villas, como afirmaban algunos sectores de la ciudad de Buenos Aires, sino que el fenómeno se había desarrollado porque el Estado estaba ausente.
Recordó que publicaron el documento ‘Las drogas de las villas despenalizadas de hecho’ en el 2009 debido al cual “fui amenazado porque era yo quien distribuía este documento” y en ese momento “el obispo Bergoglio vino con nosotros”.