CIUDAD DEL VATICANO, 19 feb 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha pedido a los católicos de Turquía que se conviertan en protagonistas del futuro de su país, al recibir esta mañana a los obispos de la Conferencia Episcopal de Turquía, que vinieron a Roma para cumplir con su quinquenal visita al Papa y a la tumba de los apóstoles Pedro y Pablo.
Puente geográfico entre Asia y Europa, Turquía es también el lugar de encuentro entre culturas y religiones. El cristianismo en esa tierra, realidad que hoy numéricamente es modesta, se siente orgullosa de una tradición milenaria que se entrecruza con los primeros concilios ecuménicos y con la obra de grandes hombres de fe, como san Ignacio de Antioquía o san Juan Crisóstomo.
Sin embargo, hoy en Turquía los cristianos son apenas el 0,2% de la población: una gota en un mar de más de 56 millones de habitantes que profesan en absoluta mayoría el Islam sunní. Los católicos son menos de 30 mil, divididos en varios ritos, y confiados a unas cincuenta parroquias dirigidas por un puñado de sacerdotes y religiosos.
Y sin embargo, los católicos tienen un papel decisivo que ofrecer, como lo demuestran las nuevas relaciones que el gobierno de Ankara «se prepara a entablar con Europa», constató esta mañana el pontífice. Turquía quiere formar parte de la Unión Europea, a pesar de que sectores influyentes políticos de Europa no están de acuerdo con el hecho de que las raíces de este país se hundan en las mismas de la comunidad europea. En varias ocasiones, representantes de Bruselas han hecho saber que la entrada de este país en la Europa unida dependerá de manera decisiva de las garantías que ofrezca en el respeto de los derechos humanos.
En esta perspectiva, explicó Juan Pablo II, el diálogo interreligioso adquiere una prioridad absoluta, y los puntos de contacto con el Islam, según el Papa no faltan: por ejemplo, en la formación de los jóvenes ofrecida por la Iglesia que dirige 26 colegios católicos de máximo prestigio para alumnos de todas las clases sociales, así como el compromiso en la vida social y profesional.
Juan Pablo II recordó con los prelados que el Papa Juan XXIII goza de una estima única en ese país, especialmente por parte del mundo musulmán y laico. En concreto, en los últimos meses Estambul ha honrado con varias celebraciones la beatificación «al pontífice amigo de los turcos»: un título que el futuro Papa Roncalli se mereció ya en los años en los que era delegado apostólico en aquel país.
Por lo que se refiere a los desafíos de la Iglesia católica en Turquía, el Papa fue claro: la promoción de las vocaciones para reforzar la presencia de consagrados; la formación de los laicos; y una particular atención para apoyar a la familia.
Los informes que han presentado los obispos al Papa muestran cómo el matrimonio vive un período de dificultad en Turquía, en un contexto social que, como después reconocería el mismo Santo Padre, «el ideal cristiano de unidad e indisolubilidad es mal comprendido con frecuencia».
El sucesor de Pedro se despidió de los obispos católicos turcos pidiéndoles que eviten la tentación de pensar que los resultados misioneros dependen «de la propia capacidad de trabajar y de programar».