Fue al final de la audiencia general, celebrada en el Aula Pablo VI del Vaticano, en su saludo de despedida de los ocho mil peregrinos, dirigido en particular a los jóvenes, enfermos y recién casados.
«Contemplad en él, queridos jóvenes, a un auténtico maestro de vida y de santidad», les dijo.
Dirigiéndose a los enfermos, les alentó a aprender «de su experiencia espiritual a confiar en toda circunstancia en Cristo crucificado».
Y a los recién casados, que estaban presentes con sus trajes de novios, les recomendó «recurrir a su intercesión para que os ayude a asumir con generosidad vuestra misión de esposos».
Fundador de la Sociedad Salesiana, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, y de la Pía Unión de Cooperadores Salesianos, entregó su vida a la educación de los jóvenes marginados de los barrios de Turín (Italia).