¿Ha llegado la hora de aplicar la «Tobin tax»?

Los pros y los contras de un impuesto a las transacciones monetarias

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ROMA, 22 septiembre 2001 (ZENIT.org).- ¿Es posible poner una tasa a los movimientos de dinero para desanimar la especulación y financiar el desarrollo de los países pobres? Algunos piensan que sí, entre ellos Lionel Jospin, primer ministro francés, y Gerhard Schröder, canciller alemán.

La propuesta, conocida con el nombre de «Tobin tax» («tasa Tobin»), fue propuesta la primera vez en 1950 por James Tobin, un profesor de la Universidad de Yale. Tobin recibió el premio Nobel de Economía en 1981. Las estimaciones sobre el flujo financiero global varían, pero la mayoría consideran que se mueven en un nivel de movimiento de entre 1.500 y 1.800 billones de dólares.

La «Tobin tax» debería ser aproximadamente de un 0,25% de cada cantidad de dinero que cruza una frontera. La idea es desanimar las operaciones monetarias a corto plazo, en su mayor parte especulativas, dejando intactas las inversiones productivas a largo plazo. Los beneficios generados podrían ir a fondos para financiar prioridades internacionales.

La «Tobin tax» es apoyada por muchos movimientos antiglobalización, pero que no por ello es una idea marginal. A finales de agosto, el primer ministro francés anunció oficialmente su disposición a imponer una sobrecarga a los movimientos internacionales de capital.

A los pocos días, el «Financial Times» (5 septiembre) informaba que el canciller alemán Gerhard Schröder llamó a Francia y Alemania a liderar un debate sobre los flujos especulativos internacionales de capital. Schröder consideró que era necesario reconocer «puntos débiles» en el sistema financiero internacional, tales como los «paraísos fiscales» o los «hedge funds» y derivados. El canciller, sin embargo, hizo notar algunos defectos de la propuesta Tobin.

«Por ejemplo, ¿cómo es posible distinguir los flujos financieros especulativos de los que están ligados a comercio financiero auténtico?», se preguntó.

Por eso, calificó la «Tobin tax» como uno de los muchos instrumentos que podrían ser usados. Schröder dijo que tales temas necesitan ser discutidos por los ministros de Finanzas de Europa «con toda claridad».

El renovado debate sobre la tasa ha causado el interés de mercados financieros, y la «Tobin tax» ha sido prevista en la agenda de la reunión del 22 de septiembre de los ministros de Economía y Finanzas de la Unión Europea en Lieja, Bélgica.

Las críticas a la tasa
El «Financial Times» es abiertamente crítico con la propuesta y afirma que en Europa tanto España como Italia se oponen a la «Tobin tax». El periódico cita al ministro de Economía español: «Si queremos realmente corregir los desequilibrios económicos creados por la globalización, deberíamos pensar en reforzar las instituciones multilaterales e internacionales», en lugar de imponer la tasa.

Por su parte, «The Economist», en su edición del 8 de septiembre, calificaba la tasa como «imprudente e irrealizable». La revista admite que sólo el 2% de las transacciones diarias de cambio extranjero corresponden a comercio directo de bienes y servicios o inversiones en activos reales; el resto es, en algún modo, especulativo.

Ahora bien, «The Economist» arguye que los especuladores sólo se verían afectados por la «Tobin tax» en caso de que todos los países del planeta estuvieran de acuerdo en implementarla. En caso contrario, los comerciantes podrían operar libres de tasas a través de bancos offshore y usar derivaciones financieras para evitar las leyes nacionales.

El diario español «El País» (8 Septiembre) informa que el presidente del banco central de Francia, Jean-Claude Trichet, afirmó que todos sus colegas directores de bancos centrales consideran que la «Tobin tax» tiene más desventajas que ventajas.

Más allá del Atlántico, tanto el «Washington Times» como el «Washington Post», en una muestra inusual de unanimidad, declararon su oposición a la propuesta. El 5 de septiembre un artículo de Bruce Bartlett en «The Times» caracterizó las declaraciones de Jospin como un cínico ejercicio para ganar puntos políticos, motivado por la necesidad de aumentar el apoyo del ala izquierda. Bartlett también subraya las dificultades prácticas de cobrar la tasa.

Y un editorial del «Washington Post» (10 septiembre) opina que «el nuevo interés por la «Tobin tax» será ciertamente infructuoso». Considera que mientras la tasa podría reducir el volumen de las transacciones de cambio extranjero podría no necesariamente reducir la volatilidad de las divisas.

En una reciente entrevista concedida a la publicación alemana «Der Spiegel», también publicada por «El País» (3 septiembre), James Tobin aclaró que su propuesta no tiene nada que ver con las a veces violentas protestas contra la globalización. Explicó que personalmente está a favor del libre mercado y apoya el trabajo de las instituciones como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Explicó que su propuesta se propone desanimar la especulación a corto plazo, principalmente para evitar los peligros que presenta para las economías de los países pobres cuando deben hacer frente a una repentina retirada de fondos. Cuando los especuladores dejan un mercado a la vez, como sucedió en los años noventa en México y los países del sudeste asiático, los Gobiernos se ven obligados a elevar las tasas de interés a niveles ruinosos en el esfuerzo por atraer fondos. El dinero proveniente de la tasa podría ser empleado, explica Tobin, en ayudar a los pobres. La implementación de la tasa Tobin correspondería al Fondo Monetario Internacional, dada su experiencia en asuntos de finanzas internacionales.

Por su parte Michel Camdessus, ex director del Fondo Monetario Internacional, y miembro del Consejo Pontificio Justicia y Paz, opina que dicha tasa «es una ilusión». Dirigiéndose a quienes en la última cumbre del G-8 en Génova la defendieron, declaró en días pasados a la agencia de noticias suiza APIC: «No hagáis soñar a la opinión pública, no la pongáis a luchar con molinos de viento. Para que una tasa Tobin funcionase, haría falta que los 190 países del mundo, incluidos los 60 «paraísos fiscales», la aceptaran y aplicaran. De otro modo, sólo con que uno se negara, los flujos de especulación se dirigirían de ese lado, creando desequilibrios insostenibles. Haría falta también una institución internacional con poderes efectivos para aplicar esa medida. Por ahora, me parece un salto cualitativo utópico».

¿Sueño imposible? Incluso Naciones Unidas tiene sus dudas acerca de la «Tobin tax». El pasado 28 de junio un panel internacional de once expertos bajo la presidencia del ex presidente mexicano Ernesto Zedillo hizo una serie de recomendaciones sobre cómo asegurar un desarrollo estable y luchar contra la pobreza.

El panel fue nombrado el año pasado por el secretario general de la ONU Kofi Annan para identificar modos prácticos de cumplir los compromisos internacionales de lucha contra la pobreza, asumidos en septiembre de 2000 por los líderes mundiales en la Cumbre del Milenio en Nueva York.

Sobre el tema de imponer una tasa internacional para el desarrollo el «Report of the High-Level Panel on Financing for Development» reconoce que «poner un impuesto para solucionar los problemas globales será mucho más difícil que poner un impuesto simplemente con fines domésticos». Sin embargo, esta dificultad «podría ser comparada cuidadosamente con escenarios alternativos, incluyendo el peligro de seguir con la polarización, exclusión, confrontación e inseguridad en el mundo».

El panel indicaba un número de problemas ligados a la implementación de la tasa sobre los movimientos de divisas y concluía que «son necesarios ulteriores estudios técnicos rigurosos, antes de llegar a cualquier conclusión definitiva sobre la conveniencia y la viabilidad
de la «Tobin tax». Por el bien del Tercer Mundo, valdría la pena realizar un estudio así.

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ZENIT Staff

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