La Iglesia en Azerbaiyán acoge a los primeros convertidos

Habla el superior de la Misión católica en Azerbaiyán

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ROMA, 11 feb 2001 (ZENIT.orgFIDES).- El sacerdote salesiano Joseph Daniel Pravda, 50 años, es desde el mes de octubre pasado superior de una Misión católica de Azerbaiyán, que no cuenta más que con un puñado de católicos.

En tiempos de la revolución comunista existía ya una parroquia católica en Bakú. La iglesia fue destruida en los años cincuenta. Su último sacerdote, el padre Stefan Demurov, desapareció en ese momento. Con toda seguridad murió en un campo de concentración en Siberia.

En 1997 un sacerdote polaco del Camino Neocatecumenal, don Jerzy Pilus, llegó a Bakú, donde había unos treinta católicos. Con la ayuda de los seminaristas que vienen periódicamente de Varsovia, Londres y Copenhague, unos veinte azeríes se preparan ahora para recibir el bautismo en la Iglesia católica. Constituyen el origen del renacimiento de la Iglesia en el país, que cuenta también con la contribución de varios ciudadanos extranjeros (diplomáticos, personal de compañías petrolíferas, consejeros técnicos…).

Para sostener esta labor, Juan Pablo II creó el 11 de octubre del año 2000 la Misión de Bakú y la confió a los salesianos.

Azerbaiyán tiene hoy siete millones de habitantes. La mayoría de la población es musulmana, a excepción del 10 por ciento que pertenece a la Iglesia ortodoxa y el 2 por ciento a la Iglesia apostólica armenia.

Al concluir una visita junto a los obispos de Rusia, el Caúcaso y Asia Central a Roma para hacer un balance de la situación con el Papa, el padre Joseph Daniel Pravda, elovaco, ha concedido esta entrevista a la agencia misionera vaticana «Fides».

–Tras el régimen soviético, en Azerbaiyán no quedan más que unas cuantas decenas de católicos. Ahora bien, veinte personas recibirán pronto el bautismo en la Iglesia: ¿por qué se convierten?

–Joseph Daniel Pravda: En la antigua Unión Soviética la Iglesia atrae sobre todo a los intelectuales: médicos, maestros, hombres de ciencia. Ahora bien, hay también personas sencillas. Se convierten porque buscan el sentido de la vida. La mayor parte pertenecieron a sectas o movimientos religiosos orientales, pero Cristo ofrece la respuesta plena a sus preguntas. Para nosotros es una gran responsabilidad: hay que saber responder calificadamente a sus preguntas.

–¿Qué ha cambiado desde la caída del muro de Berlín?

–Joseph Daniel Pravda: Hay cambios, pero para peor. Ciertamente hay libertad para ir de misión y testimoniar a Cristo, pero el fracaso del comunismo en todos estos países ha traído también miseria, delincuencia, corrupción, criminalidad. En muchos queda un recuerdo nostálgico del pasado, pero pocos deseos espirituales. La gente busca sobre todo comida y seguridad.

–Y la situación económica, ¿evoluciona?

–Joseph Daniel Pravda: En estos cuatro últimos años se ha difundido muchísimo la corrupción. Sectores del gobierno están implicados en esta red de corrupción, que concentra todo el poder económico en manos de pocos.

–¿Se ha hecho más fuerte la presión del fundamentalismo islámico?

–Joseph Daniel Pravda: Afortunadamente, en nuestra misión no sentimos su presencia. El fundamentalismo islámico es temido tanto por la población como por el gobierno, que no lo quiere y lo combate con todos los medios. Hay quizá grupos clandestinos de fundamentalistas que, por el momento, no tienen gran influencia. Por temor de tensiones sociales, los azeríes han expulsado a los fundamentaslistas islámicos, a los fundamentalistas protestantes y a las sectas.

–¿Cuáles son los desafíos de su Misión?

–Joseph Daniel Pravda: El desafío principal es predicar a Cristo. La miseria social es consecuencia de la crisis espiritual. Después del comunismo se ha perdido la conciencia y la búsqueda del bien común. El mayor bien que la Iglesia puede aportar es precisamente la educación de la persona, ayudar a reconstruir la conciencia. El comunismo ha destruido la naturaleza, la cultura del pasado, la personalidad. La gente me repite siempre: el hombre sin fe es el peor hombre. El hombre sin fe no tiene ninguna moral ni ideales: se limita a satisfacer sus propias necesidades. Nuestra ciudad está conociendo una profundísima crisis económica. En Nagorno Karabah hay un millón de prófugos, de los cuales 200.000 en Bakú. La pobreza es terrible: la gente no tiene nada que comer, mientras los que tienen el poder continúan construyendo palacios y comprando automóviles lujosos. Los niños ya no van a la escuela, pues no tienen vestidos. Afortunadamente, el sentido de familia es todavía vivo, la gente se ayuda, comparte lo que tiene.

–¿Es reconocida la Iglesia católica por las autoridades?

–Joseph Daniel Pravda: Estamos registrados como comunidad católica, aunque no como Iglesia. Creo que ni siquiera la Iglesia ortodoxa, que es mucho más numerosa, está registrada por el Estado como tal, mientras sus parroquias están registradas como entes. Tenemos un edificio para la iglesia, con una capilla y algunas habitaciones para actividades sociales. En el mismo edificio está también la casa de la comunidad salesiana, donde damos catecismo y nos ocupamos de los pobres. Hay que ser ante todo testigos. Como extranjeros, no podemos misionar, aunque haya una ley sobre la libertad de conciencia. Azerbaiyán se define como Estado democrático y laico, pero ha introducido una ley que limita la actividad de los misioneros extranjeros. Las personas pueden venir a nuestra casa, pero nosotros no podemos ir a las suyas. Hay también presión social: quien se hace católico es considerado un renegado de su cultura.

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ZENIT Staff

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