Lecciones del estallido de las burbujas financieras

El caso Enron, un ejemplo más de un sistema con problemas

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NUEVA YORK, 23 febrero 2002 (ZENIT.org).- Los inversores y la gente de negocios podrían sacar provecho si echan un vistazo a la enseñanza social católica a la luz de los recientes escándalos que han tenido lugar por la especulación financiera sin control y los peligros que supone para los mercados monetarios.

En enero, la burbuja de Enron explotó. Durante los años noventa, la empresa con base en Texas fue un ejemplo de los cambios que caracterizaron el mercado de valores. La compañía comenzó con operaciones con gaseoductos de gas natural. Con la liberalización del sector de la energía, aumentó rápidamente sus operaciones, convirtiéndose en una empresa de servicios financieros que comerciaba con todo, desde energía hasta comunicaciones de banda ancha.

El éxito de Enron –se convirtió en la séptima compañía de Estados Unidos valorada en más de 60.000 millones de dólares– ocultaba cierto número de debilidades. Por ejemplo, las reglas contables le permitieron contar como ingresos las sumas de cada transacción, en lugar de tener en cuenta sólo las ganancias de sus negocios.

El Wall Street Journal informaba, el 14 de enero, que algunos de los principales bancos del mundo y empresas de corredurías de bolsa proporcionaron a Enron una ayuda crucial para crear su intrincada y engañosa estructura. Los observadores acusan a los bancos y a los brokers de haber dejado pasar con gusto los defectos de la empresa, porque estaban recibiendo cientos de millones de dólares en ganancias de Enron.

Enron personificó el uso de abundantes stock options para recompensar a sus ejecutivos. Chairman Ken Lay consiguió unos beneficios de 205 millones de dólares en stock options en los últimos cuatro años. Los directivos de Enron fueron capaces de cobrar antes de la bancarrota de los precios de los valores, pero los empleados de a pie no fueron tan afortunados.

El 14 de enero el New York Times detallaba cómo ocurrió esto, citando correos electrónicos internos de la compañía. El pasado agosto, Lay envió un e-mail a todos los empleados diciendo: “Os quiero asegurar que nunca me había sentido mejor sobre las perspectivas de futuro de la compañía”. Al mismo tiempo, él y el jefe ejecutivo de la compañía, Jeffrey Skilling, se habían embolsado más de 160 millones de dólares de ganancias gracias a los valores de Enron. Las acciones han perdidos desde entonces el 99% de su valor, cerrando la puerta a que muchos de los 20.000 empleados de Enron pudieran retirar sus ahorros.

Enron también ha demostrado cómo las grandes compañías son capaces de evitar las obligaciones sociales a las que tienen que hacer frente los demás: Enron no ha pagado los impuestos federales para empresas en cuatro los últimos cinco años, según informaba el Washington Post el 22 de enero.

La Compañía erigió cerca de 900 filiales en paraísos fiscales como las Islas Caimán, Holanda, Isla Mauricio y las Bermudas. Enron era capaz de embolsarse también el valor de las stock options. Así muchos millones que los ejecutivos de Enron y los miembros de su plantilla recibieron en opciones salieron de sumas que deberían haber ido destinadas a impuestos. En el 2000, por ejemplo, la factura de impuestos de 112 millones de dólares se convirtió en un reembolso de 278 millones de dólares.

Cuando la especulación se convierte en fraude
En los últimos días han salido a la luz un cierto número de escándalos. El banco más importante de Irlanda, Allied Irish Bank, perdió 750 millones de dólares por culpa de un negocio ilícito de un empleado de su filial norteamericana, Allfirst Financial. Cuando el FBI llegó hasta John Rusnak, el comercial de fondos admitió que se había visto envuelto en una serie de negocios que se intensificaron cuando intentó reponer sus pérdidas, informaba el Wall Street Journal el 8 de febrero.

Las pérdidas del Allied Irish han sido las sextas más grandes en los últimos quince años de las relacionadas con negocios arriesgados, y las más grandes desde el caso Sumitomo Corp. en 1996 que descubrió unas pérdidas de 2.600 millones de dólares en negocios del cobre, según el Washington Post del 7 de febrero. Otro famoso caso ha sido el del Barings PLC, el banco mercantil más antiguo de Gran Bretaña, que quebró después de que uno de sus ejecutivos en Singapur, Nicholas Leeson, perdiera 1.400 millones de dólares en imposiciones japonesas a futuro.

El Allied Irish afirmaba que las pérdidas de capital redujeron sus ganancias en el 2001, de 516,7 millones de dólares a 347,7 millones. En los primeros días tras haberse hecho público el fraude, el precio de la acciones de Allied cayeron un 16% en el mercado cambiario de Irlanda y Nueva York.

El 8 de febrero el Wall Street Journal informaba que un broker de Lehman Brothers, Frank Gruttadauria, desapareció con decenas de millones de dólares provenientes de las cuentas que él manejaba. Pronto se entregó a las autoridades, pero las investigaciones buscan explicación al hecho de que pudiera robar más de 125 millones de dólares de clientes en un gran número de empresas de Wall Street durante un periodo de más de 15 años.

El problema de las stock options volvió a saltar otra vez con el caso de Global Crossing. La compañía de fibra óptica para comunicaciones, que llegó a valer una vez cerca de 50.000 millones de dólares, se ha venido abajo recientemente por bancarrota. Global Crossing construyó una red mundial para aprovechar la ola de demanda de comunicación que se esperaba ocurriera con el crecimiento de Internet.

Pero la compañía se extendió en exceso, y ahora tiene deudas con bancos y acreedores que superan los 12.000 millones de dólares. El fundador Gary Winnick, sin embargo, pudo embolsarse más de 730 millones de dólares de las ventas de acciones cuando la compañía se cotizaba en alza.

La Securities and Exchange Commission está investigando cómo pudo inflar Global Crossing sus cuentas indebidamente, según informaba el New York Times el 9 de febrero. El FBI también está examinando las prácticas contables de compañía.
Los críticos hablan claro

El ministro de economía de Alemania, Hans Eichel, Escribió un artículo para el Financial Times, que se publicó el 7 de febrero, advirtiendo que, “en un sistema financiero internacional altamente integrado, las distorsiones en los mercados financieros nacionales y en las instituciones financieras pueden convertirse en una amenaza para la estabilidad financiera global”.

El ministro alemán se mostraba especialmente preocupado sobre la débil supervisión bancaria de los centros financieros hacia el exterior y el insuficiente control de los riesgos asumidos por los fondos de riesgo. Eichel apuntaba que estos fondos de riesgo no están sujetos a ninguna restricción sobre sus inversiones y responden muy rápidamente a los cambios de condiciones, así como se dedican a las compra ventas a corto plazo, “que en ocasiones de trastornos del mercado pueden conducir a un colapso general de precios”.

El columnista del Financial Times, Peter Martin, en un artículo del 12 de febrero expresaba también su preocupación. Apuntaba a que cada día, 1.200.000 millones de dólares en divisas son comprados y vendidos, y se negociaban 580.000 millones de dólares en divisas fuera de bolsa y en derivados de tasas de interés. Aunque estas operaciones incluyen algunas cuentas dobles, las sumas envueltas en ellas son enormes.

Martín afirmaba que muchos negociantes subestiman el riesgo que corren y sobreestiman las ganancias a largo plazo. Pedía una reducción del comercio financiero, defendiendo de que con mucha frecuencia causa grandes pérdidas.

Como guía en materia de negocios, el Consejo Pontificio Justicia y Paz publicó en 1994 “El Desarrollo Moderno de las Actividades Financieras a la luz de la Exigencias Éticas del Cristianismo”.

El documen
to detalla algunos problemas relacionados con la especulación. Entre ellos: el que puede conducir a los especuladores a la pérdida del sentido de su responsabilidad económica y social ligada al control de los activos; la frecuente ignorancia del bien común; el que con frecuencia se asocia con una radical incremento de las deudas. Además, el documento previene las concentraciones especulativas para obtener rápidas ganancias que pueden minar la economía, y que tienta a los individuos a volverse ricos a cualquier precio.

La Iglesia no quiere ilegalizar los mercados financieros. El Consejo Pontificio hace notar que muchos de los instrumentos de los que abusan los especuladores tienen una función legítima para inversores y productores. “Se debe evitar una condenación en bloque de la especulación”, establece el documento.

Los autores explican que el desafío está en cómo usar estos instrumentos de un modo más apropiado. Tanto los individuos como las empresas necesitan poner límites claros, recomienda el documento. La ambición que se debe evitar es “el afán de ganancia exclusiva” (como lo llama Juan Pablo II) que puede conducir fácilmente a la avaricia. Encontrar el justo medio en el uso de los instrumentos financieros no es fácil. Pero merece la pena, como cualquier inversor de Enron podría decir.

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ZENIT Staff

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