Los católicos greco-melkitas, heraldos de paz en el mundo árabe

El Papa recibe por primera vez al patriarca Gregorio III

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CIUDAD DEL VATICANO, 12 febrero 2001 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha definido esta mañana al nuevo patriarca de Antioquía, Gregorio III, líder de la Iglesia greco-melkita como «ardiente defensor de los débiles» e «infatigable artesano de la paz», especialmente en Oriente Medio.

Con estas palabras, el pontífice acogió esta mañana en el Vaticano a este líder cristiano, que vino por primera vez a Roma tras su reciente elección como patriarca de esta antigua Iglesia que desde hace menos de tres siglos vive en comunión con el obispo de Roma.

Ante la desbordante afluencia de peregrinos de esta Iglesia (unos mil entre religiosos y laicos), el Papa tuvo que encontrarse con ellos en el aula de las audiencias generales del Vaticano, después de haber celebrado con el patriarca y algunos de ellos la eucaristía.

De origen oriental, y de tradición ortodoxa, la Iglesia greco-melkita vive sumergida en el mundo islámico. Auténtica bisagra entre el Oriente y el Occidente cristiano, esta Iglesia, que alcanzó la plena comunión con la Sede Apostólica en el lejano 1724, conserva sus ritos, liturgia y particularidades canónicas.

Hoy cuenta en el mundo con 1.260.000 fieles. La mitad de ellos residen en Oriente Medio, entre Siria, Líbano, Palestina, Jordania, Egipto y otros países del Golfo Pérsico; otros tantos están esparcidos en una diáspora que se extiende sobre todo en el continente americano, con presencia consistente en Brasil, Argentina, Estados Unidos y Canadá.

En su discurso de saludo a sus ilustres huéspedes, a quienes pronunció palabras llenas de cariño, Juan Pablo II confesó su admiración por su orgullosa fidelidad a las tradiciones cristianas orientales, definiéndoles como una Iglesia «fuerte, coherente, arraigada en su propia identidad».

El sucesor de Pedro apreció particularmente el compromiso ecuménico de esta Iglesia en una zona en la que se encuentran representadas prácticamente todas las Iglesias y confesiones cristianas.

«Os exhorto –les dijo– a encontrar en la divina liturgia la fuerza sacramental y el estímulo teológico para participar cada vez más activamente en la búsqueda de la unidad, con un coraje prudente, en unión con toda la Iglesia católica, para que llegue rápidamente la hora de la comunión plena».

Por su parte, Su Beatitud Gregorio III, que ha sucedido a su predecesor, Maximos V, en su saludo al Papa hizo un llamamiento a favor de los cristianos en Oriente Medio, quienes junto a la espiral de violencia de los últimos meses, tienen que sufrir en estos momentos nuevas dificultades cotidianas.

Por eso, el patriarca pidió al Papa: «Ayudad a los cristianos a permanecer en aquellas tierras».

«El mundo árabe tiene necesidad de vuestra presencia, de vuestra palabra, de vuestro ministerio, de vuestra influencia internacional», añadió al dirigirse directamente a Juan Pablo II.

Por último, antes de despedirse, el Papa hizo una recomendación estrictamente pastoral dirigida a todos los sacerdotes y obispos greco-melkitas: es necesario que se conviertan en guías de su gente, pero «no con la potencia y la riqueza de los hombres, sino sólo con el amor desarmado de Cristo, que siendo rico se hizo pobre para enriquecer a toda la humanidad».

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ZENIT Staff

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