CIUDAD DEL VATICANO, 1 febrero 2001 (ZENIT.org).- El enviado especial de Juan Pablo II a El Salvador para visitar a los damnificados del terremoto que azotó el país el pasado 13 de enero, al regresar a Roma, declara: «Estoy todavía bajo shock por esta desgracia tan grande».

El arzobispo Paul Josef Cordes, presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum», emprendió el 23 de enero pasado una visita al país centroamericano devastado por el terremoto con el objetivo de llevar la cercanía del Papa a esta población y un donativo simbólico de 100 mil dólares del mismo pontífice que buscaba promover entre otras cosas la ayuda del resto de los cristianos a favor de los damnificados.

Durante los días que ha pasado en El Salvador, el arzobispo alemán se encontró con miles de familias damnificadas, con los obispos del país, con el presidente de la República Francisco Flores y con exponentes de las instituciones que colaboran en la acción de socorro.

Monseñor Cordes ha visto ciudades prácticamente por los suelos, como es el caso de San Agustín, en la que el 95 por ciento de los edificios ha quedado destruido y que ahora parece una «ciudad fantasma». Esta misma realidad pudo constatarla también en Santiago de María, donde el prelado hizo una visita junto al nuncio apostólico.

Pero donde la realidad ha sido más dura es en Santa Tecla. Las imágenes de televisión de todo el mundo han mostrado ese barrio capitalino completamente cubierta por el derrumbe de tierra que originó el terremoto. Según las cifras oficiales, ha habido 726 muertos (medios de prensa han llegado a calcular unos mil), 4.440 heridos, 118.157 casas dañadas y unos 600 mil damnificados.

La acción de la Iglesia en favor de los afectados por el terremoto se canaliza particularmente a través de Cáritas El Salvador. En estos momentos, esa institución está ofreciendo un techo provisional y comida a 6.000 familias (unas 36.000 personas) damnificadas. Esta organización ha llegado a atender, durante los primeros días tras el terremoto a 15.000 familias (unas 90.000 personas) afectadas por la catástrofe.

Monseñor Cordes, como presidente del Consejo Pontificio «Cor Unum» tiene por misión precisamente alentar y coordinar la acción de las instituciones de ayudas católicas de todo el mundo. Todas las organizaciones de Caritas del mundo se están movilizando para poder enviar ayuda y asistencia a Caritas El Salvador.

Pero en medio de esta situación, el presidente de «Cor Unum» subraya la generosidad de esa gente, que buscaba ayudar de todos los modos. Asimismo, se dice impresionado por la generosidad que ha mostrado la gente en el mundo. Cáritas España ha recaudado unos 7 millones de dólares a favor de las víctimas del terremoto. La Iglesia en Italia ha enviado un millón y medio de dólares. El resto de la red de Cáritas ha hecho llegar sus donativos.

Monseñor Cordes destaca también la generosidad de los países vecinos de El Salvador, por ejemplo, Honduras y Guatemala, que han hecho llegar su ayuda no sólo económica, sino también enviando personas (soldados) para las operaciones de rescate.

«Me parece que estas desgracias muestran la necesidad de ayudar a los pobres», explica el presidente de «Cor Unum» en declaraciones a los micrófonos de Radio Vaticano .

«Hasta 1992 --continúa explicando--, en El Salvador tuvo lugar una durísima guerra civil entre el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Estas tensiones nacidas con la guerra permanecen todavía y bloquean la distribución de ayudas. La gente quizá está demasiado politizada. He visto que la política puede ser un obstáculo para ayuda en una situación como ésta».

«Ahora bien --añade el arzobispo--, se puede constatar una gran energía. Este pueblo, que ha sufrido muchas catástrofes, se ha puesto a trabajar inmediatamente. Desde un primer momento comenzaron a recoger los escombros y se les podía trabajar con gran entusiasmo. Vi pocas caras tristes. Con el sol, la mayoría parece olvidar rápidamente».

«Por este motivo --concluye--, en este viaje no sólo pude ver la miseria del hombre, sino sobre todo he podido constatar la grandeza del hombre».