CIUDAD DEL VATICANO, 18 julio 2003 (ZENIT.org).- El reciente viaje del cardenal Crescenzio Sepe a la República Democrática del Congo ha llevado la solicitud de la Iglesia y del Papa a esta martirizada región y ha sido una llamada de atención al mundo para que estas zonas en conflicto y pobreza no caigan en el olvido.
El prefecto de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos constató este viernes ante los micrófonos de «Radio Vaticana» el papel que está desempeñando la Iglesia con sus obras «al saber encarnarse en las situaciones sociales y humanitarias».
En la trágica situación de la República Democrática del Congo, «que ha llevado a una miseria extrema y a una especie de abandono de las organizaciones internacionales», «la Iglesia ha sido la única que ha podido salvar lo salvable en esta realidad», constató.
La tragedia que se consuma en el Congo desde 1998 se ha cobrado dos millones y medio de vidas. En la zona, las potencias de la región de los Grandes Lagos se disputan el control de los inmensos recursos naturales del territorio.
En el Congo, la Iglesia está «aún más comprometida en este momento de transición que ha sido calificado como histórico por los obispos y el presidente de la República porque ha comenzado un proceso de paz, de reconciliación», explicó el purpurado.
Por ello, durante su visita, el cardenal Sepe lanzó, junto a los obispos congoleños, un llamamiento «por una paz duradera, efectiva, real, que comporte también justicia», además de una especial invitación «a una reconciliación basada en el perdón».
El continente africano padece «conflictos, miseria, pobreza: es por ello que la Congregación para la Evangelización de los pueblos está empeñada con todas sus fuerzas para que no sea olvidado, para que tenga la justa consideración en el plano humanitario, para que la Iglesia pueda desarrollar, con libertad, el trabajo de evangelización que es fundamental».
Los últimos viajes del purpurado a Uganda, Rwanda y a la República Democrática del Congo se enmarcan en la cercanía «de la presencia del Papa, de la Santa Sede y de nuestra Congregación –explicó-- para decir a nuestros hermanos que la Iglesia no les olvida».
Se trata de llevar apoyo, ayuda y también de «tocar con la mano y ver con los propios ojos esta realidad para darse cuenta, efectivamente, de las urgencias, de las necesidades de estas poblaciones».
Así lo hará también el próximo octubre, en su viaje a Senegal con ocasión de la reunión de todas las Conferencias Episcopales de África.
«Espero que de estos contactos directos se pueda tener una comprensión mayor de la realidad en la que viven estos heroicos obispos y sacerdotes, religiosos, religiosas y también laicos, especialmente los catequistas», subrayó el purpurado.
«Las condiciones en las que nuestros hermanos desarrollan su labor pastoral son a veces de auténtico heroísmo, y frecuentemente de martirio», concluyó.
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Jul 18, 2003 00:00