CIUDAD DEL VATICANO, 17 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que Juan Pablo II preparó para la audiencia general de este miércoles, celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano, en la que recordó su visita apostólica a Eslovaquia, realizada del 11 al 14 de septiembre.
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Queridos hermanos y hermanas:
1. Quisiera recordar hoy con vosotros el viaje apostólico, que tuve la alegría de realizar la semana pasada a Eslovaquia. Doy gracias al Señor que por tercera vez me concedió visitar ese noble país. Vuelvo a expresar mis sentimientos de gratitud a todos los que me acogieron con tanta cordialidad. Doy las gracias ante todo a los venerados hermanos en el episcopado, al señor presidente de la República, a las demás autoridades, así como ha quienes se encargaron de cada uno de los aspectos de mi estancia en esa tierra.
2. Fiel a Cristo y a la Iglesia: así se presenta Eslovaquia en su historia. Con mi visita personal, he podido confirmarla en esta fidelidad, mientras se encamina con confianza hacia el porvenir. Con gusto he podido admirar el desarrollo económico y social que ha experimentado en estos años. Estoy seguro de que, al entrar en la Unión Europea, el pueblo eslovaco sabrá ofrecer a la construcción de Europa su válida contribución, también en el campo de los valores. Gracias a Dios, de hecho, posee un rico patrimonio espiritual que, a pesar de la dura persecución sufrida en el pasado, ha sabido conservar firmemente. Lo testimonia el florecimiento de vida cristiana y de vocaciones sacerdotales y religiosas que hoy experimenta. Rezo para que esta amada nación continúe con confianza en este camino.
3. La primer etapa de mi peregrinación fue la visita a la catedral de Trnava, iglesia madre de la arquidiócesis de Bratislava-Trnava. Desde aquel templo, dedicado a san Juan Bautista, pedí a los cristianos que sean cada vez más testigos intrépidos del Evangelio.
Las jornadas sucesivas tuvieron como eje central bellas y sugerentes celebraciones eucarísticas, con una liturgia y cantos bien preparados, con una participación intensa y devota por parte del pueblo cristiano. La primera se desarrolló en la plaza de Banska Bystrica, en el corazón de la ciudad. Comentando el Evangelio de la Anunciación, subrayé la exigencia de cultivar, comenzando por la familia, una libertad madura. Sólo así se es capaz de responder a la llamada de Dios, siguiendo el ejemplo de la Virgen María.
En Banska Bystrica me encontré también con los miembros de la Conferencia Episcopal de Eslovaquia. Les alenté a seguir en la amplia obra de promoción de la vida cristiana, después de los años obscuros del aislamiento y de la dictadura comunista.
4. Me dirigí después a Roznava, capital de una región agrícola. En este contexto, resonó con gran elocuencia la parábola evangélica del sembrador. ¡Sí! La Palabra de Dios es semilla de nueva vida. Dirigiéndome en particular a los campesinos, subrayé la importancia de su contribución a la construcción de la nación. Es necesario, sin embargo, que permanezcan sólidamente arraigados en su tradición cristiana de siglos. Al mismo tiempo, en Roznava, pude saludar a mucha gente de la comunidad que habla húngaro.
La última y principal etapa de mi viaje apostólico tuvo lugar en la capital, Bratislava. Durante una santa misa solemne, tuve la alegría de beatificar a dos hijos de aquella tierra: el obispo Vasil Hopko y sor Zdenka Cecilia Schelingová, víctimas de atroces persecuciones en los años cincuenta por parte del régimen comunista, testigos de la fe del siglo XX, elevados a la gloria de los altares precisamente en el día de la Exaltación de la Santa Cruz. Recuerdan que el pueblo eslovaco, en los momentos dramáticos del sufrimiento, encontró fuerza y esperanza en la Cruz de Cristo: «O Crux, ave spes unica!».
5. La Virgen de los Dolores, su patrona principal, ha sido el apoyo de la Iglesia en Eslovaquia. Unidos a ella, que permaneció junto al Hijo en el Calvario, nuestros hermanos eslovacos, también en nuestra época, quieren permanecer fieles a Cristo y a la Iglesia. Que la Virgen de los Dolores proteja a Eslovaquia para que custodie con celo el Evangelio, el bien más precioso que debe ser anunciado y testimoniado con la santidad de vida.
¡Que Dios te bendiga, querida Eslovaquia! ¡Gracias por tu amor a la Iglesia y al sucesor de Pedro!
[Texto original en italiano. Traducción realizada por Zenit; Al final de la audiencia el Papa dijo en inglés:]
Queridos hermanos y hermanas:
En mi viaje apostólico a Eslovaquia he confirmado a este pueblo en la fidelidad a Cristo y a la Iglesia. Confiado en el futuro, ofrece una valiosa contribución a la construcción de Europa. Por ello, les he pedido que sean fieles testigos del Evangelio y que cultiven una libertad madura; he alentado a los Obispos a seguir promoviendo la vida cristiana y he beatificado a dos mártires de la persecución, los cuales nos recuerdan que la fuerza y la esperanza siempre están en la Cruz de Cristo.
Saludo a los fieles de lengua española, especialmente a los de Chile, España y a los alumnos del Pontificio Colegio Mexicano en Roma. Que bajo la protección maternal de Nuestra Señora anunciéis valientemente el Evangelio dando testimonio con vuestra vida santa.