LIMA, 8 octubre 2003 (ZENIT.org–Fides).- Tras el rezo del Rosario por el Papa, intención a la que el domingo pasado se unieron miles de limeños, el arzobispo de la capital peruana pidió a todos los presentes su apoyo «con el amor, con el cariño, con el agradecimiento» hacia Juan Pablo II, «quien dirige la Iglesia con tanta entrega».
«El Santo Padre –reconoció monseñor Juan Luis Cipriani– es esa mano firme del soldado de Cristo, es ese rostro amable del padre, es la segura palabra del confidente de Dios; es el gesto acogedor del padre que recibe al hijo pródigo, es la fortaleza del mártir, es la perseverancia del buen Pastor».
«Y me atrevería a decir –añadió el purpurado–: es el Cristo que desde la cruz nos entrega el último hálito de su fuerza, de su amor y de su entrega».
Miles de personas se dieron cita el 5 de octubre en la Plaza Mayor de Lima (Perú), con motivo de la próxima clausura del Año del Rosario convocado por Juan Pablo II y del 25º aniversario de su Pontificado ante un gigantesco Rosario de 428 metros de largo.
Considerado como el mayor de la historia, sus cuentas miden 80 centímetros de diámetro, tiene una medalla de la Virgen de 2 metros de diámetro y una Cruz de 4 metros de alto.
Contó además con la presencia de la Venerada Imagen del Señor de los Milagros, de gran devoción en Perú, y de Nuestra Señora de la Evangelización.
A las 8.00 horas se inició el montaje del Rosario Gigante con la ayuda de 120 jóvenes de la parroquia de «Nuestro Señor de la Divina Misericordia» dirigidos por el padre José Haus.
El acto, que se ofreció de forma especial por el Papa Juan Pablo II, fue organizado por la archidiócesis de Lima y contó con la asistencia de comunidades parroquiales, colegios, universidades, movimientos eclesiales y hermandades de la archidiócesis.
Después del Rosario, tuvo lugar una Misa en la Catedral presidida por el cardenal Juan Luis Cipriani, arzobispo de Lima, acompañado de los obispos auxiliares y los sacerdotes de Lima.
En su homilía, el purpurado aludió a los santos que han florecido en esas tierras, símbolo de su fe, y pidió a los limeños que mantuvieran la fe y la piedad eucarística que caracterizó a sus santos, recuperando de forma especial –según el llamamiento del Papa– la vivencia del domingo como día del Señor.
«El Santo Padre nos invita a que recuperemos el domingo, la asistencia a la misa para que ella sea el centro del domingo y el domingo sea el centro de la familia», dijo el cardenal Cipriani.
Ante el próximo aniversario del pontificado del Papa, el purpurado anunció que acompañará al Santo Padre en esa jornada tan especial en la Plaza de San Pedro. «Voy a llevarle el cariño y el amor de este pueblo peruano», aseguró el prelado.
Por último, monseñor Cipriani destacó el próximo inicio de la Gran Misión de Lima, una iniciativa que buscará profundizar en la fe y renovar la evangelización de la capital peruana. «Se abre para la Iglesia una nueva etapa… esa gran Misión de evangelizar y de construir en cada corazón una escala de valores cristianos», concluyó el prelado.