ROMA, 11 octubre 2003 (ZENIT.org).-El largo debate sobre las cosechas transgénicas está siendo examinado por el Pontificio Consejo Justicia y Paz. El interés por cuál será la posición de Roma sobre el tema es cada vez mayor.

El pasado verano el periódico italiano La Stampa publicaba una serie de artículos sobre la materia, comenzando con un reportaje del 3 de agosto que afirmaba que el Vaticano se estaba abriendo a la idea de aprobar las cosechas transgénicas.

El periódico citaba al presidente de Justicia y Paz, el arzobispo Renato Martino, diciendo que es imperativo encontrar la manera de llevar alimentos a quienes mueren de hambre. También advertía contra el tomar posturas extremistas con bases ideológicas sobre la cuestión, afirmando la necesidad de un examen científico riguroso del tema.

El último país en aceptarlo ha sido Brasil, que hace dos semanas daba el visto bueno a plantar soja modificada. La decisión reveló profundas divisiones, informaba el 28 de septiembre el New York Times. Primero, el gobierno anunció luz verde para las semillas, luego, unas pocas horas más tarde, el vicepresidente José Alencar sembraba dudas sobre la aprobación. Finalmente, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva interrumpía su visita a las Naciones Unidas en Nueva York para contradecir al vicepresidente, que firmó finalmente el decreto.

El New York Times observaba que era una importante decisión, dado que los ecologistas han jugado un papel importante en el Partido de los Trabajadores de Lula, desde su fundación hace 20 años. El decreto es válido hasta finales del 2004 y contiene restricciones sobre donde pueden plantarse cosechas transgénicas.

En Australia, una temprana aprobación de las cosechas transgénicas tuvo lugar con la decisión de las autoridades federales de permitir la canola transgénica. El regulador de tecnología genética, Sue Meek, declaraba el mayor rendimiento de la canola híbrida era tan seguro para los humanos y el medio ambiente como la canola convencional, informaba el 26 de julio The Australian. La decisión llegó demasiado tarde para plantarla esta temporada. Asimismo, los principales estados con cultivos de canola tienen moratorias sobre la plantación de cosechas transgénicas, excepto para el algodón.

En Nueva Zelanda, el gobierno anunció previamente que iba a levantar una moratoria sobre las cosechas transgénicas que será efectiva este mes, informó el 18 de abril el Sydney Morning Herald. El ministro de agricultura, Jim Sutton, afirmó que una comisión de investigación había encontrado beneficios potenciales para Nueva Zelanda al adoptar la modificación genética, y el gobierno se aseguraría de tratar con precaución y caso por caso las aplicaciones para utilizar organismos transgénicos.

Público escéptico
En Gran Bretaña, mientras tanto, algunos informes han examinado los productos transgénicos. El primer informe, de la Cabinet Strategy Office, sembraba dudas sobre el atractivo comercial de las cosechas transgénicas dada la resistencia del consumidor, informaba el 11 de julio la BBC. El informe, sin embargo, defendía que Gran Bretaña no diera la espalda a la nueva tecnología, puesto que las cosechas podrían ofrecer vastas ventajas a los agricultores y consumidores a largo plazo.

El ministro de medio ambiente, Elliott Morley, afirmaba: «El informe pone de relieve que las cosechas transgénicas son un área en la que la tecnología genética tiene un significativo potencial para contribuir a la futura prosperidad y sostenimiento económico del Reino Unido». Pero añadía: «También precias que las cosechas transgénicas son sólo una herramienta posible para lograr nuestros objetivos –los avances importantes en la producción de cosechas también vendrán de técnicas convencionales y orgánicas».

Poco después, un equipo de 25 expertos afirmaba que no había encontrado ningún caso para eliminar de Gran Bretaña las cosechas transgénicas porque «no ha habido efectos verificables tóxicos o nutricionales inconvenientes» sobre la salud humana, informaba el 21 de julio la BBC. Sin embargo, el GM Science Panel Review añadía: «Queda claro que las lagunas en nuestro conocimiento y las incertidumbres serán más complejas si aumenta la gama de plantas y rasgos introducidos».

Los expertos también consideraban que las cosechas transgénicas es poco probable que lleven a las «superyerbas». Algunos opositores a las modificaciones genéticas defienden que las variaciones genéticas podrían contagiarse, llevando a hierbas resistentes a los herbicidas. El consejero científico jefe que asesora al gobierno británico, Sir David King, que encabezaba el equipo, afirmó que las cosechas transgénicas no son una tecnología homogénea, de ahí que las aplicaciones han de considerarse caso a caso.

El informe más reciente examinaba los resultados de más de 650 encuentros públicos celebrados en Gran Bretaña, más de 37.000 respuestas a cuestionarios, sobre el tema de la modificación genética. El periódico británico Guardian informaba el 25 de septiembre que el 54% dijeron que no querrían ver nunca cosechas transgénicas creciendo en el Reino Unido. Un 18% más afirmó que encontrarían las cosechas aceptables sólo si no hay riesgo de contaminación cruzada; el 13% quería más investigación.

Resistencia de la Unión Europea
Este verano el Parlamento Europeo aprobó dos leyes que permitían a la Unión Europea levantar una moratoria de cinco años sobre los productos transgénicos, una media que ha provocado serias diferencias con los Estados Unidos. Las leyes requieren un estricto etiquetado para los productos transgénicos, informaba el 3 de julio el Financial Times. Todos los productos que contengan más del 0,9 de organismos transgénicos tendrán que ser etiquetados como productos transgénicos.

Los agricultores de Estados Unidos afirman que las leyes no harán nada para abrir el mercado de la Unión Europea, incluso después de que se levante la prohibición, porque las previsiones para supervisar la elaboración son imposibles de satisfacer sin un costoso esfuerzo para separar todas las cosechas transgénicas de las no genéticamente modificadas.

El Tribunal Europeo de Justicia dictaminó recientemente que los gobierno pueden bloquear la venta de productos alimenticios transgénicos, bajo ciertas condiciones. El caso implicó a Italia y al maíz transgénico vendido por Monsanto Company, informaba el Wall Street Journal el 10 de septiembre. Según la sentencia, se permite a los países prohibir temporalmente la venta de alimentos transgénicos que otras autoridades de la Unión Europea hayan aprobado para la venta, pero sólo si pudieran mostrar un riesgo para la salud.

El tribunal se remitió a una norma conocida como el principio de prevención, que se invocó para prohibir la carne de ternera de Estados Unidos tratada con hormonas estimuladoras del crecimiento, así como para un componente químico de algunos plásticos. Sin embargo, el tribunal afirmó que tales riesgos «no deben ser puramente hipotéticos o fundados en meras suposiciones que no se hayan verificado».

Opiniones contrastadas
Entretanto, la batalla por la influencia en los puntos de vista del público continúa. En el Guardian del 2 de junio, Jeremy Rifkin, presidente de la Foundation on Economic Trends de Washington, D. C., escribía que los europeos se oponían a los productos transgénicos no sólo por preocupaciones por la salud sino también por razones culturales: «los vestigios del pasado de la identidad cultural hacen que muchos europeos sientan que tienen algo de control sobre sus elecciones alimentarias».

En cuanto al argumento de que las cosechas transgénicas pueden resolver el hambre en el mundo, Rifkin avanzaba que el problema es complejo y no se remediará sólo por medio de cosechas de alto rendimiento. También acusaba a las grandes empresas agrícol as de querer monopolizar los derechos de propiedad intelectual de las nuevas cosechas, de tal modo que se fomentaría la marginación de los agricultores en países pobres.

Pero numerosos informes apoyan las cosechas transgénicas. El Instituto Nacional de Investigación Medioambiental de Dinamarca encontró que las cosechas transgénicas podrían ser mejores para el medioambiente que las formas no modificadas. Nuevas investigaciones han mostrado que las cosechas permiten a los insectos y arañas prosperen a su alrededor, proporcionando así más alimento para los pájaros, informaba el 13 de marzo The Independent.

El Consejo Internacional Científico, una federación con sede en Paría de más de 100 academias de ciencias nacionales, concluyó que las cosechas transgénicas no plantean problemas de salud para los consumidores, informó el 6 de junio el Financial Times. El informe contemplaba más de 50 estudios de investigación importantes.

En cuanto a la seguridad alimentaria, encontró amplia aceptación entre los científicos que los actuales alimentos transgénicos son seguros. Sin embargo, el informe advirtió de que productos más complejos, aun habiendo llegado al mercado, podrían implicar riesgos para la salud. En el lado negativo, los científicos discrepaban sobre el impacto que las cosechas transgénicas tendrán en la biodiversidad. La próxima declaración del Vaticano probablemente calentará más el debate.