CIUDAD DEL VATICANO, 17 octubre 2003 (ZENIT.org–Avvenire).- Uno de los compañeros de juventud de Karol Wojtyla lo había vaticinado: será Papa. Veinticinco años después, parece algo obvio. Pero el padre Mieczyslaw Malinski, orgulloso, recuerda cómo había previsto lo inesperado, un obispo de Roma polaco.
En una eucaristía que se celebró en el Colegio Polaco de Roma, el 25 de agosto de 1979, poco antes del Cónclave del que saldría elegido Juan Pablo I, el padre Malinski elevó una oración de los fieles que sorprendió a pocos sacerdotes presentes: «Recemos para que nuestro cardenal Karol Wojtyla sea elegido Papa».
Los presentes se quedaron petrificados. Después de vacilar unos momentos, los padres Satnislaw Dziwisz, secretario entonces del arzobispo de Cracovia, y Satnislaw Rylko, actual presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, respondieron con voz tímida: «Te rogamos, óyenos». El cardenal Wojtyla, concelebrante principal, no respondió.
El padre Malinski era compañero del joven purpurado de 58 años desde que participaban en 1940 en el grupo del «Rosario Viviente», del sastre Jan Tyranowski. Ambos entraron después en el seminario clandestino creado por el cardenal Adam Sapieha.
Hoy, el padre Malinski, de 80 años, es rector de la Iglesia de San Francisco de Sales en Cracovia, apasionado de la investigación académica y del periodismo.
Un día, mientras acompañaba al cardenal Wojtyla a una reunión en el Vaticano, le dijo: «Tú serás Papa. Todos saben que los tres candidatos italianos de renombre, Sebastiano Baggio, Paolo Bertoli, y Giovanni Benelli, no podrán ser elegidos».
El arzobispo de Cracovia respondió: «El cardenal Stephan Wyszynski me ha dicho que el Papa es romano, y que por tanto será italiano», sigue revelando el sacerdote.
Malinski ya tenía preparada la respuesta: «Yo siempre había creído que el primer Papa era judío…».
Wojtyla aceptó el juego: «Está bien, admitamos que sea un extranjero. Podría ser un estadounidense, un francés, o un alemán».
«No puede venir de una gran potencia, debe ser de un país pequeño, más marginal», rebatió.
Karol Wojtyla propuso entonces: «El cardenal Franz König, de Viena, por ejemplo».
El amigo insistía: «Debe ser de un país pequeño, pero con un catolicismo fuerte. Polonia es el único país que no vive la crisis tras el Concilio».
Esta vez Wojtyla no puso objeciones. Malinski retomó la palabra, como si hablara de una tercer persona: «Además el arzobispo de Cracovia no es un burócrata, sino un pastor y un intelectual, que ha sido conocido durante el Concilio y después durante los Sínodos de los obispos. ¡Serás el próximo Papa!».
Cuando el cardenal Wojtyla salió de aquel cónclave sin ser elegido Papa, Malinski recuerda: «Se le veía feliz. Me tomó el pelo: «¿qué dices? ¿No tienes otro argumento que proponer?»».
Cuando llegó el cónclave de octubre, tras la inesperada muerte de Juan Pablo I, el padre Malinski no quiso ir a Roma. Se quedó metido en sus libros en Munster (Alemania), desde donde constató que su extraña oración había sido escuchada.