El nuevo presidente, Carlos Mesa, periodista, asumió este sábado el desafío de frenar la desintegración social del país y rediseñar una nación con menos desigualdades e injusticias, horas después de una revuelta popular que provocó la renuncia de su predecesor.
Momentos después del adiós de Sánchez de Lozada a la presidencia, la Conferencia Episcopal Boliviana publicó un comunicado en el que hacía «un vehemente llamado a la paz y la serenidad».
«La defensa de la vida y la democracia deben primar en estos momentos como valores imprescindibles que marquen nuestro presente y futuro», afirmaba el documento, firmado por monseñor Jesús Juárez P. obispo de El Alto y secretario general de la Conferencia.
Las revueltas populares estalladas por el proyecto de exportación de gas natural a través de Chile provocaron la muerte de 74 personas, mientras que 200 resultaron heridas en un mes.
« No a la muerte; sí a la vida. No a la violencia; sí a la paz. No a la división; sí a la unión. No al desorden; sí a la democracia», añadía el texto de la Conferencia de obispos.
«El pueblo debe dar muestras de su tradicional generosidad y cerrarse a las voces de odio que en circunstancias de crisis siempre aparecen. No debe olvidar que la violencia siempre engendra violencia. Por ello, todos debemos retornar a nuestros hogares en paz y evitar cualquier desmán que pudiera presentarse», decía el comunicado episcopal.
«Exhortamos a dejar de lado, en estos momentos, intereses sectarios o corporativos en favor del bien común y unir fuerzas para que el nuevo Gobierno tenga la capacidad de reencauzar al país por el sendero de la paz, la justicia y el desarrollo, dentro de la institucionalidad democrática y respeto pleno a las libertades ciudadanas», explicaban los obispos tras la renuncia del presidente.
«Pedimos al Dios de la Vida, de la Paz y de la Esperanza, iluminar al pueblo boliviano y a sus conductores, para que la solidaridad y la convivencia pacífica retornen a la Patria», concluía el comunicado.