Condiciones para que la cárcel promueva al recluso

Reflexiones del sociólogo Víctor Renes sobre la dimensión social de la pastoral penitenciaria

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MADRID, 19 octubre 2003 (ZENIT.org-VERITAS).- El sociólogo Víctor Renes Ayala, técnico de Cáritas España hizo durante las VII Jornadas de Delegados Diocesanos de Pastoral Penitenciaria, que concluyeron el jueves en Madrid un análisis metasociológico, más allá de las cifras y los datos descriptivos, de la realidad penitenciaria española, a partir del «Mensaje del Santo Padre para el Jubileo en las cárceles».

Renes habló de la «utopía penitenciaria» para referirse al cambio de mentalidad personal, que debe afectar también a las instituciones, y que lejos de huir de las dificultades del mundo carcelario, se enfrenta a él proponiendo una auténtica promoción personal del recluso.

Las claves en las que Renes apoyó su discurso, y a partir de las cuales propone el desarrollo de una acción pastoral concreta en cada diócesis, tienen en cuenta las condiciones de vida de las que el preso proviene; el proceso de personalización como un proceso continuo que no debe ser interrumpido en el tiempo de encarcelamiento del preso (porque «el tiempo es de Dios»); la necesidad de un acompañamiento en ese proceso de personalización que busque el desarrollo y la dignidad del preso; y, finalmente, la necesidad de la «utopía» carcelaria como defensa de una manera nueva, y realizable de ejercer la promoción del preso.

La primera clave que Victor Renes denominó «la posibilidad de ser», el sociólogo dijo que «la cuestión no está planteada al nivel de lo que nosotros creemos acerca de las personas presas, o queremos que tales personas sean, sino a nivel de lo que las personas son, de facto. Y siguiendo las huellas de lo que son, debemos encontrar al ser humano».

«En definitiva, es el mismo método de Dios, la encarnación, el trabajo desde la proximidad, la cercanía, la búsqueda de la persona en sus propios lugares, en sus propios contextos», añadió.

Se trata, según Renes, de descubrir y tener en cuenta el «mundus» del que el preso proviene y en el que están comprendidas su biografía, su historia, y la sociedad en la que ha vivido.

Tener en cuenta la procedencia social del preso puede ayudar no sólo a conocer el contexto vital del que ha surgido, sino a «reconocerlo», a descubrir lo que «esas condiciones de vida concretas han significado en la trayectoria concreta de cada ser humano» y que en el caso de los presos, en muchos casos, han sido de carencia y exclusión.

La visión del preso que «se reduce a lo que en la cárcel está siendo», no es comprensible sin tener en cuenta «los contextos en los que ha fraguado su biografía en las complejas relaciones con su «mundus»».

Como medida concreta en este sentido, Renes propuso «la encarnación de la acción pastoral penitenciaria en los contextos «de donde proceden» los presos» como condición imprescindible «para abrir la «posibilidad de ser» a las personas presas».

Respecto al «proceso» de personalización del preso, Renes afirmó que «la categoría de proceso es una categoría básica de la Pastoral. «Eso significa que en nuestras acciones, planteamientos, propuestas, proyectos, acciones, debe desaparecer lo puntual, el inmediatismo, la parcialidad de las respuestas, y deben aparecer los procesos de trabajo», puntualizó.

Es importante en este sentido recordar que «Dios no renuncia a la potencialidad de ser, de personalización, que cada ser humano tiene».

Renes cree que para ayudar al preso en su proceso de personalización es imprescindible el acompañamiento, entendiendo el acompañar no como una simple compañía» sino como «una compañía sincronizada, que apuesta por el otro, y que sigue el camino según el ritmo de cada persona».

Para el sociólogo todo encuentro, clave de las relaciones humanas se realiza en un «acompañamiento real en todo el tránsido de la personalización».

«El encuentro no es una pura relación intimista, sino que se evalúa desde el otro, o sea, desde y en la situación de la persona presa se debe producir un encuentro en lo que es la valencia fundamental del ser humano, su dignidad», sostuvo.

«El encuentro con la persona presa prosiguió se consigue «confiando» en ella. Y «acompañándola» en su proceso de personalización, que se construye desde sus potencialidades, pues de lo contrario se construiría sobre nuestros discursos, incluso sobre nuestras acciones, pero no sobre lo único que da posibilidades al ser humano, que es la potenciación de sus capacidades, para que el ser que es se desvele en plenitud»

En este sentido «las acciones promocionales a favor del recluso» no pueden desvincularse del acompañamiento efectivo.

Finalmente, Víctor Renes consideró que en la Pastoral Penitenciaria «no está en juego sólo la atención al preso, cuestión evidentemente por sí misma», sino que la cuestión «se proyecta a la sociedad, pero no de un modo platónico, sino encarnado; o sea, en tanto es el bien común de todos (y cada uno), de la propia sociedad en su conjunto, el que está en juego y se compromete en la realización y en la transformación de cuanto sea necesario para ello».

Para lograrlo será necesario un cambio de mentalidad, que según el sociólogo, debería ser «el primer logro de la Utopía penitenciaria». En este cambio, que debe afectar también a las instituciones, «aparece como paradigma de referencia la persona humana», de modo que «la represión de la delincuencia no «perjudique» al delincuente, sino que le ofrezca «un camino de rehabilitación y reinserción positiva en la sociedad».

Una vez más, los proyectos promocionales «no lo son simplemente porque existan actividades laborales, formativas», sino que «deben formar parte de un proceso que se centra en la persona y no tanto en el control carcelario, o en la pura ocupación del ocio».

Será promocional «sólo si es también participativo, motivador, y sobre todo si tiene que ver con elementos que van fraguando un nuevo proyecto de vida».

Como uno de los retos de la cuestión penitenciaria, Renes ha planteado la necesidad de recomponer «la relación entre hecho penitenciario y sociedad» para que la utopía carcelaria no sea «una forma de escapar de la crudeza de la realidad penitenciaria» sino «una forma de abordarla de forma distinta» que permita la trascendencia de la pura realización de medidas fácticas.

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ZENIT Staff

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