DUBLÍN, 20 octubre 2003 (ZENIT.org).- En la lucha contra las drogodependencias la Santa Sede considera indispensable reforzar «los valores humanos del amor y de la vida, los únicos capaces de dar un significado a la existencia humana».
Con esta exhortación intervino monseñor Giuseppe Lazzarotto –nuncio apostólico en Irlanda-, al frente de la Delegación vaticana, ante la conferencia ministerial del «Grupo Pompidou» del Consejo de Europa para la lucha contra la droga en Europa, celebrada en Dublín el 16 y 17 de octubre.
El arzobispo Lazzarotto expresó la profunda preocupación de la Santa Sede «por el constante incremento del uso de drogas sintéticas y por la edad cada vez más temprana» del consumidor.
Citando palabras de Juan Pablo II, el diplomático vaticano recordó que «entre las amenazas que enfrentan los jóvenes y la sociedad en la actualidad, el abuso de drogas es una de las mayores» porque «aún no se ha reconocido adecuadamente en la extensión de su gravedad».
Por ello, el prelado subrayó que la Santa Sede rechaza «las propuestas de legalización de las drogas, incluso las que se consideran blandas».
En este contexto afirmó que no hay que minusvalorar «el riesgo del paso del consumo de drogas blandas a las que tienen efectos más destructivos».
«Si la política está al servicio de la persona y de la sociedad, no debe fracasar en ir a la raíz de los problemas», advirtió el prelado. «No hay duda de que el fenómeno del abuso de drogas está ligado a una crisis de la civilización y a un gran desánimo».
«Uno de los factores más importantes que conducen al abuso de las drogas es la pérdida de claras motivaciones, la ausencia de valores y la convicción de que la vida no merece la pena», constató.
Ante esta plaga, expresada también en una «actividad criminal que traspasa las fronteras nacionales», monseñor Lazzarotto manifestó la importancia de un mayor empeño por parte de los Estados «a través de una política concertada de cooperación internacional» para combatir el «tráfico ilícito de drogas» que controlan «poderosas organizaciones criminales».
Además animó a los gobiernos europeos a promover la «información preventiva» y la educación en todo ámbito, otorgando un espacio adecuado a las políticas para «el tratamiento y reinserción social de cuantos cayeron en las toxicomanías».
«Se deberían destinar más recursos a la aplicación de medidas preventivas y educativas en la familia, en la escuela, en centros deportivos y en la sociedad en general –observó–. Hay necesidad de dar lugar a un renovado énfasis en los valores humanos del amor y de la vida, los únicos valores capaces de dar significado a la existencia humana».
Igualmente confirmó la importancia que la Santa Sede atribuye al sistema de servicios ofrecidos por agencias, instituciones locales y grupos educativos especialmente para ayudar a los jóvenes que salen de la droga a evitar la recaída.
El prelado exhortó a que las políticas contra la drogodependencia «afronten las cuestiones éticas implicadas, procurando plantear el problema en un contexto más amplio, bajo la perspectiva antropológica, ética, social, política y económica».
Finalmente monseñor Lazzarotto reafirmó la voluntad de la Santa Sede y de la Iglesia Católica a cooperar –con su extensa red de instituciones y estructuras dedicadas a la educación, asistencia y rehabilitación de adictos– con las instituciones europeas en esta batalla.