Así lo explicó el arzobispo Celestino Migliore, observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas, al intervenir este viernes ante el Comité de la Asamblea General de las Naciones Unidas que analizaba el tema «Crisis de la deuda externa y desarrollo».
«El total de la deuda externa de los países en desarrollo pasó de los 1.500 millones de dólares en 1990 a los 2.400 millones en 2001», comenzó constatando el representante del Papa según informa el Vatican Inforrmation Service ( http://www.vatican.va).-
«El programa para los Países Pobres Altamente Endeudados (HIPC, por sus siglas en inglés) no ha encontrado todavía una solución duradera a sus deudas y a los problemas relacionados con éstas», siguió constantado con tristeza el arzobispo.
«Esta crisis recurrente de la deuda ha provocado una pérdida general de recursos financieros a lo largo de los años, que priva a estas naciones de sus recursos vitales esenciales para su desarrollo básico, incluso de los niveles mínimos de sanidad y educación», denunció.
«Es imperativo invertir esta tendencia», consideró monseñor Migliore subrayando que para ello «la comunidad internacional se enfrenta a dos retos».
En primer lugar, mencionó «la necesidad de encontrar soluciones a todos los problemas pendientes de la deuda».
En segundo lugar, insistió en «la necesidad de crear un sistema financiero duradero adecuado para el desarrollo de todos los países».
«Las actividades que tienen consecuencias duraderas para la vida de enteras poblaciones, sobre todo sobre sus sectores más pobres, merecen particular atención y un atento examen moral», concluyó.