ROMA, miércoles, 16 junio 2004 (ZENIT.org).- Una «ráfaga de saludable verdad»: así describe el padre Peter Gumpel s.j. –historiador y relator de la causa de beatificación de Pío XII– las memorias de Harold H. Tittmann, un diplomático estadounidense que vivió en el Vaticano de 1940 a 1944.
Han sido recogidas en un volumen bajo el titulo «Inside the Vatican of Pius XII» («Dentro del Vaticano de Pío XII»), editado por «Doubleday». El libro salió a la venta en las librerías de EE. UU. el martes pasado.
El tomo no sólo aporta los relatos de un testigo ocular sobre cómo y cuánto actuaron la Santa Sede y el propio Pío XII en relación con el nazismo, sino que plasma la evolución de las relaciones entre el Papa y el presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt.
En esta entrevista concedida a Zenit, el padre Gumpel, quien ya ha tenido oportunidad de leer el libro, explica la novedad que aporta la publicación y el contexto histórico al que está referida.
–¿Podría explicar la historia y el contexto en que se sitúan las circunstancias narradas en el libro de memorias de Harold H. Tittmann?
–P. Peter Gumpel: Tittmann era un héroe de guerra. Piloto de avión en la Primera Guerra Mundial, fue abatido y herido gravemente. A causa de las heridas perdió la pierna derecha, un riñón y medio pulmón. En 1920 entró en el servicio diplomático. Trabajó en la embajada estadounidense en París y después durante 11 años, de 1925 a 1936, en Roma. Tras un período en el Departamento de Estado en 1939 fue transferido a Ginebra (Suiza).
Fue trasladado a Roma en 1940 en calidad de asistente de Myron Taylor, representante personal ante la Santa Sede nombrado por Roosevelt. Cuando en diciembre de 1941 Italia declaró la guerra a los Estados Unidos, Tittmann se refugió dentro del Vaticano, de donde salió sólo con la llegada de las tropas aliadas en 1944.
Sus memorias son muy interesantes porque se trata de un testigo ocular: se relacionaba a diario con el Secretario de Estado Luigi Maglione, con Domenico Tardini y Giovan Battista Montini, y frecuentemente se encontraba con el Pontífice Pío XII.
–¿Qué novedades relevantes considera que aporta este libro?
–P. Peter Gumpel: Para los que conocen el material de archivo y se han especializado en el estudio de este período histórico, no hay grandes novedades. La correspondencia de Tittmann con los Estados Unidos confirma la absoluta independencia de la Santa Sede en la oposición a los nazis y en la obra de apoyo a las víctimas del conflicto.
Para aquellos que en cambio desconozcan el material de archivo y hayan leído sólo libros hostiles a la Santa Sede, el volumen de Tittmann es una ráfaga de saludable verdad.
En este sentido el volumen asume una notable importancia para dar a conocer al gran público cuánto y cómo trabajo la Santa Sede en aquellos años.
–¿Cómo eran las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno estadounidense en ese período en que el régimen nazi dominaba en Europa?
–P. Peter Gumpel: A pesar de una cierta cultura anti-romana y anti-papal difundida por los grupos protestantes, las relaciones entre la Santa Sede y el gobierno estadounidense eran buenas.
Ya antes del estallido del segundo conflicto mundial existió una acción paralela entre Pío XII y el gobierno de EE. UU. para evitar la guerra. Pío XII y Roosevelt actuaron de acuerdo también para evitar que Italia entrara en la guerra.
Pacelli conoció personalmente a Roosevelt durante la visita a EE. UU. en 1936. Las relaciones se hicieron más intensas desde que Roosevelt nombró a Taylor como representante personal ante la Santa Sede. Este fue el contexto en el que trabajó Tittmann.
–Cuando los Estados Unidos decidieron apoyar a los soviéticos en la lucha contra Hitler, muchos católicos americanos preguntaron a la Santa Sede si esto era posible. ¿Cuál fue la respuesta del Pontífice?
–P. Peter Gumpel: En cuanto Hitler atacó Rusia en 1941 surgió un grave problema con los católicos americanos. La Unión Soviética necesitaba material bélico y Roosevelt accedió a proporcionárselo.
El problema se debió al hecho de que en 1937, el Pontífice Pío XI había publicado la encíclica «Divini Redemptoris» que prohibía a los católicos prestar cualquier ayuda a los bolcheviques. Roosevelt pidió a Pío XII buscar una solución a este problema.
El Pontífice decidió no intervenir públicamente, pero dio instrucciones al delegado apostólico Amleto Cicognani y más precisamente al arzobispo de Cincinnati, John Timothy McNicolas, de que informaran a través de una carta a los católicos americanos en la que se explicaba que la actitud frente a los comunistas permanecía así, pero no contra el pueblo ruso.
La agresión de los nazis golpeaba al pueblo ruso, al que había que ayudar. Fue así como los católicos no se opusieron a las ayudas a los rusos.
–¿Cuál era la opinión de Tittmann respecto al Pontífice Pío XII?
–P. Peter Gumpel: Era una opinión excelente. Tittmann escribe que Pío XII era un hombre encantador («a charming man»), con grandes dotes espirituales.
«El Pontífice Pío XII era descrito a menudo como un Papa político –afirma Tittmann–,… Muy posiblemente el futuro le considerará un santo» (Original en inglés: «Pope Pius XII was often described as a political Pope,…. Very possibly the future will rate him a saint»).