Llamamiento desde África: Se necesita ayuda para formar catequistas

Entrevista con el padre Zoccarato, misionero del PIME en Camerún

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ROMA, jueves, 22 julio 2004 (ZENIT.org).- Los catequistas son esenciales en la labor pastoral y evangelizadora de la Iglesia, pero se necesita ayuda material para formarles, alerta el padre Silvano Zoccarato, quien lleva más de treinta años en Camerún dedicado a esta tarea.

«Soy misionero en Camerún desde 1971. Después de pocos años de misión comprendí la extrema importancia de la formación de nuestros catequistas; desde entonces éste es uno de mis mayores compromisos», reconoce en esta entrevista difundida el martes por Avvenire.

Considera que «la eficacia de nuestra obra está en proporcionar formación constante a las personas que hacen de puente entre los sacerdotes y las comunidades».

El padre Zoccarato desarrolla en el norte de Camerún su labor: el obispo local le ha liberado de compromisos fijos para que pueda atender a los catequistas, personas clave en la vida de una Iglesia que nace. Misionero del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME), se encuentra actualmente en Italia por un período de un año como animador de los seminarios diocesanos para la Unión diocesana del clero.

–¿Por qué los catequistas son tan importantes?

–P. Silvano Zoccarato: El misionero y el sacerdote local son impotentes en misiones vastísimas con decenas de pueblos y miles de bautizados y de catecúmenos. Los catequistas son los primeros testigos de Cristo y los primeros agentes pastorales de la Iglesia: preparación al bautismo, a los sacramentos, al matrimonio, dirección de las celebraciones de oración y de las dominicales sin sacerdote. Visitan a los enfermos y a las personas en dificultad, organizan la caridad para los más pobres. Donde hay un buen catequista la misión florece: también los protestantes, los paganos y los musulmanes piden sus consejos. Y además con frecuencia hacen de guías e intérpretes de los dialectos locales para los misioneros.

–¿La formación de los catequistas es una obra diocesana?

–P. Silvano Zoccarato: Ciertamente, como el seminario. Actualmente estoy en la diócesis de Maroua, pero he estado encargado de los catequistas en la diócesis de Yahouda durante veinte años o más y he ayudado por temporadas en otras diócesis y en el Chad siempre en esta labor. A menudo digo a los catequistas: siento, mientras hablo, que me miráis para ver si creo verdaderamente o no. Lo mismo ocurre cuando vosotros habláis a vuestros cristianos o catecúmenos. El Evangelio pasa a través de la persona del catequista.

–¿Forma a los catequistas en un lugar concreto o recorriendo las misiones?

–P. Silvano Zoccarato: Hay formación inicial de dos o tres años en el centro de la diócesis. Después los párrocos me llaman para las «semanas formativas de los catequistas»; en un año recorro cerca de veinte parroquias. Es importante que haya un sacerdote libre para estos encuentros; los párrocos no disponen de tiempo. He hecho muchísimas semanas de éstas y he afinado mi técnica. Los sacerdotes se han dado cuenta que esta semana anual da a los catequistas el gusto de leer y reflexionar la Palabra de Dios. Tenemos catequistas que son una maravilla, pero se necesita realizar un trabajo serio de formación.

–¿Quién corre con los gastos?

–P. Silvano Zoccarato: Este es uno de los problemas para las parroquias que llevan sacerdotes africanos. Es una lástima que muchos sacerdotes negros, por falta de pequeños fondos, a veces no tengan ni lo necesario para esta obra de formación de los catequistas: hay que ayudarles en los viajes, alojarles y darles las ayudas necesarias. Los catequistas no son pagados, sino ayudados en diversas formas por sus comunidades. Cuando volví a Italia en 2001, con las aportaciones recibidas pude ayudar a más de 30 parroquias para la formación de los catequistas. Pero no basta sólo el dinero. Mi iniciativa apunta también a sensibilizar para la obra de formación de las misiones, que me parece muy ignorada: si pides ayuda para los leprosos o los huérfanos o para excavar un pozo recibes mucho; pero para formar catequistas o sacerdotes, poco. Confío en que los amigos de las misiones retornen al verdadero espíritu misionero y recuperen el entusiasmo de la fe que tienen nuestros catequistas y cristianos. La ayuda material es necesaria, pero no basta: se necesita compartir, comprender los problemas de las Iglesias que están naciendo. Y por lo tanto también cultivar vocaciones misioneras y voluntarios laicos.

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ZENIT Staff

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