WASHINGTON, sábado, 9 julio 2005 (ZENIT.org).- Ha proseguido el debate sobre los beneficios de los programas de educación sexual que promueven la abstinencia. Mientras aumenta el debate, los defensores de la abstinencia han logrado un éxito al conseguir el asentimiento del gobierno federal a su financiación.
El 9 de junio el subcomité de aprobaciones de servicios laborales, sanitarios y humanos, educación y agencias relacionadas, de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, aprobó un aumento de 11 millones de dólares en la financiación de la abstinencia para el año fiscal 2006, que podría alcanzar la suma total de 115 millones de dólares. Una nota de prensa del mismo día del Abstinence Clearinghouse, una organización educativa sin ánimo de lucro con sede en Sioux Falls, Dakota del Sur, celebraba la decisión, aunque el aumento se queda por debajo de los 39 millones más que buscaba el presidente George Bush.
Leslee Unruh, presidenta de Abstinence Clearinghouse, afirmaba que 10 informes autónomos, publicados en el 2004 y en el 2005 por Centers for Disease Control and Prevention, por National Institutes for Health y por la Food and Drug Administration, muestran que el sexo premarital no es precisamente sano.
«Los defensores de la promiscuidad, como SIECUS y Advocates for Youth, pueden hacer creer a la gente que el sexo adolescente es normal, seguro y sano», explicaba Unruh, «pero la ciencia no apoya estas afirmaciones».
Según un artículo del 15 de junio en el Dallas Morning News, un estudio reciente que examinaba la eficiencia de la educación basada sólo en la abstinencia muestra resultados positivos. Un informe preliminar publicado por Matemática Policy Research Incorporated sugiere que la juventud a la que se asigna programas de educación basados sólo en la abstinencia es más probable que adquiera el compromiso de abstenerse del sexo hasta el matrimonio. Se sabe que tales adolescentes están más enterados de las consecuencias negativas del sexo en edad adolescente.
Sin embargo, su intención de abstenerse de sexo difería sólo un poco de la de aquellos jóvenes que no están en programas de abstinencia, indicaba el estudio. No obstante, el estudio no publicaba suficientes datos para hacerse una idea de las diferencias en el comportamiento sexual. El estudio, financiado con 7 millones de dólares por el gobierno federal, deberá publicar su informe final el año próximo.
Tendencias positivas
Otros estudios recientes muestran que desciende la actividad sexual en edad adolescente. Según un reportaje de Associated Press el pasado 10 de diciembre, el National Center for Health Statistics afirmaba que el porcentaje de chicas entre 15 y 17 años que habían tenido relaciones sexuales había bajado desde el 38% en 1995 hasta el 30% en el 2002. Para los chicos el descenso ha sido desde el 43% hasta el 31%.
En la etapa de edad de los 18 a los 19 años ha habido un ligero aumento en la actividad sexual para las chicas, hasta un 69% en el 2002, comparado con el 68% de 1995. Pero en los chicos el porcentaje ha caído del 75% en 1995 hasta el 64% en el 2002.
Datos adicionales sobre el estudio, publicados el día siguiente en el Washington Times, mostraban que la razón más común entre los adolescentes para retrasar el sexo fue porque estaba «contra (su) religión y valores morales». Éste es el caso del 37,8% de las chicas y del 31,4% de los chicos. La encuesta del 2002 también encontró que el 13% de las chicas y casi el 11% de los chicos se han comprometido a permanecer virgen hasta el matrimonio.
Pero los críticos de la educación en la abstinencia han comenzado a protestar. Un ejemplo típico es un editorial del 28 de enero en el Los Angeles Times. Describía los programas centrados en la abstinencia como «un montón de tonterías» y acusaban a los programas de «dar a los adolescentes una información falsa y engañosa».
Un día después el Dallas Morning News publicaba los resultados de un estudio en Texas que parece apoyar a los críticos de la educación en la abstinencia. La investigación llevada a cabo por Buzz Pruitt de la Universidad de Texas A&M encontró que los estudiantes de casi todos los cursos de instituto eran sexualmente más activos tras la educación en la abstinencia. El estudio no concluía que los programas animaran a los adolescentes a tener sexo, sólo que los mensajes de abstinencia no afectaban en las tendencias «normales» de los adolescentes que están creciendo.
Pruitt, sin embargo, reconocía las limitaciones de su estudio. Observaba, por ejemplo, que no existía un grupo de comparación compuesto por adolescentes, similar en características, pero que no hubiera tenido educación en la abstinencia.
El artículo del Dallas Morning News también admitía que otros programas de abstinencia han mostrado resultados positivos. Citaba la experiencia de Mike Young, de la Universidad de Arkansas, que junto a sus colegas ha desarrollado un currículo llamado Sex Can Wait (El sexo puede esperar). El programa acentúa la abstinencia en la juventud como un componente integral de una vida acertada. Los estudiantes que pueden tener una visión a largo plazo, según Young, es menos probable que se jueguen su futuro enganchándose al sexo. Hasta ahora se ha documentado que el programa tiene influencia al menos a corto plazo en el comportamiento adolescente.
Comprometidos con la virginidad
El Washington Post alimentó el debate sobre la abstinencia en un artículo del 19 de marzo. Informaba de un estudio encabezado por Peter Bearman, profesor del Instituto para la Investigación y Política Social y Económica de la Universidad de Columbia. El estudio se publicó en el Journal of Adolescent Health.
Concluía que los adolescentes que han hecho compromiso de virginidad pueden infectarse con una enfermedad de transmisión sexual casi en la misma proporción que aquellos que nunca adoptaron este compromiso. Los descubrimientos se basan en el Estudio Nacional Longitudinal de Salud Adolescente financiado con fondos federales.
Sin embargo, indicaba el artículo, algunos académicos han manifestado que los resultados pasaban por alto otra investigación publicada, que documentaba que los adolescentes que han hecho promesa de virginidad tienen menos embarazos y menos nacimientos fuera del matrimonio.
El Washington Times informaba el 28 de abril de un estudio que contrastaba con el anterior. El periódico informaba que las chicas que participan en el programa de abstinencia Best Friends son sustancialmente menos proclives a consumir drogas y a tener sexo premarital que las chicas que no están en el programa.
Los resultados se publicaron en el Institute for Youth Development’s Adolescent and Family Health. Las participantes, conocidas como Diamond Girls, tienen un índice 100 veces inferior, en relaciones sexuales, que las chicas de instituto que no participan en el programa, según el autor del estudio Robert Lerner.
El programa Best Friends ha cumplido ya 18 años y utiliza planes de estudios de instituto, clases sanitarias, tutoras, modelos y servicio a la comunidad para ayudar a las chicas desde 6º a 8º de instituto a que hagan elecciones responsables durante su adolescencia.
El estudio de Bearman recibió críticas por sus características. Una nota publicada el 14 de junio por la Heritage Foundation, titulada «Promesas Adolescentes de Virginidad y Comportamientos Sexuales de Riesgo», criticaba el estudio por sacar conclusiones de «subgrupos diminutos de comprometidos». Los autores de la Heritage, Robert Rector y Kirk Jonson, observaban que una de las afirmaciones que concluía que es más probable que quienes se comprometen con la virginidad tengan comportamientos de riesgo se basa sólo en 21 personas de una muestra total de 14.116.
Rector y Kirk presentaban otra lectura de los datos examinados en el estudio de Bearman y concluían: «En general,
los adolescentes que han hecho promesa de virginidad son menos proclives a cualquier forma de actividad sexual». Y, continuaban: «Si se vuelven sexualmente activos, el abanico de posibilidades de su comportamiento sexual suele ser más restringido que el de quienes no hacen dicha promesa».
Otra nota de la Heritage Foundation, «Promesa Adolescente de Virginidad, Uso del Condón, y Enfermedades de Transmisión Sexual entre Adultos Jóvenes», también publicado por Rector y Kirk, observaba que cerca del 90% de padres quieren colegios que enseñen a los jóvenes a abstenerse del sexo hasta que estén casados o hasta una relación adulta próxima al matrimonio.
No obstante, los programas gubernamentales siguen centrándose en el «sexo seguro» – expresión que oculta la promoción del uso de anticonceptivos. Actualmente, afirmaban, el gobierno federal gasta al menos 12 dólares en promover y distribuir anticonceptivos por cada dólar que gasta en animar la abstinencia.
Estas cifras, añadían Rector y Kirk, minimizan el desequilibrio puesto que no incluyen la mayor parte del gasto estatal y local sobre educación sexual, que prácticamente todo sigue teniendo un fuerte, sino exclusivo, énfasis en la anticoncepción.