BOGOTÁ, martes, 12 julio 2005 (ZENIT.org).- Al cierre de la LXXIX Asamblea Plenaria celebrada en Bogotá del 4 al 8 de julio, los obispos de Colombia han emitido un mensaje que publicamos íntegramente.
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MENSAJE DE LA LXXIX ASAMBLEA PLENARIA
PARA QUE LOS COLOMBIANOS TENGAN VIDA
Los Obispos colombianos hemos realizado nuestra septuagésima novena Asamblea situados frente al Señor Jesucristo quien nos repite: “Yo he venido para que ustedes tengan vida y vida en abundancia” (Juan 10,10).
En el contexto de la Iglesia universal, que se ha mostrado particularmente viva en el momento de la muerte del Papa Juan Pablo II y el inicio del servicio apostólico del Papa Benedicto XVI, también sentimos que la Iglesia vive en Colombia; así nos lo asegura nuestra fe en el Señor Jesucristo Resucitado, que está con nosotros hasta el final de los tiempos (Cf. Mateo 28,20).
Cuando estamos viviendo el Año de la Eucaristía, buscamos continuar nuestros esfuerzos para celebrar y vivir mejor el domingo con nuestras comunidades y para crecer en la conciencia de adoración al Señor presente en el Santísimo Sacramento del Altar.
De cara al País, reconocemos que estamos recibiendo las luces y sombras que comunica el proceso de globalización que también nos alcanza. Hay avances técnicos y científicos. Pero también crece la pobreza, llegan a Colombia las inquietudes que se han sembrado en otras partes del mundo con relación al valor de la vida humana, especialmente cuando empieza a generarse, o cuando está agotada por la enfermedad o el paso de los años. Nos duele la forma como va desapareciendo el respeto y defensa de la familia cristiana y aún de la institución matrimonial.
Comprendemos que, con Juan Pablo II y Benedicto XVI, nos corresponde ser testigos de la esperanza y “cooperadores de la verdad”, pues sabemos que “en la crisis de nuestra época, que nos suministra un cúmulo de datos científicos pero nos empuja al subjetivismo en las auténticas cuestiones referidas al ser humano, necesitamos de nuevo buscar la verdad y también el valor para admitirla” (Benedicto XVI).
Herederos del Concilio Vaticano II, renovamos nuestra conciencia de trabajar al servicio de todos y cada uno de los colombianos y colombianas, sin ninguna excepción, para que a todos llegue el Evangelio de Jesucristo. Él es el camino para construir el País sobre los fundamentos de la verdad, la justicia, la solidaridad y la libertad. Aceptamos la invitación que hace diez años nos hizo Juan Pablo II para realizar “una movilización general de las conciencias y un común esfuerzo para poner en práctica una gran estrategia a favor de la vida”. Buscamos que todos en Colombia tengamos la vida, vida con calidad, vida en una sociedad más humana y fraterna, vida en una Iglesia llena de amor y servidora de los más necesitados.
Queremos la paz, necesitamos la paz. El trabajo por la paz es, en definitiva, un trabajo por la vida. En este ambiente nos proponemos recibir, estudiar, difundir y trabajar la reciente ley “con la cual se busca facilitar los procesos de paz y la reincorporación individual o colectiva a la vida civil de miembros armados al margen de la ley, garantizando los derechos de las víctimas a la verdad, la justicia y la reparación” (Capítulo I, Artículo 1). La cercanía del año 2010 nos exige especiales compromisos con nuestra Patria cuando nos acercamos a los doscientos años del grito de Independencia y nos empeñamos en el propósito nacional “JUSTICIA SOCIAL, PAZ Y RECONCILIACIÓN”.
Con dolor, hemos recibido, al final de nuestra Asamblea, las noticias de los atentados terroristas de Londres y a las nuevas acciones terroristas de las FARC en varias poblaciones del Departamento del Cauca. Hacemos nuestros los sufrimientos de tantos hermanos dentro y fuera del País. Oramos por las víctimas, pedimos para los agresores la gracia de la conversión. Renovamos la voluntad de ofrecer nuestra disponibilidad en todo lo que sea necesario superar estos tiempos de negación de la vida.
Al finalizar nuestra Asamblea damos gracias al Señor por la obra que han realizado los hermanos Obispos y colaboradores que han orientado nuestra Conferencia en el período que ahora termina. Iniciamos con esperanza esta nueva etapa que nos conduce al año 2008 cuando celebraremos el primer centenario de vida de esta Conferencia Episcopal.
Con ocasión de esta Asamblea hemos concluido la elaboración y edición del libro TESTIGOS DE LA ESPERANZA, con el cual buscamos “hacer de la Iglesia y de las comunidades creyentes, de los hombres y mujeres de fe verdaderos testigos de esperanza… un proyecto que nos coloca ante las barreras que nos dividen hace décadas, ante las estructuras que desconocen la dignidad humana y ante la urgencia de devolver la dignidad a las víctimas”.
Oramos al Señor de la vida, Cristo Jesús, para “que se quede con nosotros” en la marcha de nuestra historia.
Confiamos la causa de la vida de todos nuestros hermanos a Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, Patrona de todos los colombianos.
Bogotá, D.C., 8 de julio de 2005
+ Luis Augusto Castro Quiroga
Arzobispo de Tunja
Presidente de la Conferencia Episcopal