CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 5 octubre 2005 (ZENIT.org).- Varias de las intervenciones que se han escuchado en el Aula del Sínodo de los Obispos en estos tres primeros días de intervenciones han tenido lugar sobre la «intercomunión», es decir, la posibilidad de ofrecer la Eucaristía a cristianos de otras confesiones.
Entre los que han tocado la cuestión, se encuentran el cardenal Georges Cottier, OP, teólogo de la Casa Pontificia, quien hizo una invitación a los padres sinodales a estudiar este argumento, al tomar la palabra en la sesión de intervenciones libres del final del día del martes.
Monseñor John Atcherley Dew, arzobispo de Wellington, constató que «hay católicos casados con bautizados de otras confesiones cristianas. Les reconocemos que están bautizados en Cristo en el sacramento del matrimonio, pero no en la recepción de la Eucaristía».
El cardenal Julián Herranz, presidente del Consejo Pontificio para los Textos Legislativos, tomó la palabra para ilustrar las excepciones canónicas que aparecen en sobre el tema de la intercomunión, recordando lo que indica el «Instrumentum laboris», el «documento de trabajo» en el que basan sus intervenciones los padres sinodales.
En el número 45 de la encíclica Ecclesia de Eucharistia, citada por el «Instrumentum laboris» (documento de trabajo) del Sínodo, Juan Pablo II recordó estas excepciones.
«Si en ningún caso es legítima la concelebración si falta la plena comunión, no ocurre lo mismo con respecto a la administración de la Eucaristía, en circunstancias especiales, a personas pertenecientes a Iglesias o a Comunidades eclesiales que no están en plena comunión con la Iglesia católica», afirmaba el Papa Karol Wojtyla.
«En este caso el objetivo es satisfacer una grave necesidad espiritual para la salvación eterna de los fieles, singularmente considerados, pero no realizar una intercomunión, que no es posible mientras no se hayan restablecido del todo los vínculos visibles de la comunión eclesial», afirmaba.
El canon 843, párrafo 2, del Código de Derecho Canónico explica que «en caso de necesidad, o cuando lo aconseje una verdadera utilidad espiritual, y con tal de que se evite el peligro de error o de indiferentismo, está permitido a los fieles a quienes resulte física o moralmente imposible acudir a un ministro católico, recibir los sacramentos de la penitencia, Eucaristía y unción de los enfermos de aquellos ministros no católicos, en cuya Iglesia son válidos esos sacramentos».
El mismo canon, en el párrafo siguiente, afirma que «los ministros católicos administran lícitamente los sacramentos de la penitencia, Eucaristía y unción de los enfermos a los miembros de Iglesias orientales que no están en comunión plena con la Iglesia católica, si los piden espontáneamente y están bien dispuestos; y esta norma vale también respecto a los miembros de otras Iglesias, que, a juicio de la Sede Apostólica, se encuentran en igual condición que las citadas Iglesias orientales, por lo que se refiere a los sacramentos».
Por último, ese canon, el párrafo 4, afirma que «si hay peligro de muerte o, a juicio del obispo diocesano o de la Conferencia Episcopal, urge otra necesidad grave, los ministros católicos pueden administrar lícitamente esos mismos sacramentos también a los demás cristianos que no están en comunión plena con la Iglesia católica, cuando éstos no puedan acudir a un ministro de su propia comunidad y lo pidan espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos y estén bien dispuestos».
El documento de trabajo del «Instrumentum laboris» dedica el número 87 a esta cuestión que comienza con la constatación: «La división entre los cristianos es motivo de gran sufrimiento».
El documento reconoce que «queda por aclarar el modo en el cual debería ser presentado el misterio Eucarístico en el contexto del diálogo ecuménico, para evitar dos riesgos opuestos: el prejuicio de la estrechez de miras y el relativismo».