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– S. Em. R. Mons. Franc RODÉ, C.M., Arzobispo Emérito de Ljubljana, Prefecto de la Congregación para los Institutos de vida consacrada y las Sociedades de vida apostólica (Ljubljana, CIUDAD DEL VATICANO)
– S. Em. R. Card. Jorge Mario BERGOGLIO, S.I., Arzobispo de Buenos Aires, Vice Presidente de la Conferencia Episcopal (ARGENTINA)
– S. Em. R. Mons. Rimantas NORVILA, Obispo de Vilkaviškis (LITUANIA)
– Revmo. P. Lino MELA, O.S.I., Superior General de los Oblatos de San José (Josefinos de Asti)
– S. Em. R. Mons. Gregorio Nicanor PEÑA RODRÍGUEZ, Obispo de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey (REPÚBLICA DOMINICANA)
– S. Em. R. Mons. Jan Paweł LENGA, M.I.C., Arzobispo de Karaganda (KAZAJISTÁN)
– S. Em. R. Mons. Nicolás COTUGNO FANIZZI, S.D.B., Arzobispo de Montevideo (URUGUAY)
– S. Em. R. Mons. Lorenzo VOLTOLINI ESTI, Obispo titular de Bisuldino, Obispo auxiliar de Portoviejo (ECUADOR)
– S. Em. R. Mons. Maria Callist SOOSA PAKIAM, Arzobispo de Trivandrum dei Latini (INDIA)
– S. Em. R. Mons. John Atcherley DEW, Arzobispo de Wellington (NUEVA ZELANDA)
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– S. Em. R. Mons. Franc RODÉ, C.M., Arzobispo Emérito de Ljubljana, Prefecto de la Congregación para los Institutos de vida consacrada y las Sociedades de vida apostólica (Ljubljana, CIUDAD DEL VATICANO)
El Instrumentum Laboris del Sínodo invita a “explicitar la relación esponsal de la Eucaristía y de la Nueva Alianza como modelo de las vocaciones del cristiano: matrimonio, virginidad, sacerdocio». La vida consagrada es por propia naturaleza una expresión peculiar y paradigmática de la Iglesia Esposa que acoge y hace fecundo el don de su Esposo y tiene una relación privilegiada con la Eucaristía. En la celebración de este gran sacramento Jesús continúa acogiendo la consagración del Padre; en Ella su vida de virginidad, de obediencia y de pobreza expresa perennemente su filial y total adhesión a un proyecto de amor y de vida sin límites. La Eucaristía es, de este modo, el lugar privilegiado donde las personas consagradas aprenden a seguir a Cristo en el espacio existencial determinado por los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia; ahí encuentran la fuerza para hacer de su existencia un anuncio profético de vida en medio de un mundo marcado por destrucciones y muerte. Con los votos religiosos, los consagrados se comprometen a vivir los consejos evangélicos y confieren una radicalidad total a su respuesta de amor. “La virginidad ensancha el corazón en la medida del amor de Cristo y les hace capaces de amar como Él ha amado. La pobreza les hace libres de la esclavitud de las cosas y necesidades artificiales a las que empuja la sociedad de consumo, y les hace descubrir a Cristo, único tesoro por el que verdaderamente vale la pena vivir. La obediencia pone la vida enteramente en sus manos para que la realice según el diseño de Dios y haga una obra maestra.”
(RdC 22). Por eso, “por su naturaleza la Eucaristía ocupa el centro de la vida consagrada, personal y comunitaria.»(VC 95). En esta escuela las personas consagradas aprenden la fuerza de amor y de oblación de la esponsalidad que está en los fundamentos de su vida casta; son conducidos por un camino de despojo y total entrega a la humanidad que es la exigencia fundamental de su pobreza; reciben como don el misterio de vida que es la obediencia a la voluntad del Padre, que los hace hijos y capaces de acoger todas las medidas humanas que expresan esta voluntad.
[Texto original: italiano]
– S. Em. R. Card. Jorge Mario BERGOGLIO, S.I., Arzobispo de Buenos Aires, Vice Presidente de la Conferencia Episcopal (ARGENTINA)
Una frase del Instrumentum Laboris (nº 2) dice que “es necesario verificar si la ley de la oración corresponde a la ley de la fe, es decir, preguntarse en qué cree y cómo vive el Pueblo de Dios para que la Eucaristía pueda ser cada vez más la fuente y la cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia”: una intuición muy rica que va a buscar a Cristo en sus beneficiarios y testigos más pequeños en el santo pueblo fiel de Dios, ese pueblo que -en su totalidad- es “infallibile in credendo”.
1) Nuestro pueblo fiel cree en la Eucaristía como pueblo sacerdotal (cfr. Christi fideles laici, 1, 14). Es una participación cualitativamente constante (cfr. Id. 1, 17).
2) Nuestro pueblo fiel cree en la Eucaristía como pueblo eucarístico en María. Vincula el cariño a la Eucaristía y el cariño a la Virgen nuestra Madre y Señora (cfr. Redemptoris Mater, III, 44). En la escuela de María, mujer eucarística, podemos releer contemplativamente los pasajes en que Juan Pablo II ve a nuestra Señora como mujer eucarística y mirarla no sola sino “en compañía” (Hech. 1;14) del pueblo de Dios. Seguimos aquí aquella regla de la tradición según la cual, con distintos matices “lo que se dice de María se dice del alma de cada cristiano y de la Iglesia entera” (cfr. Ecclesia de Eucharistia, 57).
Nuestro pueblo fiel tiene la verdadera “actitud eucarística” de la acción de gracias y la alabanza. Recordando a María nuestro pueblo fiel agradece el ser recordado por ella y es este memorial de amor verdaderamente eucarístico. Al respecto repito lo que Juan Pablo II afirmaba en el nº 58 de Ecclesia de Eucharistia: “La Eucaristía se nos ha dado para que nuestra vida sea, como la de María, toda ella un magnificat”.
[Texto original: español]
– S. Em. R. Mons. Rimantas NORVILA, Obispo de Vilkaviškis (LITUANIA)
El Instrumentum Laboris Nº 22 nos recuerda el pensamiento della exhortación apostólica postsinodal Reconciliatio et Penitentia: “El Sacramento della Reconciliación establece los vínculos de comunión interrumpidos por el pecado mortal” (Reconciliatio et Penitentia 2).
Pensando en estos vínculos de comunicación, en primer lugar dirigimos nuestra atención a las relaciones de los fieles con Nuestro Señor Jesucristo y asimismo a las relaciones tanto con las comunidades eclesiales como con la Iglesia Católica entera. Si a los católicos les faltan las ganas o la posibilidad de la reconciliación sacramental, les es también imposible vivir la unión más profunda con Cristo y con la Iglesia, que es favorecida por la Eucaristía. De esta manera el cristiano llega a un estado en el que no logra valorar la Eucaristía como fuente de gracia y, poco a poco, también pierde los lazos con la comunidad parroquial y la cercanía a toda la Iglesia. Al mismo tiempo, sin la práctica de la Reconciliación generalmente aumenta el subjetivismo, se vuelve más difícil de evaluar el comportamiento personal y la religiosidad.
La merma de la práctica de este sacramento es muy evidente en el mundo entero. En muchísimas iglesias de los diversos continentes no podemos comparar la práctica de la confesión personal con, por ejemplo, la misma práctica de los años cincuenta o sesenta, o aún el pasado aún más lejano. Sin entrar en la reflexión sobre las causas de tal decadencia, nos proponemos acentuar las consecuencias de tal tendencia y las esperanzas, conectadas con la práctica de la Reconciliación. La vida de muchos sacerdotes y especialmente de muchísimas hermanas o de hermanos consagrados muestra los frutos abundantes del uso frecuente de este sacramento. Todo esto ha llevado a las mencionadas personas a la cercanía con la Eucaristía. Asimismo tenemos numerosos ejemplos del pasado, como por ejemplo el cura de Ars o de muchísimos otros.
Junto a la dimensión de la práctica de la Penitencia, con frecuencia crecen las tendencias opuestas a la fe cristiana. La necesidad religiosa, la experiencia de vida religiosa tenida en el pasado, generalmente impulsan a la búsqueda de caminos más amplios y distintas propuestas no se dejan esperar. Como todos vemos, en las sociedades actuales, especialmente en las occidentales, se encuentran hoy muy difundidos el esoterismo, la magia, el ocultismo, las tendencia de la New Age. Tod
o esto en su conjunto acompaña a la persona para que cree nuevas relaciones comunitarias, sociales, las que la alejan cada vez más de la Iglesia, del pensamiento católico y debilitan la fe. Más aún, observamos deformaciones de la conciencia, cambios que influyen en la personalidad.
En vez, para la formación positiva del conocimiento y de la toma conciencia católicos, uno de los mejores instrumentos, diría aún más, privilegiado, es la Reconciliación y la dirección espiritual. Por lo tanto de diversas maneras se le debe dar importancia a la necesidad del sacramento de la Reconciliación. Diría que los signos de los tiempos nos inspiran a volver a descubrir con nueva luz el don de este sacramento, hoy, lamentablemente, no suficientemente valorado.
Veo la necesidad de recordar una vez más la necesidad de renovar en la práctica religiosa de los laicos, como así también de los sacerdotes, de los miembros de la vida consagrada, y también de los obispos, la práctica de la dirección espiritual, de la Penitencia. Incitar especialmente a los presbíteros para que se sacrifiquen en el deber de formar las nuevas actitudes referidas a la confesión personal. Esto nos ayudará a todos para acercarnos a Jesús Eucaristía, ayudará a crear un vínculo más profundo con la Iglesia. La Penitencia conduce más cerca de Cristo, mientras que la falta de Penitencia aleja de Dios.
[Texto original: italiano]
– Revmo. P. Lino MELA, O.S.I., Superior General de los Oblatos de San José (Josefinos de Asti)
“La Eucaristía es el corazón de la comunión eclesial” (IL 12).
“Ahora bien, el espacio donde naturalmente se desarrolla la vida eclesial es la parroquia. Ella, debidamente renovada y animada, debería ser el lugar idóneo para la formación y para el culto eucarístico (…) Debería aprovechar la experiencia y la cooperación de los movimientos y de las nuevas comunidades que, bajo el impulso del Espíritu Santo han sabido valorizar, según los propios carismas, los elementos de la iniciación cristiana” (IL 13).
Existen grupos y movimientos que, con carismas diferentes, viven y actúan en la Iglesia. La misma vida religiosa es expresión de esta riqueza de dones del Espíritu. Todos extraen su fuerza espiritual de la Eucaristía.
Pueden haber caminos diferenciados de catequesis y de maduración en la fe. No obstante, la celebración Eucarística, a través de la cual Cristo renueva su oferta de salvación a todos, sea también visible -en especial el domingo, Pascua de la semana, el punto de referencia de la Comunidad cristiana.
En ésta se dan todos los componentes del pueblo de Dios, que obtienen la “cumbre” a la cual todos tienden y la “fuente” la cual todos están llamados a alcanzar.
[Texto original: italiano]
– S. Em. R. Mons. Gregorio Nicanor PEÑA RODRÍGUEZ, Obispo de Nuestra Señora de la Altagracia en Higüey (REPÚBLICA DOMINICANA)
La Eucaristía es la comida sacramental en la que Cristo actualiza su presencia y su entrega en medio de la comunidad cristiana.
Con el signo del pan y del vino que se ofrece en el altar, la comunidad cristiana entra en comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo y participa así de la fuerza salvadora de su muerte Pascual.
La Eucaristía es el Sacramento que más directamente hace presente en nuestra historia el acontecimiento central de la Salvación: el misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo, celebra así el encuentro entre Dios y el hombre en Cristo, en la nueva Alianza que Él selló para siempre en la cruz.
La Eucaristía es el Sacramento que más profundamente afecta la comunidad eclesial. El sacramento eucarístico va construyendo la misma Iglesia, comprometiéndola en la urgente tarea de salvación de toda la humanidad. Es el Sacramento de la Eucaristía en el cual se significa y se realiza la unidad de la Iglesia (unitatis redintegratio).
Ninguna comunidad cristiana se edifica si no tiene por raíz y centro la Eucaristía. Es una urgente necesidad que la celebración del Sacrificio Eucarístico sea centro y culminación de toda la vida de la comunidad. En nuestras comunidad la celebraciones eucarísticas se han revitalizado a raíz de la celebración del Año de la Eucaristía.
Se han potenciado los valores positivos de la misma y se ha redescubierto su centralidad para la vida de la comunidad y para su misión en el mundo. El proceso de maduración sobre la Eucaristía ha sido una experiencia vivida gozosamente por nuestros fieles durante todo el año y esperamos que esta realidad perdure para siempre.
[Texto original: español]
– S. Em. R. Mons. Jan Paweł LENGA, M.I.C., Arzobispo de Karaganda (KAZAJISTÁN)
Me refiero a los números 27 y 34 del Instrumentum Laboris. No puedo olvidar esas escenas conmovedoras de la época en que la Iglesia sufrió persecución, cuando en habitaciones muy pequeñas, repletas de fieles que asistían a la Santa Misa, niños, ancianos y enfermos se arrodillaban para recibir el cuerpo del Señor con reverencia edificante. Entre las innovaciones litúrgicas aportadas en el mundo occidental, dos se destacan especialmente, oscureciendo de alguna manera el aspecto visible de la Eucaristía en lo que atañe a su centralismo y su índole sagrada; se trata precisamente del cambio de lugar del tabernáculo, que antes ocupaba una posición central, y la distribución de la comunión en la mano. Cuando se cambia de su lugar central al Señor eucarístico, “ el Cordero inmolado y vivo”, y cuando se distribuye la comunión en la mano, aumenta innegablemente el riesgo de la dispersión de los fragmentos, de las profanaciones y de la equiparación práctica del pan eucarístico con el pan ordinario, se crean condiciones desfavorables para un crecimiento profundo de la fe y la devoción. La comunión en la mano se está difundiendo y hasta se está imponiendo como algo más cómodo, como una suerte de moda. Que no sean en primer lugar los especialistas académicos sino el alma pura de los niños y de la gente sencilla quienes nos podrían enseñar cómo tratar al Señor eucarístico. Quisiera entonces hacer humildemente las siguientes propuestas concretas: que la Santa Sede establezca una norma universal motivada, según la cual la forma oficial de recibir la comunión sea en la boca y de rodillas, mientras la comunión en la mano estaría reservada al clero. Que los obispos de los lugares donde ha sido introducida la comunión en la mano procuren, con prudencia pastoral, conducir nuevamente los fieles al rito oficial de la comunión, válido para todas las iglesias locales. Quisiera finalizar con las palabras del gran Papa Juan Pablo II: “Al dar a la Eucaristía el relieve que merece, y poniendo todo esmero en no infravalorar ninguna de sus dimensiones o exigencias, somos realmente conscientes de la magnitud de este don. No hay peligro de exagerar en la consideración de este Misterio” (Carta encíclica Ecclesia de Eucharistia, n. 61)
[Texto original: italiano]
– S. Em. R. Mons. Nicolás COTUGNO FANIZZI, S.D.B., Arzobispo de Montevideo (URUGUAY)
La relación de la Eucaristía con la Iglesia y de la Iglesia con la Eucaristía, hay que verla desde la naturaleza de ambos. Su elemento común es el MISTERIO.
Gusta el enfoque del Instrumentus Laboris (IL 12) donde se afirma: “El Concilio ha preferido entre las diversas imágenes de la Iglesia, una que expresa toda su realidad: MISTERIO”. El mismo Concilio ha tenido la acertada pedagogía de decir qué entiende por misterio: “Una realidad divina, trascendente y salvífica, que se manifiesta y revela de algún modo visible” (Relatio, p. 18).
La matriz del misterio es el misterio de Dios Uno y Trino. Esto determina la naturaleza mistagógica del tratamiento de la Eucaristía en todos sus aspectos.
LA MISTAGOGIA EUCARÍSTICA
“Los Padres de la Iglesia llaman MISTAGOGIA la acción del misterio al cual la liturgia conduce siempre más profundamente” (IL 31). De la consulta a las comunidades cristianas de todo el mund
o, “se recomienda que los signos y símbolos que expresan la fe en la presencia real sean objeto de una adecuada mistagogia y catequesis litúrgicas” (IL 40); “muchos aconsejan HOMILÍAS MISTAGÓGICAS que permitan introducir a los fieles en los misterios sagrados que se están celebrando” (IL 47). Deberíamos, pues, aspirar a hacer de cada parroquia, “casa y escuela de iniciación y vivencia eucarística”.
Benedicto XVI, siendo aún cardenal, en la conferencia a la CAL, en enero de este año, sobre la Eucaristía, afirmaba: “La celebración eucarística es el lugar en que, hoy, adviene la teofanía y se revela el misterio”.
De este modo, el dinamismo sacramental de la Eucaristía, nos ubica en las entrañas del dinamismo de la historia.
Por eso, o nos abocamos a recuperar o descubrir la centralidad de la Eucaristía los domingos, o desapareceremos de la realidad de la historia.
[Texto original: español]
– S. Em. R. Mons. Lorenzo VOLTOLINI ESTI, Obispo titular de Bisuldino, Obispo auxiliar de Portoviejo (ECUADOR)
Relación Eucaristía – Penitencia (N. 22 ss)
Los Ambrosianos, (tal vez el único Rito Occidental no Romano que sigue vivo en Italia), que no están presentes en este sínodo de manera oficial, cosa que lamento, quizás puedan enseñarnos algo precisamente sobre la relación entre Eucaristía y Penitencia.
San Ambrosio nos dejó el testimonio, posiblemente el más antiguo, de la celebración de la Eucaristía cotidiana (y no sólo dominical). Y la praxis iniciada en Milán se extendió también a otras regiones del norte de Italia, a Roma y a otras iglesias occidentales.
Pues bien, los Ambrosianos introdujeron en su praxis pastoral una excepción a la misa cotidiana: el Ayuno Eucarístico.
¿De qué se trata?
En este caso, el Ayuno Eucarístico no se refiere a la abstinencia de la comida una hora antes de recibir la comunión sacramental, sino a todo un día a-Eucarístico.
A imitación de lo que ya hacemos durante el Triduo Pascual, cuando el Viernes y el Sábado Santos no celebramos Misa, los Ambrosianos, durante los Viernes de la Cuaresma no celebran la Eucaristía para dar lugar a la celebración comunitaria de la penitencia y a las confesiones individuales.
El Ayuno Eucarístico (abstinencia de la comida) posibilita una mejor preparación para la Comunión Sacramental.
El Ayuno Eucarístico, de la abstinencia de celebrar la Misa durante los Viernes de Cuaresma, debería ayudar los fieles a sentir hambre del Alimento Eucarístico, y a los sacerdotes les daría la posibilidad de ponerse a disposición de los fieles para el Sacramento de la Reconciliación, estableciéndose así entre los dos Sacramentos una relación de igualdad en lo que a dignidad y necesidad se refiere.
Además, muchos fieles no se confiesan, y no sólo porque no creen en la eficacia de la Confesión o han perdido el sentido del pecado, sino porque, simplemente, los sacerdotes no tienen tiempo para confesar (agobiados por otras ocupaciones) o porque estando solos en la parroquia y no pueden celebrar la Eucaristía y la Penitencia al mismo tiempo.
Mi propuesta es sugerir, o al menos permitir a las diócesis o las Conferencias Nacionales que soliciten instituir, preferiblemente durante la Cuaresma, tal vez el Viernes, el día de Ayuno Eucarístico, no como día de ausencia eucarística, sino de preparación y espera eucarística.
Esto no tendría que ser considerado como una interrupción de la práctica de la celebración eucarística diaria, sino como una manera de valorar el Misterio Pascual de Jesucristo, igualmente celebrado en la Penitencia y la Eucaristía, en la totalidad y en la complementariedad de ambos sacramentos.
[Texto original: italiano]
– S. Em. R. Mons. Maria Callist SOOSA PAKIAM, Arzobispo de Trivandrum dei Latini (INDIA)
Mi exposición se refiere al Nº 8 del Instrumentum Laboris que solicita una mayor veneración hacia el misterio de la Eucaristía. El documento pone en evidencia, justamente, la necesidad de contar con lugares y personas que ayuden a experimentar personalmente qué es el Sacramento. Ahora bien, ¿dónde podemos encontrar estos lugares y estas personas? Deseo compartir aquí mis experiencias sobre las auténticas devociones eucarísticas de personas de mi Arquidiócesis.
Hay una vivaz comunidad de trescientos mil católicos en la Arquidiócesis de Trivandrum. En su mayor parte son pescadores y analfabetos. Podríamos preguntarnos: “de Nazaret puede llegar a salir algo bueno?”.Y bien, estas son las personas que me enseñan qué es el Santísimo Sacramento.
Me detengo en tres aspectos que se pueden encontrar en la vida de estas personas. Ellos son: la devoción Eucarística, la Dignidad Eucarística y el Sacrificio Eucarístico.
Casi todos los miembros de nuestras parroquias participan activamente de la Misa dominical. La adoración cotidiana del Santísimo Sacramento se puede ver cada día en la mayor parte de nuestras iglesias. Un cierto número de pescadores visita en diversos momentos al Santísimo Sacramento, antes de partir para la pesca y también a su regreso. Para mí ésta es una elocuente manifestación de su fe viva y de la “devoción” llena de entusiasmo que sienten por la Eucaristía. En el año de la Eucaristía estas personas continúan promoviendo entre ellas una “cultura eucarística”.
La Santa Eucaristía es el Sacramento que reconoce la fundamental “dignidad” de toda persona humana. Grandes misioneros como San Francisco Javier han enseñado a estas personas justamente esto. En aquella época, esta gente se encontraba oprimida, explotada y marginada bajo el pesado yugo del sistema de las castas. En la privación de la dignidad, fue precisamente el mensaje cristiano de amor, unidad e igualdad realizado en la Eucaristía aquello que les dio el valor para abrazar la fe.
La Eucaristía es “sacrificio” y es una invitación para que cada uno se despoje de sí mismo. A través de pequeñas comunidades de base cristianas, ellos desarrollan un cierto número de actividades y comparten con los otros las cosas que poseen. Ésta es la forma más profunda del despojarse de sí eucarístico, acentuada por los otros alrededor de nosotros. Recientemente, el honorable presidente de la India, al hablar a los miembros de la Asamblea Legislativa de Kerala, reconoció este modelo del despojarse de sí espiritual de las personas de nuestra Arquidiócesis. Ha sido el sacrificio de estas personas, al transferirse a un lugar para ellas desconocido, lo que abrió el camino para un Centro Internacional Espacial para la nación.
Concluyendo, quiero dar testimonio del valioso tesoro que San Francisco Javier nos ha dejado en la persona de Jesucristo a través de la Eucaristía. Hoy muchos hacen “sacrificio” por nosotros. Pero dejemos que sea una manifestación de auténtica “devoción” Eucarística la que promueva la “dignidad” de la persona humana. Desde el momento en que “el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo” (Rm 14,17)
[Texto original: inglés]
– S. Em. R. Mons. John Atcherley DEW, Arzobispo de Wellington (NUEVA ZELANDA)
El párrafo 5 del Instrumentum Laboris llama la atención sobre el escándalo del hambre en un mundo de abundancia. Existe además el problema de quienes están hambrientos del alimento de la Eucaristía. Como obispos tenemos el deber pastoral, y la obligación ante de Dios, de examinar y discutir las dificultades que afligen a tanta gente. Nuestras iglesias se verían enriquecidas si pudiéramos invitar a los católicos comprometidos, y actualmente excluidos de la Eucaristía, a regresar a la mesa del Señor. Están aquellos cuyo primer matrimonio acabó tristemente .Nunca abandonaron la Iglesia pero actualmente están excluídos de la Eucaristía. Hay católicos casados con personas bautizadas en otras fedes cristianas. Los reconocemos como una sola cosa en Cristo en el sacramento del matrimonio pero no para recibir la Eucaristía.
Este síno
do debe tener un enfoque pastoral. Debemos encontrar las formas para incluir a todos los que tienen hambre del Pan de Vida. Es preciso afrontar el escándalo de cuantos tienen hambre del alimento eucarístico de la misma manera en que es preciso afrontar el escándalo del hambre física.
[Texto original: inglés]
[Publicamos a continuación el resumen de la exposición de un padre sinodal que ha tomado la palabra en la Tercera Congregación de la mañana del martes, pero que llegó después del cierre de la edición anterior Cf. Intervenciones en el Sínodo de la mañana del martes ].
– S.E.R. Mons. Roberto CAMILLERI AZZOPARDI, O.F.M., Obispo de Comayagua (HONDURAS)
La escasez de los sacerdotes, ministros de la Eucaristía afecta la frecuencia de su recepción en los fieles de buena voluntad.
Realidad y posibles soluciones al problema.
1. Se da escasez de sacerdotes en muchas naciones del tercer mundo.
2. Los grandes sacrificios que hacen los pocos sacerdotes en estas tierras para celebrar la Eucaristía en todas las comunidades de sus respectivas parroquias. Unas palabras de aprecio y agradecimiento del obispo hacia estos sacerdotes en los países de misión.
3. Los grandes sacrificios que hacen los feligreses, caminando largas distancias, para participar en la Eucaristía.
4. Se considera que debe existir una mejor distribución del clero, es decir, las diócesis con muchas vocaciones sacerdotales deben de ayudar a las diócesis necesitadas de personal sacerdotal.
5. Se busca un mecanismo en la Iglesia para informar a las diócesis con abundancia de sacerdotes acerca de las necesidades de las Iglesias Particulares y pedirles brindar la ayuda que necesitan, compartiendo con ellas este don de Dios.
6. Se transmite a diario por la radio en cada diócesis la celebración de la Santa Misa, cantada y con homilía.(Hay 23 radios emisoras católicas en Honduras y una estación de T.V. con cobertura nacional).
Muchísimas personas sintonizan la celebración porque tienen una gran devoción a la Eucaristía. No pudiendo estar presentes físicamente, se conforman con recibir con amor la «comunión espiritual».
7. Urge por lo tanto. orar más por el aumento de la vocaciones al sacerdocio y dar una prioridad en los planes pastorales a la pastoral juvenil y aquella vocacional para que no falten sacerdotes, ministros de la Eucaristía, para que nuestra gente tenga «vida y vida en abundancia.»
La Pastoral de la Niñez contribuye al éxito de la pastoral juvenil y asegura que más jóvenes se acercan a la Misa dominical.
1. El «Instrumentum Laboris» en el no.7 dice que «hay un declino en la fe y en la asistencia a la Misa Dominical principalmente por los Jóvenes».
2. Una de tantas posibles soluciones a este problema es atender, formar y acompañar al niño, antes y después de su Primera Comunión hasta la recepción del sacramento de la Confirmación, con catequesis semanal y asistencia activa en la Misa dominical.
3. La niñez es el momento propicio para el comienzo de la relación personal amorosa con el Señor Jesucristo vivo y velar para que se esta relación siga fortaleciendose hasta la etapa de juventud y durante toda la vida.
4. Si queremos conquistar para el Señor el corazón del joven, primero es indispensable haber conquistado su corazón cuando era niño. El acompañamiento espiritual desde la niñez hasta que llegue a la etapa de la juventud es una misión a largo plazo, es un cultivo de varios anos.
[Texto original: español]
[Traducciones distribuidas por la Secretaría General del Sínodo de los Obispos]